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Entrega de la medalla "Pro Ecclesia Malacitana" a D. Carlos Ismael García Álvarez (Basílica de la Esperanza-Málaga)

Entrega de la Medalla Pro Ecclesia Malacitana, por parte del Obispo de Málaga, a Carlos Ismael Álvarez
Publicado: 17/12/2021: 652

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, durante la Eucaristía celebrada en la Basílica de la Esperanza con motivo de la entrega de la medalla "Pro Ecclesia Malacitana" a D. Carlos Ismael García Álvarez

ENTREGA DE LA MEDALLA “PRO ECCLESIA MALACITANA” A D. CARLOS-ISMAEL GARCÍA ÁLVAREZ

(Basílica de la Esperanza-Málaga, 17 diciembre 2021)

Lecturas: Gn 49, 1-2.8-10; Sal 71, 1-4ab.7-8.17; Mt 1, 1-17.

1.- Hemos escuchado las lecturas de hoy que nos hablan de la genealogía de Jesús para demostrar que es descendiente de David.

Abrahán es considerado como el padre del pueblo de Israel, cuyo hijo Jacob reunió a sus hijos para comunicarles que su hijo Judá sería el jefe de sus hermanos y el dominador de sus enemigos (cf. Gn 49, 8-9).

Y que, además, tendría una descendencia que gobernaría a todos los pueblos: «No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos» (Gn 49, 10).

Esa promesa se cumplió con el nacimiento de Jesús, el hijo de María, como hemos escuchado en el evangelio de hoy. El Libro de la genealogía de Jesús quiere demostrar que Cristo pertenece al género humano, en primer lugar, a la descendencia de Abrahán, a quien se le hizo la promesa de la descendencia; y que era hijo David, cuya figura como rey es el que encarna el reinado, Cristo (cf. Mt 1, 1); es decir, que en Cristo Jesús se cumplía la promesa hecha por Dios a su pueblo.

2.- El Salmo 71, que hemos escuchado y hemos rezado, expresa cómo es el Reino de Jesús. Tiene cuatro características.

Las primeras son: un reino de paz y de justicia. Con su venida al mundo, Jesucristo, el Hijo de Dios, nos ha traído un reino de paz y justicia: «Para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud» (Sal 71, 2). Ese hijo de David, rey, gobernará con paz y con justicia.

«En sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna» (Sal 71, 7).

Las otras dos características del Reino de Dios son: la eternidad en el tiempo y la extensión en el espacio.

Se trata de un Reino extendido por todo el mundo, que «domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra» (Sal 71, 8).

«Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra» (Sal 71, 17).

3.- Al Reino de Dios pertenecemos por el bautismo. ¿Qué ha hecho el bautismo en cada uno de nosotros? Nos ha regalado la filiación divina.

Dios se fio de María y le confió una gran misión: ser la Madre de Jesucristo, por obra del Espíritu Santo.

En el bautismo recibimos el don de la filiación divina y se nos confía la misión de ser testigos de Jesucristo. Éste es el compromiso de todo bautizado, que hemos de asumir.

Este compromiso básico y esencial nos toca a todos por el bautismo y por ser hijos adoptivos de Dios; el Señor nos encarga la misión de la transformación del mundo, la ayuda a los hermanos y la predicación del evangelio. Además, la Iglesia nos puede confiar otras misiones para el bien común y para la edificación de la misma Iglesia.

El Señor nos confía a cada uno una misión, porque se fía de nosotros. Al igual que Dios se fio de María y le confió el misterio de su Hijo, se fía de nosotros y nos confía una misión.

4.- María responde con prontitud, con generosidad. Hoy celebramos el tercer día del Triduo de la Virgen de la Esperanza. Ella está en expectación a la espera del nacimiento del Hijo que lleva en su seno; pero antes lo acogió en su alma. Cuando el ángel le anuncia que va a ser madre, ella dice: «Hágase». En ese momento la Virgen lo acepta en su corazón, después entra en su seno.

Santa María de la Esperanza nos anima a aceptar la misión que Dios nos encarga, dada en el bautismo y la que nos pueda confiar a través de la Iglesia en la cofradía, en la Diócesis, en la parroquia, en el movimiento al que cada uno pertenezca, porque eso construye la comunidad, construye la casa.

5.- Hoy, 17 de diciembre, empieza el novenario de la Virgen que espera el nacimiento de su Hijo. Faltan exactamente nueve días para que celebremos el nacimiento del Señor; y María Santísima de la Esperanza nos viene a acompañar a todos; es un momento especial. 

