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Visita pastoral a la parroquia de San Antonio Abad (Cuevas del Becerro)

Publicado: 24/02/2013: 6943

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Visita pastoral a la parroquia de San Antonio Abad (Cuevas del Becerro), el 24 de febrero de 2013.

VISITA PASTORAL

A LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO ABAD

(Cuevas del Becerro, 24 febrero 2013)

 

Lecturas: Gn 15, 5-12.17-18; Sal 26, 1.7-9.13-14; Flp 3, 17 − 4,1; Lc 9, 28b-36. (Domingo segundo de Cuaresma-Ciclo C)

 

1.- En este segundo Domingo de Cuaresma el Señor nos pone a la consideración el gran amor que nos tiene y que ha tenido siempre a la humanidad.

En el encuentro previo a esta celebración, en la Visita Pastoral, hemos comentado el tema de la Alianza. Dios hace alianza con los hombres: con Noé, con el signo del Arcoíris; con Moisés; con Abraham, hemos escuchado en la lectura del Génesis ese pacto de amor y la promesa de tener una gran y larga descendencia que la hace Dios.

Las distintas alianzas que ha ido realizado Dios a través de los tiempos con el Pueblo se han ido rompiendo a causa del hombre y ha ido haciendo otras alianzas con otros gestos. Hasta que llega Jesús, el Hijo de Dios y hace la gran y eterna Alianza de Dios con la humanidad. Jesús con su muerte en la cruz sella el amor de Dios a los hombres.

Ahí entramos nosotros, Dios quiere hacer alianza de amor con cada uno de nosotros y con cada uno de vosotros que vais a recibir hoy la confirmación. Os invita a participar de su amor.

 

2.- Dice un refrán nuestro: “Amor con amor se paga”. Si Dios me ama tengo que corresponder a ese amor. Esa es la alianza entre dos personas, en este caso entre Dios y nosotros. Y ha sido Jesús el que ha sellado este amor, el que nos ha amado hasta el extremo en la cruz, el que ha dado vida a la humanidad, el que, con su muerte, entregando su vida ha rescatado y ha salvado a la humanidad. Es la nueva y eterna alianza.

Cuando hagamos la consagración del pan y del vino fijaros en las palabras que dice el sacerdote: “Esto es mi cuerpo… éste el cáliz de la alianza nueva y eterna”. Esa alianza de amor ya nunca se romperá. Dios no se echa a tras de su promesa.

3.- Ahora nos toca a nosotros corresponder con amor a esa promesa de amor de Dios. Queridos confirmandos, ¿para qué vais a recibir el sacramento de la confirmación? Sobre todo, para que seáis fieles, que podáis corresponder al amor; para que seáis testigos de ese amor ante los demás; para que podáis ser pregoneros del Evangelio, de la luz de Jesucristo. Con esa intención vamos a confirmaros y el Señor os dará, a través de mi ministerio el don del Espíritu Santo, el regalo del Espíritu Santo, que es fuerza, que es luz, que es sabiduría, que es amor, que es eternidad, que es libertad.

Todo eso se os va a regalar, los siete dones del Espíritu Santo que se concentran en el gran don de su amor. Y vais a tener unas velas encendidas que se tomaran del Cirio Pascual que significan la luz de Jesucristo. Esa vela encendida quiere decir que iluminará vuestro corazón, quitará los egoísmos que haya del pecado. Esa luz os hará ser buenos cristianos y buenos testigos del Evangelio en la sociedad. Digamos que vais a salir transformados de aquí. Habéis entrado sin el don de la confirmación en plenitud, el don del Espíritu. Saldréis con un regalo, no en las manos, en el corazón. Con un regalo que será el don del Espíritu que os transformará.

4.- Vamos a detenernos en el Evangelio de san Lucas que hemos escuchado hoy. Jesús sube a un monte alto con tres de sus discípulos que son, ¿cómo se llamaban? (Respuesta de un confirmando: Pedro, Santiago y Juan). Los tres íntimos, los tres más cercanos a Él. Sube a la montaña, al monte Tabor y allí, ¿qué ocurre? Que Jesús que tenía una apariencia humana normal, como la nuestra, se transfiguró y su rostro quedó iluminado (cf. Lc 9, 29ª). De su rostro salía luz, se despedía luz, quedó transfigurado, iluminado; y no sólo su rostro, sino también sus vestiduras (cf. Lc 9, 29b).

