NoticiaColaboración De pandemia a bendición Publicado: 05/11/2020: 17169 El Dr. José Rosado, médico acreditado en adicciones, escribe sobre los derroteros interiores a los que lleva la progresión del covid y la carencia de respuestas terapéuticas definitivas. Estos tiempos del covid-19 no ofrecen horizontes positivos ni alegres pronósticos porque, aunque la etiología es conocida, los factores condicionantes, coadyuvantes y precipitantes se encuentran enraizados en la sociedad actual, y conforman un escenario donde el virus encuentra todo lo necesario para disfrutar de una supervivencia óptima, y de una manera rápida se ha hecho protagonista y ha impuesto un significativo cambio de costumbres y hábitos que propician nuevas orientaciones y valores existenciales: ha organizado un sistema de vida y bajo su imperio nos domina y controla. En esta situación de desolación y confusión, con la mente hipotecada por temores, miedo y angustias, y ante la progresión sistemática de la enfermedad y la carencia de respuestas terapéuticas, la persona se encuentra en una situación de impotencia y toma conciencia de su pobreza. ¿Hacia dónde dirigirse? Decide, como única salida, refugiarse en sí misma, y en una angustiosa petición de auxilio a la esperanza que aún le resta, inicia un proceso de introspección en busca de posibles alternativas; hollando este camino, se sorprende cuando sus ideas, pensamientos y sentimientos los puede contemplar como en un escenario, incluso su propio cuerpo en el proceso de autoscopia (yo vigilante), como un espectador, y aunque los considera como propios y sabe que le pertenecen, no se identifica con ellos, con su yo, y al poder analizar, controlar y modificar estos movimientos interiores, discierne que es algo más que un cuerpo y una mente; un algo que le hace ser y existir como entidad única, irrepetible (ADN), con voluntad libre, independiente y autónomo. Esta búsqueda argumentada de su identidad es la que provoca una expansión de la conciencia que la hace conocer unas dimensiones sin referencias de tiempos ni espacios, desde la que le llegan noticias que le hacen experimentar sensaciones de paz, alegrías, gozos y libertades, y también fuertes deseos de permanencia e inmortalidades que van más allá de ella misma y superan sin medida los tiempos biológicos. Es la razón, cualidad suprema, la que asume la función de investigar el origen de estas trascendencias, pero utilizando todos sus recursos, no logra descubrir a su autor… y llega a sus límites. Es una situación de singular desorientación que, a manera de propedéutica, abre la puerta al horror vacui. Es entonces cuando una poderosa y singular fuerza, que nace de manera inefable de su interior y que no cesa de aumentar, la seduce de tal manera que, superando todas las dificultades, le aporta específicos indicios y señales de una verdad que, grabada en su hondón, pugna por hacerse presente… porque “el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar”. Y es que Dios, cuando decidió crear al hombre, como no tenía a nadie en que fijarse, se “copió a sí mismo” y lo hizo a su imagen y semejanza, por eso la imagen de Dios está presente en cada ser humano. Es ahora cuando la fe interviene e, iluminando a la razón, la sublima y la hace “capaz de Dios”, y otra historia protagoniza la experiencia humana. Pero Dios, que “siempre da puntadas con hilos divinos”, previamente hacia creado el universo, como un paraíso al que nada le falta ni nada le sobra, y específico para el ser humano, y le entregó las llaves para que lo gozara y le hizo dueño y señor de todo lo creado, pues “vio que todo estaba muy bien”. Tiene la singularidad que todo lo que existe y sucede, tiene la impronta divina que certifica que es, sin excepciones, para el bien del hombre. El universo es la manifestación del amor de Dios y se encuentra orientado en todos sus elementos y acontecimientos para que el hombre llegue a su plenitud. La creación en su totalidad es una estructura de amor al servicio del hombre. El universo respira Amor y así cualquier acontecimiento, la providencia la permite porque es una oportunidad selectiva para que el hombre descubra su significado de amor, y en el ejercicio de su libertad verdadera, libre para el bien, lo convierta en una bendición que conforma un acercamiento a Dios y lo hace más de Dios y más en Dios. Dotada de un alma “espiritual e inmortal” la persona es la “única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma”. Desde su concepción está destinada a la bienaventuranza eterna. La pandemia es el mensaje del amor de Dios para que recordemos y experimentemos que somos “su imagen y semejanza” José Rosado Ruiz