Francisco es informático y Sara profesora de inglés. «Estamos abrumados de que la Iglesia se fíe de nosotros y que cuente con nosotros para la evangelización viendo nuestra pobreza absoluta, nuestras debilidades y pecados. Siervos inútiles somos. También es una responsabilidad, porque tras el sí al Señor no es que todo de repente se vuelva de color de rosa. Esta llamada tiene que ir confirmándose día a día». Francisco y Sara están ya abriéndose camino en su ciudad de destino desde hace unos meses. Unos meses llenos de problemas debido a la dificultad para encontrar trabajo. «Aún así, el Señor nos ha facilitado casa, comida, gente que se ha ofrecido para ayudarnos… No nos ha faltado de nada. Aunque la mayoría de los ciudadanos se manifiestan católicos, lo cierto es que aquí hay un gran desafecto hacia la Iglesia Católica Romana. Nuestra misión va a consistir en formar una pequeña comunidad e implicarnos en la vida diaria de la ciudad, con la idea de que, quien rechaza ir a una parroquia por sus prejuicios, pueda ser invitado a venir a celebraciones domésticas junto a otras familias católicas».