DiócesisHomilías Jornada diocesana de Pastoral de la Salud (Hermanas Hospitalarias-Málaga) Publicado: 07/02/2015: 292 Jornada diocesana de Pastoral de la Salud, celebrada en las Hermanas Hospitalarias de Málaga el 7 de febrero de 2015. JORNADA DIOCESANA DE PASTORAL DE LA SALUD (Hermanas Hospitalarias - Málaga, 7 febrero 2015) Lecturas: Heb 13, 15-17.20-21; Sal 22; Mc 6, 30-34. 1.- Descansar con el Señor El Señor nos convoca para estar con Él, como nos ha dicho el texto del evangelio de hoy. El Señor invita a sus apóstoles: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco» (Mc 6, 31). Hoy es un día de encuentro, de retiro, reflexión y descanso con el Señor. Hay que agradecerle que Él nos anime, de vez en cuando, a estar con Él para después saber mirar como Él. “Estar con Él para mirar como Él”. En la Jornada de hoy este es el lema o "leitmotiv". Pero ¿es posible mirar con la mirada del Señor cuando nuestra mirada no es la misma, pues a veces está turbia y no siempre tiene buena intención? Más aún, incluso teniéndola limpia, sin darnos cuenta, nuestro egoísmo puede poner otras motivaciones. A pesar de todo, el Señor es capaz de limpiar nuestra mirada, de transformarla desde dentro para que, al final, miremos como Él, pensemos como Él y tratemos al enfermo como Él. Por tanto, es posible tener una mirada nueva y con un corazón como el suyo. Esta Jornada pretende agradecer al Señor tantas cosas, tantos dones, incluso el que nos permita estar y acercarnos al enfermo. Es un don del Señor, si no lo fuera podríamos pensar que todo depende de nosotros, pues nosotros somos los protagonistas, somos los que damos calor, los que damos compañía... Y al final, resulta que no, que hasta recibimos del otro, del que visitamos, mucho más de lo que le damos. El Señor nos permite estar al lado del enfermo, nos permite acompañarlo, nos permite acercarnos a Él. Y si está dentro de nosotros lo haremos como Él, con su mirada, con su estilo, con su corazón. Demos gracias a Dios por este encuentro, por esta Jornada diocesana y pidámosle que sea Él el que vaya transformando nuestra mirada, nuestro corazón, nuestras intenciones, nuestras motivaciones... para que vayamos asemejándonos cada vez más a Él. En el texto de la carta a los Hebreos, que se ha proclamado, encontramos, en sentido telegráfico, como cinco flashes. Son cinco frases que, con sus cinco verbos, piden cinco acciones. Hay que ver cuánta riqueza encierra una lectura tan corta. Las meditamos según el orden en el que aparecen en el texto: 2.- Confesar el nombre de Jesús: sacrificio de alabanza «Por medio de él, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre» (Heb 13, 15). Y estamos aquí para confesar el nombre de Jesús, para alabarlo, para decir que somos cristianos, que queremos seguirle, que queremos mirar con su mirada. Lo que hacemos no es fruto de otras motivaciones, no buscamos que me vean, ni sentirnos bien... El sentido final es alabar, confesar el nombre de Jesús. 3.- Hacer el bien: sacrificio de alabanza «No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios» (Heb 13, 16). Dentro de poco empezaremos la Cuaresma y comenzaremos los tradicionales sacrificios. Está bien vivir la cuaresma con espíritu de sacrificio, de renuncia a las cosas que nos gustan y que son buenas; pero el sacrificio de alabanza que quiere el Señor es hacer el bien. Y como voluntarios de la pastoral de la salud hacéis el bien y ese es el sacrificio que al Señor le gusta y quiere. Hacer el bien. Es verdad que luego recibimos mucho bien, pero inicialmente hemos de salir de nosotros mismos para hacer el bien. ¡Qué mejor campo que acoger a Cristo en el enfermo! Como dice el papa Francisco: "acercarse a la carne enferma de Cristo". Hacer el bien a Cristo enfermo, a Cristo en los enfermos. ¡Tenemos que dar gracias a Dios, pues esto es precioso! El Señor nos regala la felicidad de poder visitarlo en los enfermos. 