La mirada de Cristo se posa sobre cada uno de estos hijos del Padre que está en los cielos, y repite: «Venid y encontraréis descanso». Jesús promete «descanso», pero pone una condición: «Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón». ¿En qué consiste este «yugo», que en lugar de pesar aligera, y en lugar de aplastar alivia? El «yugo» de Cristo es la ley del amor, su mandamiento, dejado a sus discípulos. El verdadero remedio para las heridas de la humanidad —sea las materiales, como el hambre y las injusticias, sea las psicológicas y morales, causadas por un falso bienestar— es una regla de vida basada en el amor fraterno, que tiene su manantial en el amor de Dios.

 

Así abandonaremos el camino de la arrogancia y la violencia para ganar posiciones de poder a toda costa. También por respeto al medio ambiente es necesario renunciar al estilo agresivo de estos últimos siglos y adoptar una razonable «mansedumbre». Lo hemos visto estos meses claramente. Pero sobre todo en las relaciones humanas, interpersonales, sociales, la norma del respeto y no violencia, es decir, la fuerza de la verdad contra todo abuso, es la que puede asegurar un futuro digno del ser humano.