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Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero

Publicado: 15/12/2010: 4187

La Navidad es la fiesta del amor, de la paz y de la alegría. Del amor de Dios, que se nos hace presente en Jesús de Nazaret. De la paz, que es la certeza de saber que Dios sí existe y nos ama hasta hacerse uno de nosotros y darnos la serenidad que nos permite afrontar los acontecimientos diarios desde la confianza.

 Y de la alegría, porque como dice san León Magno, con su venida se alegra el santo porque se acerca a la victoria; se regocija el pecador, porque puede alcanzar el perdón; se anima el que busca a Dios con sinceridad, porque se siente llamado a la vida. 

Comprendo que las personas que rechazan a Dios y se han alejado de la Iglesia, digan que la Navidad es triste. Pues debe ser muy triste, para quienes la han convertido en un simple encuentro familiar, ver que van faltando año tras año seres queridos. Debe ser muy triste comprobar que, a pesar de su dinero, no han podido comprar unos gramos de alegría. Debe ser muy triste descubrir las nuevas arrugas en el rostro y en el alma, sin más horizonte que la nada en la que piensan que los sumergirá la muerte. Debe ser muy triste que se hable de fraternidad, compromiso y esperanza, cuando no se espera nada.

Los católicos creemos y confesamos que el niño que nació en Belén hace más de dos mil años es el Hijo unigénito de Dios, que se ha quedado con nosotros para siempre. En él encontramos la respuesta a esos anhelos profundos de amor, de vida, de bien y de belleza que llevamos dentro. Porque ese niño de Belén es Dios con nosotros. Es el que nos eligió para vivir, nos acompaña a lo largo de la existencia, y nos espera con los brazos abiertos más allá de la muerte. Es “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”. 

Artículo "Desde las azoteas" de Juan Antonio Paredes

Autor: diocesismalaga.es

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