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Mirad que subimos a Jerusalén

Publicado: 13/04/2011: 1215

Estas palabras de Jesús nos invitan a adentrarnos en el misterio cristiano: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. En los oficios del jueves, la Palabra de Dios y los ritos nos llevan a acompañar a Jesús en “su hora”.

Es la hora de Dios, cuando a través de gestos en apariencia sencillos como el lavatorio de los pies y la institución de la Eucaristía, vislumbramos el misterio de Dios Amor. Un amor que ha salido a nuestro encuentro y se nos ha revelado “hasta el extremo” en Jesús; un amor contagioso, que nos saca de la esclavitud del individualismo para sumergirnos en la esfera divina, que ha irrumpido en nuestro mundo y ha roto todas las cadenas.

El viernes escucharemos en los labios de Jesús un grito de abandono (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?), que pone en la presencia de  Dios el grito de angustia de la humanidad atormentada por la ausencia de Dios y la violencia del mal. Porque Jesús, el Dios crucificado, ha cargado con el pecado del hombre para liberarnos de él. En Jesús, el amor ha vencido a todos los odios y traiciones.

Y el sábado por la noche, la Vigilia Pascual nos irá llevando de la mano para que contemplemos el amor luminoso de Dios, presente en la historia humana. Ahora, con la resurrección, podremos contemplar que un mundo nuevo ha irrumpido ya en la historia; porque se ha producido un salto cualitativo en la evolución del universo y el hombre ha entrado en el seno de la Santísima Trinidad. Esa Vida que nos da el Resucitado es el lado oculto y misterioso de una historia nueva, en la que Dios se ha unido definitivamente al hombre. 

Artículo de Juan Antonio Paredes para la revista "Diócesis"

Autor: diocesismalaga.es

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