DiócesisHomilías Jornada por la Familia y por la Vida (Catedral-Málaga) Publicado: 30/12/2012: 7151 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de la Jornada por la Familia y por la Vida en la Catedral-Málaga el 25 de diciembre de 2012 JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA (Catedral-Málaga, 30 diciembre 2012) Lecturas: Eclo 3, 2-6.12-14; Sal 127; Col 3, 12-21; Lc 2, 41-52. Educar la fe en familia 1.- En esta fiesta litúrgica de la Sagrada Familia se nos recuerda que el Hijo de Dios se hizo hombre y nació en el seno de una familia. Jesús crecía como persona humana, como hemos escuchado en el evangelio: «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52). Es en el ambiente familiar donde el hombre crece armónicamente, tanto en su dimensión física-corporal como en su dimensión cultural y espiritual. Los padres nos alimentan en ambos sentidos: nos nutren con el alimento corporal y nos educan con el alimento espiritual; nos ofrecen los elementos necesarios para desarrollar nuestro cuerpo y nos transmiten también los valores eternos. Los padres son para sus hijos “educadores en la fe”. El Maestro de la humanidad, Jesús, supo vivir como miembro de una familia humana: «Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos» (Lc 2, 51). No tuvo inconveniente en aceptar la autoridad paterna terrena, siendo Dios. 2.- El evangelio de hoy nos narra que cuando los padres de Jesús encontraron a su Hijo en el templo, hablando con los doctores de la Ley, quedaron sorprendidos; su madre le dijo con cierto tono de reproche: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando» (Lc 2, 48). Pero Jesús les responde apelando a la gran misión, que el Padre del cielo le había encomendado: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» (Lc 2, 49). La sujeción de Jesús a la autoridad de los padres terrenos no le impide ser fiel a la voluntad del Padre Dios. Jesús vive una auténtica existencia humana de forma filial, aceptando la voluntad del Padre como fin absoluto de su vida. Él siempre busca hacer la voluntad del Padre, que es su alimento (cf. Jn 4, 34). Los padres de Jesús, aunque no comprendieron la respuesta que les dio (cf. Lc 2, 50), aceptaron la decisión del Hijo y la conservaron en su corazón (cf. Lc 2, 51). Queridos padres, cuando alguno de vuestros hijos os comunique que debe seguir su vocación, sea en la vida de especial consagración o en la misión laical, no os opongáis; aceptad, más bien, que vuestro hijo debe seguir la llamada del Señor a servirle en los hombres. Los miembros de las familias cristianas, como hijos de Dios, tienen una vocación transcendente y deben buscar la voluntad de Dios como fin absoluto, como hacía Jesús con su Padre del cielo. La familia cristiana debe ser el hábitat, donde la vocación cristiana bautismal se desarrolle y madure; debe ser también semillero de vocaciones a la vida de especial consagración. Los padres deben apreciar la vida sacerdotal y consagrada, y enseñar a sus hijos a valorarla y amarla. En vez de retenerlos para sí, de impedirles el desarrollo de su vocación, de pedirles que sigan la vocación de los padres, o de dirigirles hacia otras profesiones, los padres deben ser muy respetuosos con sus hijos y animarles a plantearse la vocación a la que el Señor le llama a cada uno, y a cuestionarse también la posibilidad de la vocación consagrada. 3.- Esta fiesta de hoy nos ofrece la ocasión de reflexionar sobre la familia como pieza fundamental y básica de la sociedad, sobre todo en esta época en la que resulta más necesario promover su consolidación, ya que está siendo tan vituperada. La Sagrada Familia es el hogar santo donde José, María y Jesús nos enseñan, con su vida silenciosa y humilde, la dignidad de la persona humana y el valor de la familia. La institución familiar es de origen divino y se constituye a partir del matrimonio entre un hombre y una mujer. La familia es, pues, el ámbito natural, querido por Dios desde el principio de la humanidad, para la procreación de la vida y para la educación de los seres humanos, como personas