DiócesisHomilías Clausura de la visita pastoral al arciprestazgo de Álora (Convento Virgen de Flores-Álora) Publicado: 28/06/2015: 289 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la clausura de la visita pastoral al arciprestazgo de Álora, celebrada en el Convento Virgen de Flores, en Álora, el 28 de junio de 2015. CLAUSURA DE LA VISITA PASTORAL AL ARCIPRESTAZGO DE ÁLORA (Convento Virgen Flores-Álora, 28 junio 2015) Lecturas: Sb 1, 13-15; 2, 23-24; Sal 29, 2-6.11-13; 2 Co 8,7.9.13-15; Mc 5, 21-43. (Domingo Ordinario XIII – B) 1.- Conclusión de la Visita pastoral al Arciprestazgo de Álora. Estamos celebrando el broche de oro final de la Visita pastoral. Este broche de oro queremos hacerlo a los pies de la Virgen de Flores, en el Santuario de Álora. Según me decía D. Francisco, este Santuario es de la época de los Reyes Católicos. Esto ha sido un lugar de fe, un lugar de oración, un lugar donde acudir a la Virgen para vivir cada día mejor. En cada época, los cristianos han venido a los pies de María a pedir su intercesión. En el arciprestazgo, actualmente, tenemos otros santuarios o ermitas, como la de Cártama. Pero, significativamente, hemos querido celebrar esta clausura de la Visita pastoral aquí hoy. Este es el broche de oro de la Visita y estáis aquí los participantes de distintas comunidades cristianas, la mayoría de vosotros con responsabilidad de colaboración en la catequesis y en las diversas actividades de la parroquia. El Señor nos convoca como un signo eclesial de comunión. Podíamos haber terminado con una celebración en cada parroquia, pero hicimos un gesto de apertura porque queríamos significar que el arciprestazgo tiene su unidad eclesial. El arciprestazgo lo forma un grupo de sacerdotes, coordinados por el arcipreste, con una tarea común, con una coordinación de criterios pastorales. Por supuesto, la diócesis es el marco más amplio, pero quiero remarcar la importancia del arciprestazgo. A los arciprestes, en estos últimos años, les he conferido delegaciones especiales que hasta ahora no tenían; por ejemplo, la de confirmar, algo que solían hacer solo los vicarios episcopales; pero la Iglesia también llama vicarios foráneos a los arciprestes. He querido resaltar el arciprestazgo como unidad pastoral de coordinación; en primer lugar, entre los sacerdotes y, en segundo lugar, también entre los fieles que colaboran en las distintas parroquias. En la oración colecta, que hemos rezado al inicio, hemos dicho al Señor: «Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz, concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de la verdad». Hemos sido hechos cristianos, hemos sido bautizados, se nos regaló en el bautismo la luz de la fe, de la esperanza y del amor. Por tanto, hemos de ser personas de fe, de esperanza y de amor. Eso es lo que nos toca a los cristianos hoy. Hemos de ser luz en nuestra sociedad. Pedimos a Dios que nos conceda vivir como verdaderos cristianos, que reciben la luz del Evangelio y la transmiten a todo el mundo. 2.- El hombre, creado para la inmortalidad. En este broche final de la Visita pastoral quería invitaros, precisamente a eso, a que seáis luz como personas de fe, como personas de esperanza, como personas de amor. ¿Por qué personas de esperanza? Porque hemos sido llamados a la inmortalidad. Así nos lo ha recordado la lectura del libro de la Sabiduría. El hombre ha sido creado a imagen de Dios para vivir la inmortalidad: «Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo a imagen de su propio ser» (Sb 2, 23). En una sociedad que no quiere creer en el más allá, hemos de ser hombres de esperanza, testigos de la resurrección; personas que no se quedan con lo que hay aquí, en el mundo; cristianos que saben transcender la inmanencia y la temporalidad e ir más allá de lo que se ve. Eso nos lo ofrece la fe y la esperanza. 3.- Jesucristo, salud de los enfermos. Hombres de esperanza y de fe porque, como hemos visto en el Evangelio, hay dos mujeres, dos personajes, que nos dan testimonio de ello. Una mujer adulta, mayor, enferma, con una enfermedad que, en aquella época, le prohibía tener contacto físico con las demás personas, porque creían que el flujo de sangre hacía a la mujer impura (cf. Mc 5, 25). Incluso, si tocaba objetos, los hacía impuros y no se podían usar, como vasos, cosas de casa o las cosas del templo. Y quien se acercaba a ella, era como quien se acercaba a un enfermo o a un moribundo, quedaba impuro. Eso era condenar a una mujer al ostracismo, condenarla en vida, prohibirle el acceso a la comunidad, el acceso a la relación entre personas y, encima, estaba desahuciada por los médicos. Así que, en vida, era como si estuviera muerta. La otra mujer es una niña, una niña moribunda. La mujer adulta que padecía flujos de sangre no estaba moribunda, pero estaba como muerta, según la mentalidad de entonces. La niña estaba luchando entre la vida y la muerte. En el primer caso, la mujer, la protagonista, no tenía inconveniente en acercarse a Jesús, aun teniendo prohibido acercarse y tocar a nadie. Esta mujer se armó de valor y no sólo se acercó, sino que tocó a Jesús como una mujer de fe y de esperanza, pensando que, con tan solo tocarle, se curaría. Se salta la norma, la legalidad, se acerca a Jesús y le toca sin que Él se entere, pero Jesús percibe que, de Él, ha salido una fuerza de sanación, una energía salvadora. En el caso de la niña, está en cama, no puede moverse y está moribunda, por lo que no puede acercarse a nadie. Pero su padre se acerca a Jesús, por ella. Un hombre bien considerado en la sociedad, pero no tuvo inconveniente, ni vergüenza para, siendo un hombre público y honorado, acercarse y pedir al Señor, de rodilla, que curase a su hija. Le importan poco los comentarios, le importa más su hija. 4.