NoticiaColaboración Las células de Yamanaka ganan el Nobel Publicado: 23/10/2012: 1312 El Instituto Karolinska de Estocolmo acaba de otorgar el Premio Nobel de Medicina 2012 al británico John B. Gurdon y el japonés Shinya Yamanaka por sus investigaciones en el campo de las células madre adultas. José Antonio Trujillo, médico, analiza el descubrimiento merecedor de este galardón. Quisiera hoy detenerme en la figura del cirujano e investigador japonés Yamanaka, representante sin duda de la ciencia humanista alejada de la dictadura del cientificismo. Los descubrimientos científicos del japonés Shinya Yamanaka convulsionaron el mundo de la ciencia médica en el año 2008. De «Seismic shift» calificó el editorialista de la revista Science la convulsión que, entre los investigadores, provocó la irrupción de la sencilla técnica de la reprogramación celular y sus expectativas. Yamanaka vino a decir de forma sencilla y casi en voz baja, que la inclusión de tres o cuatro genes específicos y mantenedores de las características del estado embrionario, en cualquier célula madura del organismo humano adulto, da lugar a su transformación en célula embrionaria o muy similar a la embrionaria natural. De esta forma, la célula adulta se retrotrae a los orígenes más indiferenciados de su estirpe. Dicho de otro modo, los genes que mantienen en la célula embrionaria natural su «plasticidad» (esto es, la capacidad de transformarse en cualquier tipo de célula del organismo, del hígado, cerebro, piel, etc.) y su «inmortalidad» (o sea, una ininterrumpida capacidad de multiplicarse en el tiempo) son capaces –introducidos en una célula adulta– de retrotraerla o devolverla al estado embrionario. La célula adulta, introducidos los genes, cambia de forma, pierde la función que poseía como madura y experimenta, por así decir, un proceso de infantilización, de vuelta atrás, recuperando la «plasticidad» y el carácter de «inmortal» que poseen las embrionarias. Así lo consiguió Yamanaka a partir de células de piel de una mujer de 36 años y de tejido conjuntivo de un hombre de 69. Este descubrimiento fue una nueva revolución científica que no tuvo la repercusión que merecía. La sencillez de la tecnología de la reprogramación, por otra parte, contrasta con las enormes dificultades que tenía la clonación «terapéutica » humana o las investigaciones con células madre embrionarias. El giro copernicano del padre de la clonación, el escocés Ian Wilmut, al decidir volcarse en la nueva técnica de la reprogramación y abandonar la transferencia nuclear en la que era uno de los mayores expertos, da idea del impacto producido. La línea de investigación laboriosamente emprendida por Shinya Yamanaka, un modesto investigador de la Universidad de Kioto, que ha ejercido previamente como cirujano, vino a desestabilizar a la corriente cientificista dominante, al colectivo que entendía que las células embrionarias exclusivamente podían ser el futuro de las células madre. Yamanaka en una conferencia que ofreció en el club de corresponsales extranjeros de Tokio, apuntó que su técnica estaba libre de problemas morales relacionados con la destrucción de embriones y que podría utilizarse, en el futuro, en el tratamiento de dolencias como el cáncer o la enfermedad de Parkinson, entre otros. Entrevistado por el New York Times (11-12-2007), Yamanaka no ocultó la relevancia ética de sus investigaciones: «Cuando vi al embrión [al microscopio], rápidamente me di cuenta que había poca diferencia entre él y mis hijas» y «entonces pensé que yo no podía permitirme destruir embriones para investigar. Tenía que haber otra posibilidad». Sin duda, la Academia Sueca premió a la ciencia con conciencia crítica. Yamanaka representa el éxito del científico humanista. Autor: José Antonio Trujillo, médico de familia y ex-dire