4.- Obedecer a los pastores «Obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse, cosa que no os aprovecharía» (Heb 13, 17). Obedeced a vuestros pastores, esto creo que os cuesta menos. Se supone que los pastores, sobre todo los sacerdotes ordenados para el orden sagrado, damos lo mejor para todos. Cuando hacemos o decimos alguna orientación no es por puro capricho, es por el bien de la comunidad y por el bien de la Iglesia particular en la que estamos, por el bien de la Iglesia universal a la que pertenecemos todos. Hay que fiarse un poco más de los pastores, no tener en los labios la crítica hacia los sacerdotes, los párrocos, los obispos. Fijaos en la carta a los Hebreos si es antigua y desde entonces nos dice que obedezcamos y nos sometamos a nuestros guías y pastores, esto hace ya más de dos mil años. 5.- Cumplir la voluntad de Dios «Que el Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, Jesús Señor nuestro, en virtud de la sangre de la alianza eterna –Hace un preámbulo el autor de la carta para proseguir diciendo– Os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad.» (Heb 13, 21). Todo lo que Cristo ha hecho, su ofrenda en la cruz como Sumo Sacerdote, como el Cordero que ha roto el velo del templo, que se ha rasgado a sí mismo y nos ha abierto las puertas... Todo es pura cristología. Y todo, dicho de Jesucristo, nos lo ofrece esta preciosa carta a los Hebreos, que os recomiendo leáis un día de corrido, para que veáis cómo ilumina el sentido del sacerdocio de Jesucristo, el sacrificio del único Señor. 6.- Retirarse con Jesús para retomar fuerzas Y unido a todo lo dicho, siguiendo el Evangelio, el Señor dice a los apóstoles: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco» (Mc 6, 31). El ajetreo de las gentes que iban y venían no le dejaban ni comer, ni reposar. Entonces, Jesús invita a los íntimos a ir a un lugar a parte, a un lugar tranquilo para descansar, para rezar y alabar a Dios, para compartir juntos los avatares de la vida, para disfrutar de la tranquilidad de Dios, dejando a un lado la dinámica que nos absorbe y nos saca de nosotros mismo. Hay que volver hacia dentro, hay que retornar a la compañía de Cristo Jesús, hay que estar con Él. Y eso es lo que estamos haciendo en esta Eucaristía. Volver a estar con Él. Todos los días, si es posible, dedicad un rato para la Eucaristía y para la oración, y sobre todo en la pascua dominical. Porque necesitamos estar con Él y Él nos lo pide: "Venid vosotros a solas a un lugar tranquilo para descansar un poco. Yo os animaré, os descansaré el corazón, os daré palabras que os aliente, que os den alegría para que no desfallezcáis" (cf. Mc 6, 31-32). Y eso, es como el Tabor. Donde Jesús llevó a los apóstoles para poder afrontar la muerte tan cruel y tan dura, que iba afrontar. Jesús escogió a los tres más íntimos y se los llevó allí, para transfigurarse delante de ellos, para que recobrasen fuerzas en los momentos difíciles y duros que vendrían después. En la vida hay muchos momentos duros y difíciles de encajar. Vamos a darle gracias a Dios que nos permite estar con Él. 7.- Mirada a Madre Termino retomando el inicio de la reflexión. Con Él, otra mirada es posible. Con Él, nuestro corazón se renueva. Vamos a pedirle al Señor, que nos dé su mirada y que renueve nuestro corazón y lo haga semejante al suyo. Por supuesto, no podemos olvidar la presencia de nuestra Madre. La Madre estuvo desde el momento de la concepción hasta el final, al pie de la cruz. Y la Madre está con nosotros. Estamos celebrando las oraciones, la eucología de la Virgen por ser sábado. Pues, recordar a la Madre nos hace bien, estar con Ella nos ayuda. Que Ella siga caminando con nosotros, rezando con nosotros y alabando a Dios con nosotros. Que así sea. 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