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Pentecostés. Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar Asociado (Catedral-Málaga)

Celebración de Pentecostés en la Catedral de Málaga 2016 · Autor: M. ZAMORA
Publicado: 15/05/2016: 8154

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, el 15 de mayo, en la Catedral de Málaga, con motivo de la Solemnidad de Pentecostés, Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar Asociado.

PENTECOSTÉS
DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA
Y DEL APOSTOLADO SEGLAR ASOCIADO
(Catedral-Málaga, 15 mayo 2016)

Lecturas: Hch 2,1-11; Sal 103,1.24.29-34; 1 Co 12,3-7.12-13; Jn 20,19-23.

Los laicos, testigos de la misericordia

1.- La venida del Espíritu Santo es fuente de comunión
Hemos escuchado en el texto de los Hechos de los Apóstoles que «al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar» (Hch 2,1).  «Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse» (Hch 2,4). He aquí la manifestación de la comunión que el Espíritu Santo trae. Esto es lo contrario de la Torre de Babel donde no se entendían. Aquí hablando diversas lenguas el Espíritu les permite entenderse, habiendo sintonía y comunión entre los hermanos.

Hablan un mismo lenguaje, que no una misma lengua. El texto describe prácticamente todos los pueblos conocidos en ese momento en el entorno: «medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también cretenses y árabes, y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua » (Hch 2, 9-11). Pero el Espíritu les hace hablar un mismo lenguaje: el del amor, el de la comunión, el de la comprensión.

Eso es lo que el Espíritu Santo quiere en esta fiesta de Pentecostés para todos nosotros. Como dice san Pablo: «Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu» (1 Co 12, 12- 3).

En la Iglesia hay muchos carismas, movimientos, asociaciones, confraternidades, grupos eclesiales; pero todos bebemos de la misma fuente, del mismo Espíritu. Formamos un cuerpo armónico gracias al Espíritu. Cada uno tiene su función: los ojos tienen la misión de ver, el corazón para distribuir la sangre, los pulmones para recibir el aire, respirar y aportar oxígeno; cada órgano del cuerpo tiene su función.

Cada uno de vosotros, queridos fieles, tiene una misión; y si no la hacemos no la hará nadie por nosotros. Cada grupo al que pertenecéis tiene una misión; y si no la hace no la hará otro grupo ni otro movimiento ni otra asociación.

El Espíritu os ha suscitado para el bien común y para la unidad. Es importante celebrar juntos esta fiesta, es importante vernos, conocernos mejor, compartir lo que somos y lo que hacemos en la Iglesia. Es la fiesta de la unidad eclesial, la fiesta de la comunión.

El Señor no quiere que pensemos todos igual, ni que hagamos lo mismo. Debe haber diferencia entre nosotros, pero quiere que hablemos el mismo lenguaje de amor y de comunión, el lenguaje del Espíritu. De eso no estamos exentos. Y que nos sintamos cada vez más Iglesia diocesana e Iglesia universal.

Queridos fieles, a la Iglesia universal no se pertenece prescindiendo de la Iglesia particular diocesana. Uno pertenece a la Iglesia universal en cuanto pertenece como miembro a su iglesia particular. Las iglesias particulares o diócesis son porciones del pueblo de Dios presididas por un obispo, cabeza de la Iglesia (cf. Concilio Vaticano II, Christus Dominus, 11). Siendo Iglesia en la propia diócesis soy miembro de la Iglesia universal.

A veces, hay tentaciones por parte de algunos grupos de querer prescindir incluso de la parroquia donde están viviendo. Hay que conjugar esos niveles para vivir la comunión auténtica. El centro para todos es la Eucaristía.

2.- El viento, signo de la presencia del Espíritu
En la fiesta de hoy, cuando estaban reunidos los Apóstoles el día de Pentecostés, hay un signo: «Se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados» (Hch 2,2).

El Espíritu Santo es descrito como viento. El mismo Jesús nos ha dicho
El evangelista Juan dice que Jesús, cuando envió a sus apóstoles, «sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 22). Dice “sopló”; es el mismo gesto que hace el obispo cuando bendice o consagra el óleo del crisma que se usa en todas las parroquias para bautizar, confirmar y para ordenar sacerdotes. Jesús les dio su aliento, su espíritu, su respiro.

El viento no se ve, pero se perciben sus efectos. Pensemos en una barca, como la Iglesia, que es empujada, animada, sostenida y avanza por el viento. Espíritu Santo lleva a la Iglesia y la dirige por donde quiere. El timonel es Cristo y sus sucesores en la silla de Pedro.

