NoticiaColaboración Cincuenta aniversario del Vaticano II Publicado: 02/10/2012: 881 El próximo 11 de octubre celebramos los 50 años de la apertura del concilio Vaticano II, el acontecimiento eclesial más relevante de la historia de la Iglesia en los últimos siglos. Nació de una profunda intuición de un hombre abierto al Espíritu, Juan XXIII, el anciano más lúcido del siglo pasado. Estaba convencido de que la Iglesia necesitaba cambiar y pensaba que no podía hacerlo él solo, había que reunir a los obispos del mundo para que entre todos diseñaran las bases de una Iglesia más evangélica, más libre y más servidora de la humanidad. A los dirigentes de la curia vaticana les faltó fe para abrirse al deseo del Espíritu, y organizaron unas comisiones de teólogos conservadores que elaborasen unos esquemas de trabajo tradicionales y sin garra evangélica. Pensaban que todo estaba atado y bien atado. Pero, contra todo pronóstico, un cardenal francés y otro alemán se levantaron en la asamblea inaugural para protestar y pedir tiempo para que los obispos de los cinco continentes pudieran elaborar libremente unas comisiones nuevas. Fue el final del intento conservador para dominar el concilio. Nacía lo que se llamaría la mayoría renovadora y que fue determinante en el Vaticano II. La curia romana y episcopados como el italiano o el español quedaron en una minoría conservadora con escaso vigor. Recordemos que el célebre teólogo malagueño José María Gonzáles Ruiz fue perito conciliar, pero no del episcopado español sino de los obispos holandeses. La mayoría de los documentos que había preparado la curia vaticana llenaron papeleras o como dicen que dijo Juan XXIII, fueron Tiber abajo. No pocos teólogos, que en años anteriores habían sido prohibidos, pasaban a convertirse en lúcidos redactores de los textos conciliares. Varios párrafos de la declaración conciliar sobre libertad religiosa fueron elaborados por nuestro paisano González Ruiz. Aunque con Pablo VI la minoría conservadora consiguió meter algún gol para salvar su honor, la victoria fue clara de los renovadores. Así, escribe el profesor Giuseppe Alberigo, el mejor historiador el Vaticano II: “Este concilio fue más un acontecimiento que una colección de textos. El acontecimiento significa el fin de una etapa y el inicio de otra. Que, pese a quien pese, se concreta en un cambio sin vuelta atrás”. Hoy, a los 50 años de su inicio, hay cierto interés en bastantes sectores de nuestra Iglesia en limar, edulcorar y quitar mordiente a las geniales, renovadoras y evangélicas intuiciones del concilio. Desgraciadamente vivimos en una época de involución o de invierno eclesial. Al parecer de muchos, 50 años es poco tiempo para asimilar la renovación que propugna el concilio, pero ahí están sus documentos, sus aportaciones, su grandeza. Lentamente el concilio se va abriendo paso y va siendo asimilado vital y creativamente por muchos sectores minoritarios pero relevantes de nuestra Iglesia, a veces ante el malestar de algunos eclesiásticos que ven el concilio como algo superado y poco significativo. Sin duda que el miedo a Jesús nos impide el cambio. José Sánchez Luque es sacerdote diócesano Autor: José Sánchez Luque