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Encuentro de Seminaristas de Andalucía (Santuario de la Virgen de la Victoria-Málaga)

Publicado: 26/11/2016: 693

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Encuentro de Seminaristas de Andalucía celebrado en el Santuario de la Virgen de la Victoria de Málaga el 26 de noviembre de 2016.

ENCUENTRO DE SEMINARISTAS
DE ANDALUCÍA
(Santuario de la Virgen de la Victoria-Málaga, 26 noviembre 2016)

Lecturas: Ap 22,1-7, Sal 94,1-7; Lc 21,34-36.

1.- Cristo, manantial de vida
En la visión del Apocalipsis que hemos escuchado, aparece Cristo, el Cordero inmolado como manantial de agua viva: «Y me mostró un río de agua de vida, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero» (Ap 22,1). 
Queridos seminaristas, ¿vivís unidos a Jesucristo? ¿Sois como los árboles que se alimentan de la fuente de agua viva? Jesús le dijo a la samaritana: «El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn 4,14).
Los árboles que se encuentran junto a este río son fecundos y medicinales: «En medio de su plaza, a un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones» (Ap 22,2). Si estáis arraigados en Cristo y bebéis de él, podréis aportar mucho a nuestra sociedad, sedienta de Dios, pero que bebe pócimas insalubres; hambrienta de Dios, pero que se alimenta de ideologías estériles; que busca a Dios, pero alejada al mismo tiempo de él; necesitada de salvación, pero confiando en sus propias fuerzas; deseosa de libertad, pero esclava de sus propios antojos. ¡Cuánto bien podéis hacer por nuestros hermanos los hombres, si les ofrecéis la salvación que Cristo nos ha traído! No debéis ofrecerles vuestra sabiduría, ni vuestros pensamientos, ni vuestras opiniones, ni vuestras teorías; debéis ofrecerles a Cristo.

2.- Cristo, Luz del mundo
Cristo es la Luz del mundo, como él mismo ha dicho: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn,812). El Apocalipsis presenta una ciudad iluminada por Cristo: «Ya no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz de sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos» (Ap 22,5). Antes de poder ofrecer a los demás la Luz de Cristo, es necesario estar iluminados por ella. ¡Descubrid las tinieblas que envuelven nuestro mundo y ofreced la luz de Dios para disiparlas! Pero antes deben quedar disipadas las tinieblas de nuestra mente y de nuestro corazón.
Seréis bienaventurados si guardáis las palabras proféticas del Libro sagrado (cf. Ap 22,7). El Señor está cerca. ¡Ven, Señor Jesús! Así termina el libro del Apocalipsis y deseamos que él se haga presente ya entre nosotros ahora.

3.- Estar siempre preparados
Jesús nos advierte que tenemos que estar siempre preparados, sin que se nos embote la mente, ni se cierre nuestro corazón: «Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día» (Lc 21,34).
El día del Señor llegará con sorpresa para cada uno de nosotros. Nunca se está suficientemente preparado para dejar este mundo y encontrarnos cara a cara con Dios. 
Hay que estar siempre alerta, dice el Evangelio de hoy: «Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre» (Lc 21,36). Esta es la finalidad: mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre.

4.- Encuentro de seminaristas 
Estos días estáis realizando una convivencia todos los seminaristas de las provincias eclesiásticas de Granada y Sevilla, con vuestros superiores. Habéis reflexionado y estáis trabajando sobre la espiritualidad de san Manuel González: “Evangelios vivos con pies de curas”.
Si no tenéis la cabeza puesta en el Señor por muy fuertes que sean vuestros pies, no anunciaréis nada. Como tengáis la cabeza vacía de lo que significa Dios, Jesucristo para la vida del hombre, ¿qué vais a anunciar? Y si el corazón no está lleno del amor de Dios, ¿qué vais a comunicar? Por tanto, evangelios vivos de cabeza a los pies, pasando por el corazón y las manos.
San Manuel, como se os habrá dicho esta mañana, centra su vida de pastor en la eucaristía. La eucaristía para él no es sólo un momento del día, una acción espiritual, un encuentro momentáneo y temporal con el Señor. La eucaristía, como dice el Concilio Vaticano II, es fuente y cumbre, inicio y cima (cf. LG 11). Hacia la eucaristía nos dirigimos siempre y desde la eucaristía irradiamos el trabajo y el testimonio.
Por tanto, la eucaristía no debe ser un momento del día o una acción espiritual, sino el centro hacia el que nos dirigimos, sea la hora del día en la que la celebremos. Debe haber una tensión positiva hacia ella, porque todo debe estar encauzado hacia ese encuentro con el misterio pascual de Jesús. Y toda la actividad de cada día, debe estar imbuida, iluminada, reforzada por la celebración del misterio.
Ojalá podamos celebrarla siempre así. Ahora no tenéis experiencia. Vuestros superiores, por lo menos algunos, la tienen pues celebran en las parroquias varias misas al día.
Esta semana hemos estado en Madrid todos los obispos españoles reunidos en la Asamblea Plenaria, y ha salido el tema del clero del que he tenido que hacer una exposición como presidente de la Comisión. Uno de los problemas importantes es la escasez de clero y el mucho trabajo que hay. Si no sabemos distinguir lo importante y lo esencial, y no os preparáis para ello, después no sabréis por donde comenzar o cómo acabar.
Hay que ir a lo esencial, hay que ser pastores, hay que celebrar y vivir la eucaristía. Hay que salir a evangelizar, hay que ser testigos del evangelio. Lo más importante no son las acciones concretas que podamos hacer, muchas o pocas, sino que toda nuestra vida sea testimonio y vida celebrada, misterio celebrado. 
Vamos a pedirle a la Virgen María, que ella que centró toda la vida en su Hijo Jesús, como la discípula más importante del mismo Señor, como oyente de la Palabra y también como Madre, que nos enseñe a escuchar y cumplir la Palabra Dios. El mayor piropo que Jesús dirigió a su Madre fue: “mejor, el que escucha la Palabra de Dios y la cumple” (cf. Mt 12,50); porque así lo hacía Ella.
También le pedimos a los santos Ciriaco y Paula, testigos de Cristo a comienzos del siglo IV, que nos ayuden con su intercesión a dar el testimonio que nos toca hoy en una sociedad tan alejada de Dios y paganizada. Puede que nuestra época se esté asemejando a la época de los santos Ciriaco y Paula. 
Pero no temáis, la misión que el Señor os puede confiar, como la que nos ha confiado ya a los demás sacerdotes y diáconos, nos la confía dándonos la fuerza necesaria para llevarla a cabo.
Os va a tocar vivir en una sociedad aún peor de la que estamos, cristianamente hablando. Necesitáis una buena preparación y un buen crecimiento como testigos del Señor. Que así sea.

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