El Espíritu Santo es como el hálito que respiramos, que penetra dentro de nosotros y nos da vida. Hoy podíamos orar repitiendo las palabras “Espíritu Santo”, haciendo inspiración cuando decimos “Espíritu” y expulsando el aliento cuando decimos “Santo”. Podemos orar con esas dos palabras, para que penetre el Espíritu como fuerza y como viento dentro de nosotros mismos y nos transforme.

3. Día de la Acción Católica y del Apostolado seglar
La solemnidad de Pentecostés, en la que celebramos el Día de la Acción Católica y del Apostolado seglar, se enmarca en este año en el Jubileo de la Misericordia (cf. Obispos de la Comisión episcopal de Apostolado Seglar, Mensaje con motivo del Día de Acción Católica y del Apostolado seglar. Madrid, 15 mayo 2016).

El lema que para esta ocasión nos proponen los obispos es “Los laicos testigos de la misericordia”. El anuncio de la misericordia de Dios forma parte de la misión encomendada, como nos dice el papa Francisco: “La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona. La Esposa de Cristo hace suyo el comportamiento del Hijo de Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir ninguno. En nuestro tiempo, en el que la Iglesia está comprometida en la nueva evangelización, el tema de la misericordia exige ser propuesto una vez más con nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral. Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre” (Misericordiae vultus, 12).

Estamos llamados como fieles cristianos, laicos, consagrados o sacerdotes a vivir la misericordia de Dios Padre y a ser testigos de ella,  cada uno en su ambiente; pero debemos testimoniarlo. Para ello necesitamos primero experimentarla en carne propia. Hemos de abatir el orgullo y ser más humildes reconociendo nuestra miseria, para que el Señor sea misericordioso y se compadezca de ella. Después nosotros podremos compadecernos de la miseria de los demás: miseria de pecado, miseria de necesidades elementales, físicas, espirituales o corporales.

4.- Las asociaciones y movimientos eclesiales, promotores de la misericordia
El Papa pide a toda la Iglesia, y de modo especial a las asociaciones y movimientos laicales, que seamos capaces de expresar y trasmitir la misericordia del Padre: “En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia” (Papa Francisco, Misericordiae vultus, 12). ¡Que vuestros grupos, asociaciones y movimientos sean verdaderos oasis de misericordia! “Vivir de misericordia nos hace misioneros de la misericordia, y ser misioneros nos permite crecer cada vez más en la misericordia de Dios” (Francisco, Audiencia jubilar. Vaticano, 30.01.2016).

San Juan Pablo II nos recordaba que “la Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia” (Dives in misericordia, 13).

Las asociaciones y movimientos de Apostolado Seglar deben ayudar a sus miembros y militantes a experimentar y acoger el don la misericordia de Dios, favoreciendo la escucha y la meditación de la Palabra de Dios, cuidando del sacramento de la penitencia y promoviendo las obras de misericordia corporales y espirituales (cf. Francisco, Mensaje para la Cuaresma de 2016).

Uno de los grandes retos del laicado, en este año, es tomar conciencia de las obras de misericordia en su apostolado y potenciarlas con decisión, como exhortaba el papa Juan Pablo II: “La caridad con el prójimo, en las formas antiguas y siempre nuevas de las obras de misericordia corporal y espiritual, representa el contenido más inmediato, común y habitual de aquella animación cristiana del orden temporal, que constituye el compromiso específico de los fieles laicos” (Christifideles laici, 41). Estáis llamados a transformar el mundo según el Evangelio.

Damos gracias a Dios, en este día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, por tantos fieles laicos, que, en las diócesis españolas, y de un modo especial en la nuestra, son auténticos testigos de la misericordia. Testigos del Evangelio que con la Luz de Cristo transforman la vida social, cultural, familiar donde se encuentran.

Quiero agradecer también no sólo a vosotros, queridos fieles cristianos, sino a los sacerdotes que hoy se han unido a esta concelebración, que se preocupan y colaboran conmigo en el campo del apostolado seglar. Gracias por vuestra presencia, queridos sacerdotes, por vuestro entusiasmo y colaboración; por la animación que hacéis en la nuestra Diócesis. Entre todos debemos seguir caminando en esta línea que nos marcan los papas y, en este momento concreto, el papa Francisco.
Pedimos a la Santísima Virgen María, Madre de misericordia, que nos ayude en nuestro testimonio cristiano, para transformar la sociedad a la luz del Evangelio. Amén. 

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