libres y sujetos de responsabilidad moral. La familia es un proyecto de Dios, que revela el misterio de comunión de la divinidad: un único Dios y tres divinas personas, una verdadera comunión de amor interpersonal. La Trinidad es el modelo máximo de toda familia. Dios quiso crear el ser humano a su imagen y semejanza: «A imagen de Dios los creó, -dice el Génesis- varón y mujer los creó» (Gn 1, 27). La procreación humana es, por tanto, participación del varón y de la mujer en la obra creadora de Dios. Ahí es donde la familia tiene su origen. Por eso la dignidad de la persona humana exige unos derechos, que comienzan en el mismo instante de su concepción. El ser humano tiene derecho a tener padre y madre, a vivir en la comunidad familiar de amor, que es el ámbito natural de su crecimiento y de su maduración como persona. Como nos ha dicho san Pablo en la segunda lectura, es necesario revestirse del amor para vivir la comunión: «Revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección» (Col 3,14). 4.- En coincidencia con la fiesta de la Sagrada Familia, la Iglesia recuerda cada año la Jornada de la Familia, que este año tiene por lema: “Educar la fe en familia”. Este lema nos recuerda la vital importancia de la familia en la “educación de la fe” y la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre, de un modo especial en este Año de la fe. La familia es el ámbito natural, donde es acogida la fe, y la que contribuye de una manera especial a su desarrollo. En ella se dan los primeros pasos de la educación de la fe, donde los hijos oyen por primera vez hablar de Dios, del amor; y aprenden a quererlo con el ejemplo de sus padres. El testimonio de los padres marca un tenor de vida en todos los ámbitos de la existencia humana. Así, la familia es el “lugar” privilegiado, donde se realiza la unión de la fe con la vida, a partir del despertar religioso. La familia vive la fe de sus miembros y participa en las diversas etapas de formación y desarrollo de la vida cristiana. El primer fundamento de una pastoral familiar renovada es la vivencia intensa de la iniciación cristiana (cf. CLXXXI Asamblea Plenaria, Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España, 22). La iniciación cristiana es un objetivo y una tarea primordial en nuestra iglesia particular. Los padres educan a sus hijos y caminan con ellos, mientras realizan el aprendizaje de la vida cristiana y entran en la comunión de la Iglesia, para ser en ella adoradores del Padre y testigos del Dios vivo. La familia se convierte, de este modo, en el primer transmisor de la fe; nadie debe adelantarse ni suplir la misión de la familia en la transmisión de la fe; deben ser los padres los primeros educadores de la fe de sus hijos. Ésta fe, como nos recuerda el papa Benedicto XVI, “crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo” (Benedicto XVI, Porta fidei, 7). 5.- La transmisión de la fe ha encontrado siempre un lugar natural en la familia (cf. Asamblea del Sínodo de los Obispos de 2012, Mensaje final al Pueblo de Dios, 7). Pero hoy asistimos, por desgracia, a una desvalorización del papel de la familia en este campo, debido a múltiples factores. No podemos dar por supuesto la vivencia de la fe cristiana en muchos hogares cristianos. Por esto queremos animar a las familias a ocupar su puesto primordial en la transmisión de la fe, a pesar de las dificultades y crisis, por las que atraviesan. La nueva evangelización debe ir dirigida de manera primera y prioritaria a la familia, como la realidad a la que más han afectado los cambios sociales y la poca valoración de la fe. Invoquemos en nuestra celebración al Espíritu Santo, para que cada familia, arraigada en Cristo, sea fuente viva de fe, signo vivo del amor de Dios y germen fecundo de la nueva evangelización, en este mundo que necesita esperar y confiar en Dios. ¡Que la Santísima Virgen María, modelo de fe y madre de los creyentes, sea una valiosa ayuda en la vivencia y en el testimonio de la fe! Amén. Más artículos de: Homilías Pentecostés. 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