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Profesión de fe de los candidatos al diaconado (Seminario-Málaga)

Publicado: 04/10/2016: 2259

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la profesión de fe de los candidatos al diaconado (Seminario-Málaga) celebrada el 4 de octubre de 2016.

PROFESIÓN DE FE
DE LOS CANDIDATOS AL DIACONADO
(Seminario-Málaga, 4 octubre 2016)

Lecturas: Gal 1,13-24; Sal 138,1-3.13-15; Lc 10,38-42.

1.- Saulo, el perseguidor, escogido para ser apóstol
Saulo de Tarso reconoce que ha sido un perseguidor de los cristianos (cf. Gal 1,13) y férreo defensor de las tradiciones de sus antepasados (cf. Gal 1,14). Por tanto, es un israelita “de pro”. Podemos también nosotros tener la tentación de presentarnos como cristianos “de pro”. Analicemos nuestra vida y tal vez encontremos signos de querer mantener tradiciones, costumbres, estilos, porque son tradiciones recibidas de los mayores o porque nos la hemos inventado; pero a lo mejor no son tan propias del Evangelio.
Esas costumbres de Pablo que al principio consideró tan buenas después las consideró basura cuando conoció a Cristo. Porque esas costumbres no estaban en consonancia con la novedad del Evangelio. Cuidado con querer mantener ciertas costumbres, estilos, normas, tradiciones familiares, de piedad popular, de cofradías, de fieles, de movimientos…Y como cuidadores de la religiosidad, pues también, saber que eso hay que purificarlo a la luz del Evangelio, sobre todo personalmente.
Dios llamó a Saulo para ser apóstol suyo: «Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí para que lo anunciara entre los gentiles» (Gal 1,15-16).
Dios nos ha escogido desde el seno materno y nos ha llamado por su gracia, a través del bautismo, para hacernos hijos suyos y para ser anunciadores de su Evangelio. Y esta llamada es para todos; pero para los que llama al ministerio sacerdotal les encarga una missio especial. Todos estamos llamados a vivir y anunciar el Evangelio.
A vosotros en este día el Señor os llama para que ejerzáis el diaconado, que es un servicio a la Iglesia, no sólo un servicio a los pobres o en la comunidad, sino también servicio a la Palabra de Dios, al anuncio del Evangelio. Esta es una llamada específica dentro de la llamada amplia bautismal.
Es cierto, como le pasó a Pablo, que aún tenemos que purificar muchas cosas de nosotros mismos: estilo, conducta, carácter, trato con los demás y muchas más cosas. Cada uno se conoce a sí mismo y sabe en qué debe trabajar para serle fiel al Señor. Incluso ya ordenados sacerdotes o ya casados o ya con muchos años de cristianos no podemos abandonar este trabajo de ir purificando nuestro estilo, nuestra vida, nuestra manera de ser.
Espero que los fieles puedan glorificar a Dios por causa vuestra, viendo el cambio que se opera en vuestras vidas (cf. Gal 1,24). Pablo dijo que ahora los que perseguían a la Iglesia se alegran y glorifican a Dios porque yo anuncio el Evangelio. Ese cambio lo han notado los fieles.
Y repito: espero que los fieles puedan glorificar a Dios por causa vuestra, por causa nuestra.

