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Christopher Bravo: «Me lanzaré a pecho descubierto»

Christopher Bravo
Publicado: 22/07/2022: 8594

PEJ

Christopher Jesús Bravo tiene 32 años y es natural de Venezuela. Vino a Málaga en 2019, donde reside junto a su mujer y su hija. Comunicador audiovisual de formación, trabaja para la ONCE, ya que perdió la vista debido a un accidente en su niñez. Afirma que eso, precisamente, le lleva a “percibir el mundo de otra manera” y que no es obstáculo para peregrinar junto a otros jóvenes a Santiago de Compostela.

¿Por qué te has decidido por dedicar parte de tus vacaciones a la PEJ?
Cuando vine a Málaga, lo hice ilusionado con poder empezar una nueva vida, mejor que allí en Venezuela. Mi vida no fue fácil. Perder la vista siendo niño fue un gran cambio en mi vida, pero nunca lo concebí como un castigo del Padre de amor que es Dios. Busqué respuestas y encontré consuelo en los libros. Entre otros, leí “El peregrino de Compostela” (de Paulo Coelho) y nació el deseo de llegar al Camino de Santiago, pero era solo una ilusión. Entonces no podía imaginar que podría estar tan cerca de realizarlo. También sentía deseos de conocer España por el hecho de escuchar el acento español en las películas. En mi trabajo radiofónico hice programas juveniles, llenos de entusiasmo, pero la situación era difícil y me vi en la necesidad de lanzarme al fin, algo que logré por ayuda de mi amiga Blanquita, mis amigos y mis familiares que me echaron una mano, de CEAR, la ONCE… Luego Cáritas y la parroquia de Las Angustias de El Palo me ayudaron a poder traer a mi familia, mi mujer Shephany Martínez y mi hija Julie. Y aquí estoy, teniendo una vida digna con ellas, la que nos merecemos. No quiero que me regalen las cosas, quiero devolver lo que han hecho por mí, aunque no tiene precio.

¿Cuál es la sed que esperas saciar en Santiago? ¿Con qué esperanza acudes?
Me he preparado con mi amigo Francis y lo hemos hecho caminando juntos, no con la mano en el hombro, que es lo habitual, sino sujetando ambos un extremo distinto de un cordón. Así, va guiando mis pasos, y además, él me va narrando, siempre lo hace, por dónde vamos, algo que agradezco mucho. Sé que sí se puede. Lo puedo lograr, con asistencia de un guía. Yo bromeo diciendo que por cada persona que me ayude un tramo del camino, le regalamos un bono para la indulgencia (ríe). Poco a poco nos acercamos a ese bendito día. Tengo ilusión de hacer el Camino. Siento que, lo que vaya a encontrar, sea lo que sea, va a cambiar mi vida. Nunca he hecho grandes cosas porque no he tenido oportunidad, y nunca una peregrinación de este tipo. El Movimiento de Acción Cristiana al que pertenezco va a participar. Va gente a la que quiero mucho: el padre Gerardo, mi compadre Francis… Voy entusiasmado. Me lanzaré a pecho descubierto y a ver qué tal. La fe es un saber, una certidumbre basada en la experiencia del día a día de la presencia de Dios y la manifestación de su amor. Él es un Padre presente. Todo lo que va ocurriendo en mi vida me confirma que su respuesta es el amor de Dios para con nosotros sus hijos.

¿Cuál crees que es el mayor reto de la Iglesia en relación a los jóvenes?
La Iglesia, en mi opinión, ha de patear las calles, "menear el chocolate del día a día". A los jóvenes no nos gustan las filosofías, sino lo práctico. Dios se hizo presente en mi vida de forma muy palpable, muy concreta, en personas claves que me reorientaron cuando estaba en un bache. Por eso no entiendo que alguien espiritual tenga que ser serio, cerrado, casi místico, un sabio apartado, sino alguien que puede reírse, caerse y levantarse, vestirse con ropas sencillas, como nosotros, los de abajo, y sin embargo, no dejar de tener un discernimiento de la vida en Cristo, que nadie pueda decir: “no es un hijo de Dios”. Jesucristo estaba con personas como yo, los ciegos, los de abajo. Y el joven, de alguna manera, quiere hacer algo por este mundo, la sociedad, la familia. No le gusta el "catedratismo". La Iglesia, en mi opinión, tiene un reto en eso y lo está logrando, transformar nuestra vida moderna y darle un nuevo sentido. Agradezco a Dios, a todas las personas que han estado siempre conmigo, mi familia, mi mamá Mélida, mis hermanos, mis amigos y a la Diócesis por darme la oportunidad de expresar todo esto.

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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