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Cottolengo, un hogar abierto a la esperanza

Publicado: 18/01/2015: 24722

“No procede” o “no cumple el perfil” es la respuesta que reciben los trabajadores sociales de las administraciones públicas ante algunas peticiones por el simple hecho de los demandantes no estar empadronadas, tener una enfermedad mental no diagnosticada, etc.

Para todos ellos existe un lugar donde no cuentan los perfiles y hay un: “sí procede” para las personas. Se trata de la Casa Sagrado Corazón, conocida popularmente como Cottolengo.

El Juzgado de Guardia, los Servicios Sociales del ayuntamiento del pueblo, la Junta de Andalucía y el Consulado Británico en Málaga son algunos de los lugares a los que llamó una trabajadora social para encontrar un lugar. Este lugar fue finalmente la Casa del Sagrado Corazón.

Se trataba de un señor viudo, que vivía solo. Sin familia, sin amigos y sin red de apoyo. Iba a recibir el alta del Hospital Comarcal de la Axarquía y a pesar de vivir en la provincia desde hacía más de 20 años no estabaempadronado. Se encontraba en situación de desamparo, ya que cuando ingresó en el hospital, estaba en la calle desde hacía tres semanas porque no pagaba el alquiler y lo echaron. En silla de ruedas de forma irreversible y permanente. Estos y otros datos constaban en el informe que la trabajadora social remitió al director de la Casa de Acogida, Sagrado Corazón de Jesús, Patricio Fuentes.

«Hoy día este señor ya camina con andador y pronto lo hará con bastón» explica Patricio.«Por eso hablamos de personas que no tienen cabida en otro sitio, esto es sólo un ejemplo de las personas que residen en el Cottolengo, pero son muchas, y con circunstancias muy diferentes. “No recuerdo” era lo único que decía y repetía una y otra vez una joven aparentemente africana, que la policía sólo tenía identificada con una huella dactilar y un nombre que no correspondía al suyo. No tenía nada, ni nombre. Vivía y dormía entre cartones. Tenía una enfermedad mental que no estaba diagnosticada, ni tratada. A través de Cáritas, la trabajadora social y el Hospital Psiquiátrico Sagrado Corazón, la diagnosticaron, la trataron y consiguieron todo. Hasta su nombre, a través de una foto que mandaron del consulado. Hoy día está contenta, sonríe, se siente feliz y ha empezado a hablar. Ha recuperado su nombre, su historia personal y su dignidad» afirma Patricio que lleva cerca de un año como director de esta casa.

Más de un año llevaba un señor mayor ingresado en el Hospital Pascual porqueno tenía donde ir. «Llegó en silla de ruedas y ahora está caminando, incluso bailó el día de la verbena».

La gente llega rota, pero aquí encuentran la esperanza. Una familia que los acoge, les da cariño, sustento y techo. Pero lo principal es el cariño de las personas. En cuanto un ser humano ve que le importa a alguien, empieza a sentirse persona y a recuperar su dignidad. En definitiva: a ser feliz.

«“Patricio no me lo puedo creer” repetía entre lágrimas una trabajadora social de Fuengirola, cuando le dije que teníamos unlugar, en la Casa del Sagrado Corazón, para una señora con más de 70 años que vivía en la calle desde hacía un lustro. Comía gracias a los vecinos y a esta trabajadora que se desvivía por ella. En este mundo del trabajo social hay muchos profesionales que tienen el corazón necesario para poder estar ahí y sufren con las personas. Cuando encuentran una salida se emocionan. Hoy día, esta señora está contenta y feliz. No quería ir a ningún sitio, perodijo síal Cottolengo». Patricio explica que eso «es gracias al cariño. Las personas que han vivido mucho tiempo en la calle desconfían porque la calle es muy dura y te hace desconfiar de todo, pierden habilidades sociales y una de las primeras es la capacidad de confiar en los demás. Gracias al cariño vuelven a confiar».

Playa y verbena

«Vivimos el verano como se vive en Málaga. Vamos a la playa y tenemos una pequeña piscina adaptada para personas con discapacidad, que gracias a los voluntarios permite que los residentes se den un baño al aire libre, que les hace mucho bien.

El último viernes del mes de junio celebramos la verbena del Sagrado Corazón. Este año vinieron unas 150 personas. Muchos de ellos, voluntarios de otros tiempos, gente a la que esta casa ha marcado para siempre. Como ellos mismos dicen: “la casa ha definido lo que soy ahora”.

También vienen los jóvenes del Campo de Trabajo Lázaro que ayudan y traen siempre mucha alegría. Estos jóvenes viven una experiencia de Dios desde el mundo de la pobreza y la exclusión social. Otras veces han venido jóvenes de los jesuitas, de la Consolata, etc».

En el perfil de Jesús cabemos todos

«Yo siempre les digo a los trabajadores sociales que primero llamen a las puertas de quien tiene la obligación de cubrir estas necesidades, es decir, los servicios públicos. En la Iglesia tenemos obligación porque para nosotros los pobres son el centro. Pero no podemos adormecer a la sociedad que tiene una responsabilidad con sus hermanos, ante la negativa de las administraciones, ya sea porque la ley de dependencia esté paralizada, porque no hay plaza de respiro familiar o por cuestiones burocráticas. Entonces te contestan: no procede, y para los “no procede”, estamos nosotros. Una casa sin perfiles. Como es la propia Iglesia. Las personas tenemos muchas aristas, no tenemos un perfil definido. Ahora más que nunca necesitamos casas como ésta», ya que como explica Patricio «puede que los indicadores financieros muestren una tendencia a la recuperación, pero de ahí a que esto lo noten los más pobres pasarán muchos años. La pobreza se ha hecho más crónica y más extensa. Nosotros no pedimos nada a nadie, pero eso no significa que no nos haga falta, dejamos que sea el Señor el que mueva los corazones».

Beatriz Lafuente

Licenciada en Periodismo e Historia. Casada desde 2011, es madre de un hijo.

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