2.- El Señor nos conoce íntimamente
El Salmo 138 nos recuerda el conocimiento profundo que Dios tiene de nosotros íntimamente: «Señor, tú me sondeas y me conoces… de lejos penetras mis pensamientos» (Sal 138,1-2). Podemos presentar una imagen bien compuesta y maquillada ante los demás. Ese es un peligro que tenemos en los Seminarios y en los Presbiterios; en la familia menos, ahí se maquilla uno menos, es más difícil. Pero en las instituciones eclesiales hay una tendencia a maquillar nuestra imagen. Hasta podemos convencerles para que crean y acepten que somos de una manera concreta; sobre todo ante los superiores. Hay una tendencia innata en nosotros a parecer mejores de lo que somos, y aquí nadie está exento, ni un servidor ni los superiores. Pero a Dios no lo engañamos nunca.
Hoy es un día de la verdad de vuestra vida. Podéis haber maquillado la imagen ante los superiores, pero ante Dios no la maquillaréis jamás. Y hay que ponerse delante de Dios porque es la verdad, la luz, el amor auténtico, la libertad porque ante Él no nos engañamos y no le engañamos.
Dios ha creado nuestra alma y nos ha tejido en el seno materno (Sal 138,13). Nos conoce por dentro y por fuera. Sólo Él nos conoce incluso mejor que nosotros mismos. Conviene, pues, que nos pongamos ante Él, y os pongáis hoy vosotros de un modo especial, con sinceridad y al contemplarle nos ayudará a contemplarnos a nosotros mismos. Dicen que un buen amigo es como un espejo nítido, sin herrumbre, que devuelve la imagen del otro tal como es. Pues imaginad que no será Dios de cara a nosotros.
Siempre que me pongo delante de Dios aparece mi imagen, mi pobreza y mi miseria, porque Él me la devuelve con amor, con mucho amor; pero con mucha luz y con mucha nitidez. Así que hoy, delante del Señor sin mascarillas ni tapujos. Y aun tenéis dos semanas para pensarlo mejor. ¿Os estoy asustando? (Risas) Todos hemos tenido este momento, pero es mejor hablarlo con mucha claridad.
Nuestra oración ante el Señor nos ayudará a aceptar la verdad de nuestra vida, sin distorsiones ni desfiguraciones.
Y el trabajo no termina cuando uno es ordenado, el trabajo sigue hasta que uno muera. Por tanto, el martillo y el cincel del Espíritu no dejan de trabajar en nosotros lo que estorba y lo que sobra.

3.- María ha escogido la mejor parte
Finalmente, el Evangelio nos ofrece la escena de los amigos de Jesús en la casa de Marta y María donde clarificó la actitud de ambas hermanas. Ellas vivían así, pero Jesús puso luz a esas vidas. Marta se afanaba por las cosas de la casa; e incluso pidió la ayuda del Señor para que su hermana María le ayudase en el servicio (cf. Lc 10,40). María, en cambio, «sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra» (Lc 10,39).
El Señor respondió al requerimiento de Marta que solo una cosa era necesaria: la que María había escogido (cf. Lc 10,42).
No es que no tengamos que trabajar o servir como Marta, pero que la principal es la que había escogido María. Aun así, no tomemos este pasaje evangélico para zafarnos de los servicios que el Señor nos pide. El equilibro está en hacer de Marta cuando toca sabiendo que la actitud de María es la más importante y la que llegará hasta la eternidad. Porque si lo contempla aquí seguirá contemplándolo después en la otra vida.
No dejemos que sean los otros los que hagan los trabajos más desagradables. Aquí si hay que remangarse, el cura ha de ser el primero. Si hay que achicar agua o limpiar el suelo, pues el cura debe ser el primero. Eso equilibrado con largos tiempos de oración contemplando al Señor y devolviendo la imagen de Cristo para que se refleje en Él.
Los candidatos al Diaconado sois llamados, precisamente, para el servicio, no para el orden sagrado, no para el ministerio sacerdotal. Se os confiará el servicio de la Palabra y de la caridad. Pero debéis estar dispuestos a realizar todos los demás servicios que la comunidad cristiana necesite: desde la limpieza del templo hasta la visita a los enfermos.
Pedimos a la Santísima Virgen María, mujer contemplativa y servidora humilde, que nos ayude a contemplar el rostro de Dios y a ser servidores de la comunidad eclesial. Así fue también Francisco de Asís, que quiso mantenerse como diácono. Pedimos su intercesión y continuamos la celebración. Amén.

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