- Jesucristo, vida de los hombres. Otro dato significativo de las dos mujeres es que las dos están relacionadas con el número doce. ¿Cuántos años tenía la niña? (Respuesta de los feligreses: “doce”). ¿Cuántos años llevaba la mujer enferma? (Respuesta de los feligreses: “doce”). Y, ¿por qué doce y no trece o siete? Porque el doce en las Escrituras es un número bíblico con un significado de perfección. Llevaba muchos años. Doce es el resultado de multiplicar tres, que es un número pleno, por cuatro, que son los puntos cardinales. De modo que el número doce es «el no va más». Es más, si multiplicamos doce por doce, resulta el número ciento cuarenta y cuatro que es más que «el no va más». Comentamos esto para intentar comprender por qué aparece en el texto el número doce y no el veinte, por ejemplo. Cuando se escribe esto hay un significado para los que lo escuchan o lo leen. Jesús, cuando se acerca a la casa de la niña, dice: «la niña no está muerta, la niña está dormida» (Mc 5, 39). Y así era. No es que no estuviera muerta físicamente, sino que quiso decir la verdad de la muerte. ¿Qué es la muerte temporal? Una dormición para la vida eterna. ¿Por qué hemos de ser hombres de fe y de esperanza? Porque ante la muerte temporal, que existe y, de hecho, morimos, el Señor dice: «No os preocupéis por esa muerte temporal, es como un sueño. Cuando despertéis pasaréis a la verdadera vida». ¿Eso es lo que creen nuestros contemporáneos? ¿Eso es lo que cree la mayoría de nuestros paisanos? No. El Señor nos pide que seamos testigos de esta Buena Nueva, de este Evangelio. Hombres y mujeres de fe, de esperanza y de caridad, que viven ya aquí la realidad futura. Vivimos el hecho de la muerte como una dormición, como un sueño, porque al despertar, dice el Salmo: «al despertar me saciaré de tu semblante» (cf. Sal 16). Al despertarme, después de la muerte temporal, me encontraré ante el Señor y gozaré de su presencia. Y contemplaremos a Dios tal cual es, porque ahora no podemos hacerlo. ¿Queréis ser esos hombres y mujeres de esperanza y de fe? Que vivamos esta verdad aquí y que seamos testigos ante nuestros paisanos y ante nuestros contemporáneos. 5.- Compartir los bienes con los más necesitados. Ser personas de amor, ¿por qué? Personas de amor porque Pablo, en la Segunda Carta a los Corintios, que hemos escuchado, dice: «Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Co 8, 9). Hombres de amor y de caridad porque Cristo nos ha expresado su amor haciéndose pobre por cada uno de nosotros, haciéndose hombre por nosotros, tomando nuestro traje humano, nuestra naturaleza. Pablo invita a esa comunidad de Corinto a que, además de ser personas de fe, sobresalga en ser cristianos de la caridad que compartan lo que tienen. Y no se trata de que nos quedemos sin nada, sino que nuestras riquezas ayuden a los que son más pobres, porque, quizás algún día, esos que son ahora pobres nos tengan que ayudar a nosotros. Así nos igualamos, dice el Apóstol (cf. 2 Co 10-14), es decir, en la riqueza, en la prosperidad, ayudamos a otros y, en las pobrezas, somos ayudados por los demás. Por eso hemos de ser cristianos de fe, de esperanza y de amor. Son las tres virtudes, los tres dones que el Señor nos regaló en el bautismo. Esa fue la luz que ilumina nuestro camino y que se nos dio como un don: la fe, la esperanza y la caridad. 6.- Visita pastoral Deseo invitaros, en este broche final de la Visita pastoral, a que vivamos así la fe, la esperanza y el amor, a que vivamos como cristianos, a que profundicemos en nuestro ser cristiano, que es precioso, y a que sepamos ser testigos en nuestra sociedad. Lo he repetido en todas las comunidades cristianas durante la Visita pastoral. Os he animado siempre a ser testigos. Nuestra sociedad necesita cristianos que crean lo que Jesús nos dice, que amen a nuestro Señor Jesús y a los demás, y que vivan en esperanza cristiana. ¡Nuestra sociedad nos necesita! Como la hemorroisa, o como el padre de la niña, no tengamos miedo de descubrirnos ante los demás, en público, como lo que somos, cristianos. ¡No tengamos miedo! Ellos por obtener lo que querían no tuvieron vergüenza, ni miedo, ni pudor, para decir delante del Señor: «Señor, te necesitamos». Que sepamos nosotros también hacerlo. Pedimos a la Santísima Virgen de Flores —en cuyo Santuario nos encontramos, aquí, donde durante tantos siglos han venido nuestros paisanos— que nos acompañe en esta vida que anticipa ya la otra vida y que nos de fuerzas para ser testigos del Evangelio y de Jesucristo en nuestro mundo y en nuestra sociedad. Que así sea. 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