NoticiaAño de la Misericordia "Sufrir con paciencia los defectos del prójimo" Publicado: 02/08/2016: 13237 Ismael Herruzo y Antonia Delgado, de legados de Pastoral Familiar de la Diócesis de Málaga, ayudan a profundizar en la sexta obra de misericordia espiritual: "Sufrir con paciencia los defectos del prójimo". Mirar al otro como Dios nos mira Nos dice el papa Francisco «que esta obra de misericordia trata de formar un corazón compasivo y misericordioso, consciente de que nadie es perfecto». «Conforme se crece en la vida, uno se ve a sí mismo con mayor realismo. Nos damos cuenta de nuestros defectos: somos impacientes, celosos, envidiosos… En algunos momentos parece que hemos superado estos vicios, pero la realidad es que siempre vuelven, convirtiéndose en la cruz que debemos cargar. Una cruz que hace sufrir no sólo a los demás, sino también a nosotros mismos». Son las personas que saben soportarnos con las que más queremos estar, porque nos quieren “como de verdad somos”, como nos ocurrió con nuestros padres, hermanos, hijos, maestros… dando consuelo a nuestro corazón, especialmente en los momentos de dificultad. ¿Pero, qué es lo que se sufre con paciencia? Aquello que nos destruye, tanto en nosotros como en los demás: la envidia, la arrogancia, la prepotencia, la dureza de corazón, el propio interés, la irritabilidad, el rencor (llevar las cuentas del mal), la injusticia, la falsedad. Por ello, se nos dice «desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad» (Ef 4,31). Cuando nos dejamos llevar por esta “impaciencia”, de forma sutil, vamos perdiendo la capacidad de mirar al otro como Dios nos mira, perdiéndonos en un mundo de reproches, exigencias, orgullo, egoísmos, etc…, llegando al desamor, que impide aceptar el don del otro hacia nosotros y dar recíprocamente nuestros talentos o dones al servicio del otro y de los demás. Esta actitud de limpieza de mirada y de corazón, esta reeducación de los sentidos, que nos hace “nacer de nuevo” como le dijo Jesús a Nicodemo, aceptando nuestros defectos y velando por hacer mejor a nuestro cónyuge y a nuestro prójimo, con sus defectos, es el único camino de perfeccionamiento mutuo que nos conduce a ir cambiando nuestro corazón de piedra por un corazón de carne, fruto de la entrañable misericordia de Dios. ¡Por ello, tenemos la obligación de darnos al otro y aceptar los dones y defectos del cónyuge, nuestro primer y más “próximo” prójimo, y caminar juntos en ese camino de donación a los demás para hacer este mundo más habitable; siguiendo los consejos de nuestro papa Francisco, con las palabras “permiso, perdón y gracias” como eje vertebral de nuestro matrimonio.