NoticiaColaboración Las palabras Publicado: 28/10/2013: 1938 En el país se vivían tiempos calamitosos. Los abusos de poder, la venalidad y corrupción estaban a la orden del día. La falta de honradez había llegado a tal extremo que, o se ponía remedio, o el pueblo entero se hundiría en la más triste de las miserias. Así que fueron en busca del gran Confucio y le pidieron un remedio para los males de la Patria. Se cuenta que Confucio les dijo: «Denle su valor a las palabras». Denle su valor a las palabras. Cumplirlo, llevaría a los dirigentes a huir de la mentira y las falsas pro- mesas. Cumplirlo, nos llevaría a todos a ser personas de palabra, y entonces seríamos un pueblo defensor de la verdad y el derecho. Seríamos un pueblo sin miedo a que la letra menuda de los contratos despoje de sus propiedades a nadie. Un pueblo con unos partidos que antes de proclamar la más mínima promesa, la pesarían y medirían. Porque si la ley primera de una nación fuese “darle su valor a las palabras”, todo aquel que las prostituyese se autoexcluiría de la comunidad, pues llegaría a vivir entre los suyos sin que nadie aceptase su palabra. Con razón dijo Jesús: «Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí, viene del maligno». Autor: Lorenzo Orellana, sacerdote