–Acaba de celebrar un concierto benéfico en un lugar muy especial. ¿Qué le ha llevado a cantar en la residencia de las Hermanitas de los Pobres? 

–Conozco a la Superiora de Málaga, Sor Genoveva, y estudiando ambas la manera de colaborar con ellas en la medida de mis posibilidades, se nos ocurrió la idea de cantar en su casa y poder recaudar algún dinero y de camino entretener un poco a los mayores que viven allí. 

–¿Cómo se sintió al cantar delante de los ancianos que residen en este hogar? 

–Fue muy emocionante y enriquecedor a la vez. He crecido en una familia donde la figura de los mayores es respetada y admirada. Desgraciadamente hay personas que necesitan de las benditas manos de las Hermanitas para poder vivir bien cuando son mayores. Siempre que pueda, les ayudaré. 

–¿Cómo se vive la religión en su casa? 

–Supongo que como en la mayoría de las familias cristianas. Intentamos transmitir a nuestros hijos una educación basada en los valores cristianos. Para aprender a ser honrado, bueno y trabajador es más fácil si tienes a Jesucristo presente. 

–Cuando uno sufre reveses en la vida, puede atravesar momentos de incertidumbre con respecto a la fe. ¿Los ha sufrido usted? ¿Cómo se superan? 

–Por supuesto. No creo que se superen. Más bien se aprende a vivir con ellos. Son pruebas a las que te ves sometida y marcan tu paso por la vida. Enfrentarse a la realidad sólo es posible si tienes fe en la resurrección. Jesús es el ejemplo. 

–En su último trabajo discográfico hace canciones de unos versos de san Juan de la Cruz. ¿Se puede llegar a Dios cantando? 

–Se puede llegar. O al menos acercarse. En este caso se trata de una canción que mi padre hizo con unos versos de san Juan de la Cruz y que está sembrada de una simbología riquísima y muy espiritual. El ansia por alcanzar lo divino y la idea de que el alma perfecta no tiene color. La persona que creó los Carmelitas Descalzos tenía que ser alguien muy cercano a Dios. Prueba de ello son esos versos.