Las que sois madres nos podréis explicar mejor qué se siente cuando se acercan los últimos días antes del nacimiento de vuestro hijo. Hay una ternura, un amor maternal de entrañas de madre, que son las mismas entrañas de la que nos habla la Iglesia sobre Dios Padre, que tiene entrañas de madre de misericordia. 

Y la Virgen tiene entrañas de madre de misericordia. Con este título de Madre de la Esperanza espera a su Hijo y lo ama, el que va a nacer en pocos días.

¡Cuánto tenemos que aprender de la Virgen de la Esperanza! Y, por supuesto, también de su Hijo, el Nazareno del Paso, que ha sido engendrado en el seno de María cumpliendo una promesa; porque Dios cumple siempre lo que promete; cosa que nosotros no siempre hacemos.

6.- La Diócesis le confió a D. Carlos-Ismael García Álvarez la misión de Comisario de las cofradías del Nazareno de los Pasos y la de Jesús Cautivo; cargo que aceptó con generosidad y prontitud, con diligencia. Como María aceptó diligentemente la misión que Dios le encargó. 

Por ello hoy le hacemos entrega de la Medalla «Pro Ecclesia Malacitana» en reconocimiento y agradecimiento a su labor eclesial.

Todos tenemos una labor encomendada por el Señor directamente a cada uno en la Iglesia, pero la Iglesia se concreta en instituciones diversas: diócesis, parroquias, cofradías, hermandades, movimientos, familias.

Muchos de vosotros habéis asumido cargos y tareas que vuestros hermanos de cofradía os han confiado. Mirad a María Santísima de la Esperanza al ejercer dichos cargos. Ella es modelo nuestro.

7.- Lo ha dicho con hermosas palabras Carlos Ismael en su agradecimiento. Estamos aquí para cumplir la voluntad del Señor, que muchas veces viene mediatizada por la Iglesia. Quiero tomarle la palabra cuando ha dicho que cuente con vosotros. Sí que quiero contar con vosotros, queridos cofrades, cuento con vosotros para que asumáis la tarea y la misión que Dios os encarga directamente. No os la encarga vuestro Obispo, os la encarga Dios. 

¡Sed testigos del evangelio! Proclamad la Pascua de Cristo; su muerte y resurrección, públicamente por las calles como lo hacéis. Pero no solo en las procesiones, sino también en la familia, en el trabajo, entre amigos, en muchos sitios que nuestra sociedad necesita de vuestro testimonio.

8.- Le pido a Jesús Nazareno y la Virgen de la Esperanza que en esa tarea estén siempre con vosotros, para que no desfallezcáis. 

Nuestra sociedad os necesita, aunque os vituperen, aunque os critiquen; los cristianos somos necesarios para poner luz (cf. Mt 5, 14) y dar sabor (cf. Mt 5, 13) en nuestra sociedad. Porque es necesaria la presencia de Cristo, además de la sacramental y de la litúrgica, a través de vuestro testimonio, vuestras palabras, vuestras actitudes y acciones; ellas deben reflejar su presencia entre nosotros. Tenéis una gran tarea como cristianos y como cofrades.

Cuando la cofradía u otra institución eclesial os pida un servicio no os echéis atrás. Como nos recordaba Carlos Ismael tampoco toméis esa tarea encomendada en propiedad; no es vuestra, sino una tarea que se os encarga; es una misión. Da igual que ser hermano mayor, que teniente de hermano mayor, que albacea. Nadie tenemos en propiedad la misión que se nos encarga; es un servicio generoso y, muchas veces, oneroso; los cargos decimos que son cargas. Pero estos no se asumen para honorificiencia, se asumen para servir.

9.- Quiero agradecer al Señor vuestra presencia en la sociedad, vuestra presencia en la Iglesia, vuestro testimonio y vuestro servicio. Así que os tomo la palabra; confío en vosotros para que Cristo reine con su reinado de paz, justicia, amor, en un Reino que se extiende por todo el mundo.

A Carlos Ismael, gracias, que expresamos con la entrega de la Medalla “Pro Ecclesia malacitana”. Y con él, os doy las gracias a todos los que tenéis un servicio y una misión, un cargo en las cofradías o en otras instituciones eclesiales.

Pedimos al Cristo Nazareno, el Hijo de Dios, Hermano Mayor de toda la humanidad, cuya venida encarnada celebraremos dentro de nueve días, que nos traiga la salvación.

Y le pedimos a la Virgen de la Esperanza y del Adviento que esté siempre con nosotros; que Ella nos acompañe y ruegue por nosotros. Que así sea.

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