Durante todo este año venimos celebrando, con una serie de actos, el Centenario de la muerte del Hermano Carlos de Foucauld. Su vida estuvo marcada por lo que conocemos como la espiritualidad de Nazaret, una vida escondida, cotidiana y ordinaria como la de la mayor parte de nuestra gente y como lo fue la de la familia de Nazaret. A través del apostolado de la bondad él se hizo todo para todos e intuyó que es amando a los otros como se aprende a amar a Dios. Buscó siempre una cercanía fraterna y solidaria con los más pobres y abandonados, lo que le hizo entender que, a fin de cuentas, son precisamente ellos los que nos evangelizan y nos ayudan a crecer en humanidad. Dos grandes búsquedas marcarán su vida: la de vivir en presencia de Jesús (presente en la Eucaristía, el Evangelio y los pobres) y la búsqueda de vivir este amor loco de Dios por los hombres. Con los años surgieron una serie de grupos de laicos, de sacerdotes, de religiosos inspirados por esta espiritualidad. Varios de estos grupos están presentes en nuestra diócesis de Málaga desde hace años.