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Restauración del templo parroquial de Nuestra Señora de Gracia (Riogordo)

Publicado: 17/06/2012: 2712

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la restauración del templo parroquial de Nuestra Señora de Gracia (Riogordo) celebrada el 17 de junio de 2012.

RESTAURACIÓN DEL TEMPLO PARROQUIAL

DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA

(Riogordo, 17 junio 2012)

Lecturas: Ez 17, 22-24; Sal 91; 2 Co 5, 6-10; Mc 4, 26-34.

(Domingo Tiempo Ordinario XI - B)

1.- Queridos hermanos, Acabamos de escuchar en el Evangelio dos comparaciones, dos parábolas. Jesús dice que el Reino de los Cielos es semejante a un hombre que echa la semilla en tierra. Aquí en Riogordo, aunque actualmente no os dediquéis muchos a la labranza, vivís en un ambiente agrícola y entendéis perfectamente ambas parábolas.

«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo» (Mc 4, 26-29). El labrador tiene que echar la semilla, abonar y regar la tierra, pero el crecimiento lo hace el Señor. No hay ningún labrador que tire de la plantita para que crezca, porque correría el riesgo de arrancarla; sería peor; soy hijo de labradores y conozco las faenas del campo.

El labrador deja con paciencia, y en ocasiones con mucha paciencia, que sea Dios el que vaya haciendo crecer dicha planta. En esa comparación, Dios sale como el Providente, como el creador de todas las cosas: del Sol, sin el que no podría crecer la planta, de los seres vivos, los animales, el hombre… de todos cuida providentemente. Por parte de Dios hay una generosidad infinita a la que el hombre debe responder con generosidad, contemplando con gusto la belleza de todo lo creado y admirándonos por su grandeza. El hombre es el único ser capaz de admirarse, preguntarse, alabar y gozar de la naturaleza; capacidad con la que no cuentan los animales.

2.- Nuestra contemplación implica una necesaria acción de gracias posterior y de un cuidado a la providencia de Dios, colaboramos con el cuidado de la Naturaleza.

Si nosotros la estropeamos estamos destruyendo el hábitat humano. Necesitamos respetar los ritmos, las cosas, las leyes de la Naturaleza. Respetar no es sinónimo de manipular. Si nos empeñamos, podemos contaminar toda el agua que el Señor nos regala, destruyendo los distintos ecosistemas; podemos, si queremos, contaminarlo todo, y ciertamente, estamos contaminado demasiado.

Si nos empeñamos, también podemos talar los árboles y quedarnos sin oxígeno. En realidad, sin darnos cuenta, estamos destruyendo nuestro planeta.

Por tanto, hoy más que nunca, es necesaria una contemplación admirativa, una acción de gracias y un cuidado del regalo que Dios nos ha hecho.

3.- Eso es lo que hemos de hacer y que vosotros ya habéis hecho con este templo. Un templo que, como decía vuestro párroco D. Francisco, construyeron vuestros antepasados, y que el paso del tiempo, la lluvia, las inclemencias, y muchas otras cosas, ha ido deteriorando.

Hacía falta cuidarlo, limpiarlo, adornarlo, ¿por qué?, porque es un lugar sagrado dedicado al Señor. No he visto en Riogordo otro edificio de este calibre; es, con toda seguridad, el mejor edificio de este pueblo, el más espléndido, estéticamente el más bello, y cultural e históricamente el mejor. Toda la comunidad tenemos la obligación de cuidarlo.

Quiero felicitar a todos los que han colaborado, de una manera o de otra, en esta restauración. Finalmente, y después de mucho trabajo, podemos disfrutar de un hermosísimo templo para seguir alabando a Dios, escuchando su Palabra, celebrando la Eucarística, y por ella, poder entregarnos en las mejores acciones eclesiales posibles.

Vuestro templo forma parte de nuestra historia y de nuestro hábitat. Así que felicidades y enhorabuena. Ahora hay que seguir cuidándolo, animando a las nuevas generaciones, a los más pequeños, a respetarlo y cuidarlo con gran respeto por lo sagrado.

4.- En el Evangelio de hoy, el Señor nos habla a través de una segunda parábola; la del grano de mostaza: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra» (Mc 4, 30-32).

Compara este grano con un grupo de cristianos. Jesús empezó con un grupo de discípulos y de doce apóstoles. En todo el mundo un puñado de dos docenas. Y hoy, sin embargo, somos millones los cristianos repartidos por el mundo. A pesar de ello, aún hay mucha gente que no conoce al Señor y no tiene la posibilidad de seguir sus enseñanzas, de ser su discípulo. Pero, como el grano de mostaza, el Reino de los Cielos, el amor de Dios, está ya presente en el mundo y es imparable, no vuelve atrás.

5.- Nosotros pertenecemos a ese arbusto en que se ha convertido el grano de mostaza y que sigue creciendo. Nuestra comunidad cristiana particular es aquella que vive y celebra su fe en esta parroquia de Ntra. Sra. de Gracia de Riogordo, la misma que está llamada a crecer en diferentes sentidos partiendo de una profunda vida interior y llevando el Reino de Dios en su corazón.

¿Puede un árbol crecer y dar muchos frutos si no tiene raíces? A veces las raíces, por debajo del suelo, son más largas y más grandes que sus ramas. Hace falta una cepa profunda para que el árbol se sostenga y que cualquier viento no lo tumbe, para que se pueda recoger la sabia que recorrerá sus vetas hasta la última hoja.

