NoticiaClero Fallece el sacerdote diocesano Enrique Mancheño Publicado: 31/03/2015: 13212 A la edad de 83 años, ha fallecido el sacerdote malagueño Enrique Mancheño Román. Ordenado en 1956, sus últimos años en activo ha desempeñado su servicio en las localidades de Almargen y Marbella, concretamente en la parroquia de la Encarnación. Allí se estableció la capilla ardiente desde mediodía, mientras que el funeral está previsto para las 18.00 horas. A lo largo de su ministerio sacerdotal, Enrique Mancheño ha desempeñado diversas misiones tanto en la capital como en la provincia de Málaga. Comenzó como vicario parroquia de los Santos Mártires Ciriaco y Paula y continuó, en los primeros años de la década de los 60, como capellán de Carlos Haya y de las Hermanitas de los Pobres, labores que compaginaba con la enseñanza de la Religión en un instituto. Adscrito a las parroquias de la Santísima Trinidad y Ntra. Sra. de la Paz de Málaga, fue luego encargado de la pedanía de Navahermosa, en Sierra de Yeguas. Posteriormente, ya en la década de los 80, fue consiliario diocesano de las mujeres oficinistas de Acción Católica, para volver a Sierra de Yeguas y Navahermosa, ya como párroco desde 1986 a 1990. Hasta 1997, su labor continuó en la parroquia de Almargen. Primero como vicario parroquial y finalmente como párroco. Desde 2000, tenía el nombramiento de vicario parroquial de la parroquia de la Encarnación de Marbella. SEMBLANZA DE RVDO. ENRIQUE MANCHEÑO ROMÁN Domingo de Ramos, Pasión según San Marcos; - Don Enrique lea usted la más breve; No. Hago la completa, que por lo menos la gente escuche una vez al año todo lo que sufrió nuestro Señor. Así, todos los años, este 2015 leyendo la Pasión, su rostro se convierte en una suave sonrisa; su medico de cabecera la Dr. Adela Castañón, que participa en la celebración, lo cuida, le acaricia, y esperamos que llegue la ambulancia…En el Hospital, él ya no está; no hay dolor, ni sufrimiento, sólo le quedaba morir, y hoy, Martes Santo, al amanecer, en silencio, sin hacer ruido, él empieza la aventura eterna de la vida. Nace un 24 de abril de 1931, el mayor de 3 hermanos; pronto queda huérfano de padre; ingresa en los salesianos de Málaga y posteriormente en el Seminario Mayor de Málaga donde después de los estudios sacerdotales es ordenado sacerdote el 13 de mayo de 1956, ese día en que la Virgen bajo de los cielos, esto marcara toda su vida sacerdotal y su entrañable amor a la santísima Virgen. Don Enrique no ha echado raíces en ningún lugar, ni su corazón se ha pegado a ninguna tierra; a sido itinerante en toda la diócesis malacitana; y no ha tenido más apego que el amor a su Señor. En sus 59 años de sacerdote casi nunca ha ejercido de párroco: sólo cuatro años en Sierra Yeguas, su pueblo natal, y Navahermosa y seis años en almargen; ha sido más viñador de segundas cepas: perteneciendo casi toda su vida a ese cuerpo “sufrido” de vicarios parroquiales: estando en la parroquia de los Santos Mártires, en la de la Stma. Trinidad, y N. S. De la Paz en la ciudad de Málaga. Ser vicario parroquial es hacer lo que otros te mandan; estar disponible para sustituciones de última hora; y no buscar ningún primer sitio. “Los vicarios parroquiales nunca presiden si estamos los sres. párrocos”, así de pobre es nuestra condición. Don Enrique es feliz así y no pretende ninguna otra cosa; ningún otro sitio, ni otra dignidad que no sea la de servicio. Ha sido también capellán de la Residencia Sanitaria de Carlos Haya y de la Residencia de las Hermanitas de los Pobres en Málaga y Profesor de Religión en Málaga, misionero en África y Capellán de Emigrantes en Inglaterra…. Hay un oficio que no aparece en su biografía, y yo creo lo ha realizado con maestría: Don Enrique es consejero, oyente, paciente, confesor: testigo soy de las miles de horas sentado en el confesionario; ¡cuántos hemos recibido la misericordia de Dios a través de sus manos, de sus palabras! También conocemos su faceta de artista; preciosos cuadros, pintados en la soledad de su casa; su faceta de manitas: Don Enrique lo ha arreglado todo, absolutamente todo. Ha buscado lo que para otros era ya inservible y lo ha convertido en útil. No le gustaba mucho el ruido:” niño, me decía a mi, que jaleo: Don Enrique la catequesis: Niño cuánto ruido; Don Enrique los pésames. Niño: que puerta más grande, hay corriente…” Todas las mañanas a las 8 el bueno de Don Enrique en la parroquia, sobre las 12.30 el orante de Don Enrique en la parroquia; a las 18 horas , Don Enrique en el confesionario; todos los sábados en la Ermita del Santo Cristo , allí celebro su última misa, rodeado por el cariño de la gente del barrio alto y otros muchos feligreses que allí acudían, por desgracia, ésta, su última misa, sin el silencio y recogimiento que ella se merece: venía triste el sábado; hay cosas que Don Enrique no entendía. Don Enrique hemos estado 8 años juntos; nos hemos juntado dos nerviosos. Lo hemos hecho lo mejor que hemos sabido, y nos hemos querido. Ha servido, usted, esta parroquia con elegancia, profunda sencillez, una fe exquisita, ha aceptado de buen agrado siempre mis peticiones, que nunca han sido órdenes, sino necesidades. Nos hemos confesado juntos, usted a mi y yo a usted; gracias por sus consejos; gracias por ser cariñoso conmigo, sobretodo en mis comienzos, gracias por aceptar que soy más joven y no por eso no podamos trabajar juntos. Gracias por dejarme aprender de usted y quitarle importancia a lo que usted también le hizo sufrir. Gracias por verme llorar y consolarme. Los curas somos familia, y nos queremos. Y sabemos que por encima de todo, esta nuestro ser sacerdote. Tiene usted una familia maravillosa, sus padres y su hermana ya están con usted en el cielo. Su hermana, cuñado y sobrinos son muy buena gente, realmente encantadores, y les doy las gracias por haberme hecho esto tan fácil, y todo parecerles bien. También gracias a mis padres, que han estado tan cariñosos con la familia de Don Enrique, y con él. Hemos comido muchas veces en mi casa juntos: os quería y vosotros también a El. Y gracias, parroquia, Adoración Nocturna, cofradías, gracias a todos los que queréis a Don Enrique, gracias a los que lo habéis cuidado, invitado, a los que habéis estado atentos a él y con él. Gracias de corazón. Es deseo de la familia, que las cenizas de Don Enrique reposen en nuestro columbario parroquial. El intercede por nosotros ante Dios. Y ahora…lo que el Señor disponga, seguro que Dios dispone lo mejor.