NoticiaCuaresma El ayuno que Dios quiere Publicado: 01/03/2012: 11869 El sacerdote diocesano Antonio Eloy Madueño nos ayuda a descifrar, una a una, las claves fundamentales de la Cuaresma. Ser conscientes de la presencia de Dios en nuestro corazón a la luz de la fe no ahorra recorrer el camino, personal o comunitariamente, a cada generación, para descubrir los ojos deseados de Dios, que tenemos dibujados en las entrañas, según la preciosa metáfora de San Juan de la Cruz. Lo que puede parecer una contrariedad, no disponer de la cobertura social de la fe para creer, sin embargo se convierte en una ventaja, pues nos acercamos a Dios sin esquemas o imágenes preconcebidas. Dios siempre es nuevo, y se nos va revelando en los acontencimientos y vivencias de nuestra vida. Por ello, cuando Jesucristo propone el ayuno como medio de conversión y apertura a Dios (cf. Mt 6, 16-18), lo sitúa, no en el plano exterior, "para que lo note la gente", sino "en lo escondido" para que sólo Dios lo perciba.Nos está indicando una manera nueva de relación y de encuentro con Dios. Asimismo nos invita a descubrir "el ayuno que Dios quiere", no el que nosotros queremos. Relacionarnos con Dios desde ahí, supone dejar qu Él tome la iniciativa, no imponer ni exigir, e incluso ni siquiera "aconsejar" según Sta. Teresa (cf.2M 1,8). Porque Dios no es un Dios pasivo, ni meramente receptivo, lo decisivo es entregarse a las exigencias del amor, entrando en toda desnudez y vacío por amor de Dios. El ayuno de nuestra voluntad, entregada a Dios, paradójicamente nos inunda de su amor, y hace de nuestra vida un ser entregado a amar. Así no es de extrañar, que el ayuno que Dios quiere, se convierta en misericordia viva, y precisamente, por misericordia y amor, llegar incluso a pasar hambre, como hacen las madres, que sin una reflexión previa, conducidas por el amor, se quitan el pan de su boca para sus pequeños.«El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, dejar libre a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no desentenderte de los tuyos» Is 58,6-7. Entonces podremos descubrir el rostro de Dios en nosotros, porque ya hemos dejado que nos habite su misericordia, y escuchar el lenguaje y la voz del callado amor. Autor: Antonio Eloy Madueño