Nuestra comunidad cristiana necesita raíces profundas: fe fuerte, limpia, confiada, arraigada en la Palabra de Dios. Hemos de alimentarnos de ella como si de un manantial infinito se tratase. La escuchamos cada domingo, pero debemos promover su lectura, reflexión y oración. Para este año, y los próximos, tenemos como prioridad leerla, meditarla, solemnizarla y celebrarla Palabra de Dios.

6.- No debería faltar en ninguno de vuestros hogares la Sagrada Biblia en su última traducción que hemos realizado los obispos españoles. Pero además de la Palabra de Dios, debemos alimentarnos con la savia de la Eucaristía, centro de la vida cristiana, y del resto de sacramentos.

Ellos son, sin duda, las raíces fuertes, potentes, alargadas y profundas, en las que se asienta nuestra comunidad y que harán del árbol de la vida cristiana comunitaria, un árbol lozano y frondoso.

El Señor ha dicho en el profeta Ezequiel hoy es capaz de coger una rama de un árbol grande, lo que llamaríamos un esqueje, plantarla y que de esa rama crezca otro árbol. Hay muchas maneras de replantar árboles, pero el ejemplo que pone Ezequiel es una rama de un árbol frondoso trasplantado que puede llegar a ser un gran árbol (cf. Ez 17, 22-23).

7.- En medio de vuestra comunidad cristiana han de nacer los nuevos brotes, es decir, los nuevos cristianos bautizados, vuestros hijos. Este ejemplo es precioso. Dice el Señor: «Yo tomaré de la copa del alto cedro, de la punta de sus ramas escogeré un ramo y lo plantaré yo mismo en una montaña elevada y excelsa. Echará ramaje y producirá fruto, y se hará un cedro magnífico. Debajo de él habitarán toda clase de pájaros, toda clase de aves morarán a la sombra de sus ramas» (Ez 17, 22-23).

Y para esta intensa vida comunitaria ha sido restaurado este templo, no solo para ser admirado sino para ser usado. Y es aquí donde tenéis la pila bautismal, lugar en el que los nuevos hijos nacen a la Iglesia y se incorporan a ella como cualquiera de nosotros fuimos incorporados en nuestro bautismo. Ojalá que esa fuente bautismal engendre cada año nuevos hijos que puedan ser magníficos cedros frondosos con grandes frutos. Eso es lo que nos pide el Señor hoy.

El ejemplo del árbol también nos sirve para explicar la Iglesia universal y afirmar cómo el Concilio Vaticano II que: “La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador, observando fielmente sus preceptos de caridad, de humildad y de abnegación, recibe la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios, de establecerlo en medio de todas las gentes, y constituye en la tierra el germen y el principio de este Reino. Ella en tanto, mientras va creciendo poco a poco, anhela el Reino consumado, espera con todas sus fuerzas, y desea ardientemente unirse con su Rey en la gloria” (Lumen gentium, 5).

            La Iglesia, esparcida por todo el mundo es la plantita que Dios cuida con esmero, y de la que la comunidad de Riogordo, perteneciente a la diócesis de Málaga, es una de sus partes, una pequeña parte, pero una parte importante.

Es necesario sentiros miembros de la Iglesia. Una hoja cualquiera de una rama no puede vivir sola. Una rama, si se corta del árbol ya no vive sola, se seca, es incapaz de tomar sabia, ya no tiene hojas verdes y no produce frutos. Toda rama se siente parte del árbol; esta comunidad cristiana debe sentirse parte de la Iglesia que peregrina en Málaga como Diócesis y de la Iglesia universal, católica, cuya cabeza visible es el Papa, al que hay que amar, respetar y rezar por él.

8.- Rezamos todos los días en la Eucaristía por el Papa y el por el Obispo, pues necesitamos de vuestra oración. Orad también por vuestro párroco, amadle, queredle, respetarle; está puesto por el Señor para ayudaros en la vida cristiana diaria.

            Quiero agradecer el esfuerzo que D. Francisco está haciendo, la generosidad que está entregando su vida junto a vosotros y la ilusión que ha puesto, junto con vosotros, en la restauración de este templo. Muchas gracias.

También sé que a otro D. Francisco, el arcipreste, que está aquí a mi izquierda, le gusta mucho el tema de la construcción y la ornamentación, juntos han dialogado para hacer esta maravilla. Gracias también.

En el Salmo hemos cantando que es bueno dar gracias al Señor. Esta Eucaristía es una solemne acción de gracias a Dios. Agradecemos a todas las personas que han colaborado, pero hoy de forma especial, agradecemos a Dios que nos ha permitido poder llevarlo a cabo. Le agradecemos que nos haya regalado este espacio sacro donde poder escuchar su Palabra, contemplarlo, darle gracias y pedir por todas nuestras necesidades.

Aunque los comienzos de la Iglesia son insignificantes, aunque un árbol, su semilla es pequeña, puede desarrollarse y crecer. Mi petición al Señor esta tarde es por todos vosotros, que crezcáis en fe, en esperanza y en caridad cristiana; solo así crecéis en la vida de Dios. Y para eso se ha hecho este templo, para eso vuestros antepasados construyeron esta Iglesia, no les defraudéis.

Vivid la alegría de ser cristianos, que los no creyentes al vernos digan: “Mirad cómo se aman y mirad con qué alegría viven. Mirad que libres que son respecto a muchas modas y muchas cadenas que atan, y atan más aún a los que no creen”.

Seguimos, pues, dando gracias a Dios. Pedimos la intersección de Ntra. Sra. de Gracia, la Virgen, la Madre de Cristo, nuestro Madre que nos mima, nos cuida e intercede por nosotros. Amén.

 

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