Noticia Diario de una adicta (XXVII). El hermano Publicado: 23/09/2016: 2556 Una noche, ya de madrugada, un cliente de cierta edad, que me haba invitado a unas copas, se me quedó mirando de manera persistente y me interpeló. Yo a ti te conozco de algo. Claro tú eres la hija de José y Teresa, los vecinos del bloque ¿no?- No le respondí. Pasados algunos días, una tarde se presentó mi hermano que se dirigió directamente hacia donde yo me encontraba. Mirándome y sin decir nada me saludó con un beso en la cara. Yo le sostuve la mirada que era de tristeza y desconsuelo, porque ya las lágrimas saltaban en mis ojos, y de manera espontánea nos abrazamos. ¡Dios!, qué abrazo. ¡Cuántas cadenas rompimos! No deseé separarme nunca de su cuerpo y cuando lo hice apenas podía entender nada de lo que me ocurría, pero por dentro se me habían removido tantas cosas, que experimenté por algunos segundos una especie de desfallecimiento. Le dije a Juan que quería salir un momento con un familiar y estuvimos paseando un tiempo prolongado. Yo agarrada a su brazo, sin hablar, sólo pasear juntos, sin necesidad de decirnos nada: estábamos uno en presencia del otro y con eso nos bastaba, como cuando de pequeños jugábamos juntos. -¿Nos volveremos a ver? Yo lo quiero y lo deseo, Daniel No me contestó, pero me dijo que mis padres sabían el tema. Ellos fueron los que le habían dicho dónde me encontraba yo. El mensaje que me traía era que tenía las puertas abiertas y sin condiciones por si quería volver. Era yo la que tenía que decidir. Abracé a mi hermano y se despertó en mí una sensación entrañable que ya tenía olvidada. - Hermano, no sabes cuanto te quiero -. Y con voz muy baja, muy baja, como en un susurro, pero con gritos clamorosos en mi interior le dije. - ¿Por favor no me dejes, no me dejes!- No creo que escuchara esa petición de socorro. Él sólo notó que yo lloraba y que su chaqueta la tenía agarrada con todas mis fuerzas. - Paula, te queremos, ya vendré otro día-