El rostro está indicando la parte más noble de la persona, la cabeza. En la Iglesia que Cristo ha fundado, Él es la cabeza. La cabeza quedó iluminada, pero quedaron también iluminados los miembros de su cuerpo místico que somos nosotros. Quiere decir que nosotros, con Él podemos quedar iluminados y transformados, transfigurados.

5.- Imaginad los confirmandos que Jesús os ha invitado a subir con Él a un monte alto, en este caso, al templo parroquial; que Él delante de vosotros se transfigura, se le ilumina el rostro y su resplandor también hace que os iluminéis vosotros, que se ilumine vuestro rostro del gozo del Espíritu, de la alegría, del amor de la luz de Cristo.

Habéis venido al monte con Cristo, aquí vais a ser transfigurados o iluminados por el Señor, por el don del Espíritu, Y bajaréis, es decir, saldréis del templo iluminados y transfigurados. En parte también porque la figura de Cristo, la persona de Cristo quedará marcada en vuestro corazón con el don del Espíritu, con el sello de Dios.

La imagen de Cristo que recibisteis en el bautismo queda grabada para siempre, ya no se borra jamás. Podrá quedar emborronada y un poco desfigurada por el pecado, pero esa marca es indeleble y queda para siempre. Para siempre no solamente durante esta vida hasta el día de la muerte, para siempre es para siempre. Imaginad que vais a recibir un regalo que os va a cambiar la vida, os va a transformar y os va a marcar para siempre, para toda la eternidad.

6.- Estamos llamados a reproducir en nosotros la imagen de Cristo, como cristiano. El cristiano es otro Cristo, es la presencia entre los hombres del amor de Dios. Estamos llamados a representar a Cristo, a hacerlo presente entre los hombres. Lo que vais a recibir es la fuerza y la luz para hacerlo presente entre los hombres, para ser sus testigos. Y para salir de aquí del templo, del monte Tabor, bajar a la ciudad y hablar a los demás hombres y mujeres de Cristo, que os ha iluminado la cabeza y el corazón, que os ha trasformado la vida, que os ha cambiado la vida.

El encuentro con Cristo cambia la vida. El que no se ha encontrado con Cristo no sabe de lo que estoy hablando. Voy a poneros un ejemplo: Los que habéis tenido o tenéis, imagino que todos, la experiencia de haber encontrado a alguien que os ama, la experiencia del amor de los padres ya es transfigurante, la experiencia de otra persona que no necesariamente son los padres, ¿qué ha ocurrido en vuestra vida? Cuando habéis experimentado el ser amados y os habéis enamorado, “en-amor-ado”, en amor, habéis entrado en una relación de amor con otra persona, ¿Qué ha ocurrido en vuestra vida? Que os ha transformado, os ha transfigurado.

El encuentro con Cristo es también transfigurante porque es un encuentro de amor, y el encuentro que vais a tener esta tarde con Cristo a través de la donación del Espíritu es un encuentro que os va a transformar, os va transfigurar.

Esa experiencia, ese don del Espíritu lo hemos recibido ya el resto, supongo que la mayoría; pero si queda alguien aún bautizado adulto sin confirmar tiene que ponerse en contacto con el párroco para recibir ese don del Espíritu. Que no hay ningún cristiano adulto sin confirmar para poder tener la fuerza del amor y la luz de la fe.

7.- Estamos celebrando el año de la Fe, esa fe en Dios es un encuentro con Alguien. No es saber cosas solamente con la cabeza. La religión es un encuentro con una persona: Jesucristo. Encuentro que nos cambia, nos transformar y nos configura a Él.

Vamos a seguir la celebración pidiendo por los confirmandos para que el Señor los cambie, los transfigure. Y por todos nosotros, para que la vivencia de la fe cristiana realmente sea cambiante de nuestra vida, que el amor de Cristo nos cambie y nos transforme.

Se lo pedimos también a la Virgen que vivió esa experiencia tan importante con su hijo Jesucristo. Que Ella nos acompañe en este camino cuaresmal hacia la Pascua y también en este desierto de la vida temporal hasta llegar a la Eternidad.

Ahora los confirmandos vais a encender vuestras velas de la llama del Cirio Pascual que significa la luz de Cristo. Que así sea.

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