DiócesisHomilías

Inmaculada Concepción de la Virgen María (Catedral-Málaga)

Publicado: 08/12/2022: 2842

Homilía pronunciada por Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía celebrada en la Catedral de Málaga en la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

(Catedral-Málaga, 8 diciembre 2022)

Lecturas: Gn 3, 9-15.20; Sal 97, 1-4; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1, 26-38.

María, prototipo de la nueva humanidad

1.- El pecado de nuestros primeros padres

Al inicio de la humanidad, tras el pecado de nuestros primeros padres, el Señor Dios mantiene un diálogo con ellos para hacerles ver que han actuado mal. Ante la respuesta esquiva de Adán, el Señor le pregunta: «¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?» (Gn 3, 11).

Adán y Eva no tienen más remedio que aceptar que han pecado, comiendo del fruto prohibido. Adán responde: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí» (Gn 3, 12); y la mujer confiesa: «La serpiente me sedujo y comí» (Gn 3, 13).

Pero el Señor Dios les hace una promesa de salvación: «Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; ésta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón» (Gn 3, 15).

Si por Eva entró el pecado en el mundo, por María Inmaculada nos llega la salvación. La Virgen María, sin mancha ni pecado, es prototipo de la nueva humanidad redimida.

2.- El paso de la esclavitud a la libertad

El pecado original esclavizó a nuestros primeros padres y a toda su descendencia, también a nosotros; pero Dios anuncia su liberación mediante la descendencia de la mujer. El vástago que nacerá será Cristo Salvador y la Mujer será la Virgen Inmaculada.

Gracias a la obra redentora de Jesucristo, nacido de María, la humanidad ha pasado de la esclavitud a la libertad. ¡Demos gracias a Dios por esta magnífica obra salvífica! Y agradezcamos a María su participación en este sagrado misterio de salvación. Ella es la primera redimida y modelo de la humanidad liberada.

Como dice san Andrés de Creta, Cristo es el fin de la ley y nos hace pasar de la esclavitud de esta ley a la libertad del espíritu. Jesucristo “como supremo legislador da cumplimiento a su misión, transformando en espíritu la letra de la ley. De este modo hacía que todas las cosas lo tuviesen a él por cabeza. La gracia es la que da vida a la ley y, por esto, es superior a la misma, y de la unión de ambas resulta un conjunto armonioso” (Sermón 1).

Queridos fieles, se nos exhorta a vivir libres, abandonando la esclavitud y el yugo del pecado y de la ley. María ha vivido plenamente libre y es modelo y prototipo de toda la humanidad.

Contemplando ya cerca el nacimiento del Señor de la mano de la Inmaculada, su Madre, percibimos el amor de Dios, cuyo Hijo se anonada, se encarna y diviniza al hombre.

3.- La nueva humanidad

Tras las tinieblas, que trae el pecado de Adán, llega la Luz de Cristo, que sustituye la tiranía de la ley por la libertad del espíritu. La fiesta de la Inmaculada Concepción representa el tránsito de la noche oscura al día luminoso, sustituyendo lo antiguo por lo nuevo. Nace la nueva humanidad, cuyo modelo y prototipo es la Virgen María; el Señor realizará en nosotros lo que realizó en María con la diferencia de que Ella no cayó en el pecado, pero nosotros caímos y fuimos levantados por la mano del Señor, como dice el himno de Laudes.

La creación entera rebosa de alegría y se llena de luz divina. El ser humano queda iluminado y renace a una nueva vida. Cielo y tierra se unen en esta celebración.

La Virgen Inmaculada responde al ángel Gabriel: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38), aceptando la maternidad divina. Ella es el santuario del Creador, que renueva y recrea el mundo haciéndolo más digno, más hermoso y más divinizado. La Virgen, nueva Eva, redimida y exenta de pecado, acoge en su seno al Hijo de Dios, quien como nuevo Adán renueva todas las cosas.

Por eso decimos con el Salmo: «Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas» (Sal 97,1).

4.- María, primicia de la redención

La Virgen Inmaculada es la primicia de nuestra naturaleza salvada y de nuestra redención, que anuncia la plena reparación del género humano; somos regenerados por la gracia; somos hombres nuevos con María.

San Andrés de Creta nos recuerda: “Hoy se pone de manifiesto la riqueza de la virginidad, y la Iglesia, como para las bodas, se embellece con la perla inviolada de la verdadera pureza. Hoy la humanidad, en todo el resplandor de su nobleza inmaculada, recibe el don de su primera formación por las manos divinas y reencuentra su antigua belleza”.

La humanidad ha sido creada bella por Dios; pero el pecado ha emborronado la belleza del ser humano. Y Cristo, con su muerte y resurrección, vuelve a darnos la hermosura perdida. ¡Alegrémonos! La Virgen María, la “llena de gracia”, obtuvo por gracia la belleza sin par; y todos los demás estamos llamados a la regeneración, al re-embellecimiento.

Las sombras del pecado habían oscurecido el esplendor de la naturaleza humana, pero recobra su belleza en María Inmaculada, que es esculpida como modelo perfecto y digno de Dios. La Virgen es una perfecta restauración de la humanidad, que nos da la esperanza de ser renovados, embellecidos y divinizados.

5.- Colación del ministerio de “lector”

Queridos seminaristas, candidatos al ministerio de lector y de acólito, la Inmaculada Concepción es nuestro modelo de cómo acoger al Verbo Encarnado, Palabra eterna que entra en la historia, que nos habla de parte de Dios y renueva la humanidad.

Vuestro ministerio de proclamar la Palabra de Dios (lector) y ayudar en la liturgia, sobre todo eucarística (acólito), debéis ejercerlo desde el corazón, leyendo la Palabra de Dios, acogiéndola en vuestro corazón, meditándola con sabiduría y proclamándola con sinceridad y coherencia. De ese modo podréis contribuir a la renovación de la humanidad, a ejemplo de la Virgen Inmaculada.

Habéis sido llamados, queridos candidatos, Juan-Alfredo, Juan-Carlos, Antonio, José-Francisco, Feliciano, José-Ignacio y Javier, para recibir estos ministerios, que vais a ejercer proclamando la Palabra divina y ayudando en el altar.

Agradeciendo a Dios este regalo que se os confía, pedimos al Señor que os mantenga fieles en el ejercicio de estos ministerios. Toda la comunidad cristiana rezamos por ellos, para que se mantengan con gozo y fidelidad en el ejercicio de estos ministerios.

Unidos a la oración del apóstol Pablo, podemos decir: «Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos» (Ef 1, 3).

Pedimos al Señor que la Inmaculada Concepción sea para nosotros y para toda la humanidad prototipo y ejemplo de respuesta a Dios, que recrea todas las cosas en Cristo, su Hijo amado. Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo