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«Evangelizar», un diagnóstico lúcido y propuestas de futuro para la situación actual

Publicado: 23/12/2010: 2618

El libro de Mons. Fernando Sebastián Aguilar, publicado por Ediciones Encuentro fue presentado el 16 de diciembre. Reproducimos las palabras que el profesor de la UMA José María Souvirón Morenilla pronunció en el rectorado de la Universidad de Málaga con motivo de la presentación del volumen.

I

        

Es un honor para mí tomar la palabra en este acto de presentación del  último libro de Don Fernando Sebastián, Evangelizar, que acaba de publicar la Editorial Encuentro de Madrid, y un motivo de íntima satisfacción, dada la admiración que le profeso.

         Conocí a Don Fernando –él probablemente no lo recuerde- hace ya años, cuando él era obispo de Málaga. Yo era Vicerrector de esta Universidad, y una Semana Santa, contemplando desde el atrio de la catedral el encuentro de la Virgen y el Cristo de los Estudiantes en la plaza del Obispo, iniciamos un diálogo al que luego se sumó un querido y añorado profesor de esta Universidad, Constancio Mínguez, que había sido alumno suyo en Salamanca. Fue sólo un rato, pero suficiente para que me impresionaran la inteligencia y la personalidad de Don Fernando, a quien el protocolo del momento ni mucho menos le había impedido estar alerta, absorber lo que a nuestros pies estaba sucediendo: una muchedumbre entusiasmada, apretada en derredor de los “tronos”, inundaba la plaza en la compleja explosión de religiosidad de la primavera de Málaga.

         Después seguí su acción pastoral de Pamplona y sus importantes escritos (“La Iglesia de España frente al terrorismo de ETA”, epílogo a un conocido Documento de la Conferencia Episcopal Española de 2002, y sus “Cartas desde la fe”, de 2003 ), supe que, ya jubilado, había vuelto a Málaga para quedarse a vivir con nosotros ( he pensado que el recuerdo de la primavera malagueña pudo influirle en esta decisión ), y un día me encontré con el fiel retrato que de él hace Olegario González de Cardedal en su obra Historia, Hombres, Dios, de 2005, y que adensó aún más mi respeto y admiración por Don Fernando.

En ese libro, junto a los relativos a Jorge Santayana, Gertrude Von Le Fort, Alfonso Querejazu, Pedro Laín, Julián Marías o H. U. Von Balthasar, dedica Olegario González de Cardedal a Don Fernando un extenso capítulo donde, como “relato exterior”, pasa revista a su vida: su origen aragonés, su ingreso en la familia claretiana, su formación en Roma y Lovaina, sus años de profesor y Rector de la Universidad Pontificia de Salamanca, y su ministerio episcopal en León, Granada, Málaga y Pamplona ( incluída su etapa como secretario de la Conferencia Episcopal y su estrecha colaboración con el Cardenal Tarancón que le llevó, entre otras tareas, a ser el artífice de la importante homilía que el Cardenal pronunció en la eucaristía en que el príncipe Juan Carlos de Borbón asumió la responsabilidad de ser rey de todos los españoles ).

Y como “retrato interior”, nos da fe de estos rasgos de Don Fernando: el hombre sabio, el hombre de pensamiento en el gobierno y el hombre de gobierno en la verdad y la justicia, el hombre centrado en los ejes centradores de la vida humana y la fe cristiana, el intelectual referido a Iglesia y sociedad, el hombre atenido a lo esencial sagrado. Una disección puntillista ésta que Cardedal hace después de ofrecernos este  trazo no sé si impresionista o expresionista sobre Don Fernando: ”Es aragonés de carácter y está en la línea de los grandes genios, radicales y empeñados, como Goya, Gracián o Buñuel, pero su formación intelectual, su fe religiosa, su hondura teológica, manteniéndole aquellas raíces y radicales pasiones del origen, se las han templado y purificado de la tentación escéptica o trágica que caracterizan a esos aragoneses, dispuestos a absolutizar o quemar lo que aman”.

Difícilmente podría hacerse una mejor presentación de nuestro autor que la que, con conocimiento de causa, nos proporcionan estas palabras de Olegario González de Cardedal.

Pero concluía éste su estudio ( bajo la rúbrica “la obra pendiente para el día del retiro” ) con este reto, más que ruego, a Don Fernando: “Que nos repiense y en la distancia que ponen los años vividos nos escriba una Historia espiritual de España ( 1950-2000 )”. Pues –seguía diciendo- aunque el nivel de modernidad y bienestar, libertad y participación alcanzado hoy por España era impensable en 1950, “queda por pensar para el futuro cuáles son los caminos de la evangelización” (…) “No todos serían capaces de hacerlo. Fernando Sebastián puede, y quien en ciertas encrucijadas de la vida ve la tarea y no hay otro que la pueda cumplir como él, ése debe”.

 

                                      II

 

Pues bien, Don Fernando Sebastián ha respondido con creces a ese reto con su libro Evangelizar que hoy nos da a conocer. Porque en sus páginas no sólo nos lleva a esa historia espiritual de España sino que se enfrenta decididamente a la realidad de estos momentos con un diagnóstico muy lúcido y unas interesantísimas propuestas de futuro. Todo ello sin ambages, con la rotundidad que le caracteriza.

1.Para Don Fernando “la incredulidad y la indiferencia religiosa se han extendido y casi normalizado en nuestra sociedad”, en una España “a punto de romper la continuidad de su tradición espiritual cristiana y católica, para instalarse en un contexto cultural nuevo, ateo, materialista y nihilista” y necesitada por tanto de evangelización. Este diagnóstico coincide con el que Juan Pablo II efectuó sobre nuestro primer mundo para lanzar su audaz convocatoria de una nueva evangelización y con el reiterado aviso de Benedicto XVI sobre la actual “apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiese”, una apostasía que en Europa es apostasía de sí misma al tiempo que de Dios.

Pero Don Fernando lo hace ahora en términos de urgencia. Pues duda de que hayamos entendido el sentido de esa nueva evangelización o de que hayamos logrado despertar en nuestras Iglesias un movimiento auténticamente evangelizador recuperando la fuerza espiritual y la eficacia transformadora de los primeros cristianos, cuando “es esto –escribe Don Fernando- lo que necesitamos para vencer el asedio del laicismo y ampliar los espacios de la fe cristiana en este mundo desconfiado de Dios y enamorado de sí mismo”. Es esta constatación la que le lleva a plantearse y responder a las importantes cuestiones que va desgranando en su libro.

2.La primera, saber lo que es evangelizar, algo no siempre bien entendido y que Don Fernando centra oportunamente. Para la necesaria y urgente evangelización hay que tener clara la unidad y universalidad de la mediación y la obra redentora de Jesucristo, presentando, pues, el cristianismo, no como patrimonio nuestro y por ello como algo contrario al patrimonio de otros pueblos o comunidades, sino como obra del Dios universal, y por tanto integrador y consumador de todo lo bueno y verdadero que crece en todas las culturas, religiones y pueblos. Nos recuerda, en segundo lugar, que la evangelización incluye un primer momento de “anuncio” de la salvación que nos viene de Dios, y un segundo momento de “aceptación” de ese anuncio por el oyente que implica morir a la vida anterior ( la vida por nuestra cuenta como si ésta fuera la vida definitiva ) para nacer de nuevo a una vida diferente, iluminada por la fe en Dios y la esperanza en la resurrección como acontecimiento central de nuestra vida. Nos avisa, en fin, de que por tanto el objetivo primordial de la evangelización es la conversión personal, necesaria y posible para todos, y expresada en una fe clara y decidida que, don de Dios, reconoce plenamente la primacía de éste sin poner límites a su intervención en nuestra vida.

La presentación del Evangelio de Jesús tiene, pues, que producir en los oyentes una verdadera crisis de conversión, y la vida diocesana y parroquial organizarse para esa pastoral de evangelización cara a cara, corazón a corazón, en un clima común de sinceridad y confidencia. Será como consecuencia de ese cambio real en la vida de las personas convertidas que comenzarán a cambiar las relaciones sociales, la vida social y cultural de los hombres y la sociedad entera. 

3. Pero –como segunda cuestión- ¿por qué evangelizar, ahora, en países como España, como si fuera un país de paganos? Don Fernando responde sin rodeos: porque estamos en un período de deserción e indiferencia religiosa, de esa apostasía generalizada y silenciosa. Las causas son complejas, pero las consecuencias prácticas  evidentes: disminución de la práctica sacramental, deterioro de la moral, aumento de los que se declaran agnósticos o no creyentes, y configuración de una realidad social y un ambiente cultural poco religioso, estrictamente laico y con frecuencia despectivo y agresivo hacia el cristianismo, la Iglesia y la cultura católica de los españoles.

Se ha producido así una ruptura con nuestra cultura y nuestra tradición, que desde el siglo VI hasta no hace mucho incorporaban la unidad católica como nota indispensable de la nacionalidad española. Pero hoy ya no es así: la división de los españoles por razones políticas y religiosas que con tan deplorables resultados se adensó en 1931 ha reaparecido de forma alarmante, el laicismo es ahora agresivo, y los cristianos no se atreven a manifestar su fe. Es la expresión de una verdadera revolución cultural que fermenta dentro de la sociedad, pero que es favorecida por el Gobierno a la busca de una nueva confesionalidad laicista, y ante la que los cristianos no saben cómo reaccionar.

4.Para Don Fernando todo ello demuestra que los cristianos estamos perdiendo la batalla cultural. La cultura hoy dominante es de raíz atea, centrada en el bienestar terreno e inmediato, sin horizonte de espiritualidad e inmortalidad. Una cultura materialista y cruel, que se reviste de la apariencia de solidaridad, pero que destruye cuanto se opone al logro del bienestar material inmediato, una cultura del egoísmo, que termina siendo del desencanto y el nihilismo y cuyo efecto descristianizador es pavoroso. Ante estos signos de los tiempos, esa “ruptura entre Evangelio y cultura –que es- el drama de nuestro tiempo” (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi ), a los cristianos –nos dice Don Fernando- nos toca evangelizar la cultura, ponerla en relación y conformidad con el Evangelio.

5. Aborda consecuentemente Don Fernando las relaciones entre evangelización y cultura, para decirnos que, siendo fe y cultura realidades que se influyen y condicionan mutuamente, la acción evangelizadora ha de tener en cuenta las nuevas circunstancias culturales ( el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el Derecho, las costumbres, etc. ) en que vivimos, para anunciar así el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo de forma que lo perciban desde su mentalidad actual como algo bueno y deseable.

Para ello es necesario conectar con las aspiraciones profundas del corazón humano, hecho por Dios para la vida y la felicidad, presentando nuestra condición de criaturas desde la armonía entre el reconocimiento de la soberanía de Dios y la grandeza del hombre; entre la obediencia a la fe y el ejercicio de la libertad; entre la valoración de la vida terrestre y la esperanza de la vida eterna; el desarrollo humano y el seguimiento de Cristo; la omnipotencia del hombre técnico y la supremacía de la caridad; las libertades civiles y la autonomía de la política, y el reconocimiento social de un orden moral objetivo y común. Como también es necesario conocer la cultura dominante para ser así capaces de ir influyendo y transformar esa cultura, con respeto y tolerancia hacia los demás, hasta establecer la armonía entre la fe cristiana y la nueva cultura y purificar y santificar el universo espiritual del hombre contemporáneo.

6.Nos avisa en todo caso Don Fernando que en esa acción evangelizadora no se trata de polemizar permanentemente con los representantes de la cultura laicista, sino de un camino más largo y humilde pero más eficaz, que exige renovar, primero, nuestra propia casa con la autenticidad e intensidad de unos cristianos verdaderamente convertidos al Evangelio. Habrá, pues, evangelización -nos dice- en la medida que haya cristianos ( laicos, religiosos, sacerdotes ) que se abran al Espíritu de Dios y decidan, desde una auténtica renovación espiritual personal y un acendrado sentido de misión, poner su vida de manera efectiva al servicio de las necesidades del Reino en esta primera línea de la evangelización.

Pasa revista a tal fin a toda una serie de elementos estructurales precisos para esa evangelización ( la necesaria unidad de la Iglesia, la renovación del proceso de iniciación cristiana, el futuro papel de las parroquias como puntos de encuentro y cabezas de puente, el de la enseñanza y las universidades católicas, etc. ). Pero subraya especialmente los aspectos fundamentales para que esa evangelización tenga lugar: verdadera actitud evangélica ( que no condena, sino que perdona, ilumina y convence ), capacidad para sintonizar con los sentimientos del hombre actual ( que Don Fernando analiza lúcidamente en las pp. 275y ss.), y conexión con los deseos profundos de cada persona, haciéndoles ver en la existencia de un Dios bueno y providente la garantía de la voluntad de vivir frente al naufragio de la nada, y en la fe en Jesucristo y su mensaje ( la vida nueva, el mundo nuevo, la vida eterna ), presentado de modo amable, inteligible y coherente, el camino verdadero para la felicidad que ansían.

7.Con esta perspectiva, cierra su libro Don Fernando con un muy sugestivo capítulo final ( “Iglesia siempre joven” ) donde avizora las tendencias y el futuro de la Iglesia. En términos nada complacientes, pues nos avisa de que a la Iglesia le aguardan tiempos difíciles, pero desde la convicción firme de que al final la Iglesia, la Iglesia de la fe, una Iglesia no dominante pero bien visible como patria que ofrece la vida y la esperanza más allá de la muerte, permanecerá. Sostenida, por ser “no hechura nuestra, sino de Jesucristo”, por la fuerza del Señor resucitado.

 

                                      III

 

Estamos ante un libro importante. Para los cristianos, para la Iglesia, para España y su cultura. Muchas gracias, pues, Don Fernando, por este libro, a cuyas páginas estoy seguro que, según sus propias palabras y deseo, como “semilla volandera … Dios les dará viento favorable para que lleguen a muchos corazones”.

 

                                      José-María Souvirón Morenilla

Autor: diocesismalaga.es

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