El Centro Penitenciario de Alhaurín de la Torre cumple 25 años durante los cuales la presencia de Pastoral Penitenciaria ha sido una constante.

Es un momento para agradecer a Dios por esta misión tan hermosa que nos ha regalado con los presos de nuestra sociedad y las familias que sufren las consecuencias de la cárcel. Yo llevo poco tiempo en este ámbito, pero espero poder cumplir con la memoria de todas las personas que han trabajado con todo el corazón y el alma en esta prisión. Muchos sacerdotes, diocesanos, trinitarios y de otras congregaciones; muchos religiosos y religiosas; también seglares de distintos movimientos como los carismáticos, Mies, neocatecumenales...

Son 25 años acompañando al interno, a su familia, haciendo talleres, campos de trabajo para jóvenes... Hemos hecho peregrinaciones con los internos a lugares religiosos y no religiosos, hemos trabajado con ellos en los barrios, en las parroquias... También destaca el trabajo con los inmigrantes, que estos años ha crecido mucho. Mantenemos casas de acogida, charlas de prevención en los colegios, relaciones con la Universidad y los juzgados... La calidad de nuestros cursos y de nuestra atención ha mejorado mucho gracias a que nuestro propio conocimiento ha ido evolucionando.

Tenemos una relación muy cercana con la institución y ellos reconocen nuestra labor y la valoran. También toman en cuenta los consejos y sugerencias que le realizamos sobre los internos.

A pesar de esta buena relación, tenemos que decir que en estos años, la seguridad ha aumentado hasta tal punto que hay muchas cosas que antes hacíamos y ahora no podemos hacer. Me refiero a talleres y salidas que se han restringido y eso, en mi opinión, impide la reinserción de los internos. Ellos necesitan desarrollar una nueva vida, buscar trabajo, reconciliarse con las personas a las que han hecho daño. Por eso, no podemos dejar de denunciar este aumento de la seguridad.