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Restauración del Templo Parroquial de Santa Ana (Algarrobo)

Publicado: 20/01/2013: 6762

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía de Restauración del Templo Parroquial de Santa Ana (Algarrobo), celebrada el 20 de enero de 2013.

RESTAURACIÓN DEL TEMPLO PARROQUIAL DE SANTA ANA

(Algarrobo, 20 enero 2013)

 

Lecturas: Is 62, 1-5; Sal 95; 1 Co 12, 4-11; Jn 2, 1-12.

 

1.- Motivos de alegría para la comunidad parroquial

Hoy es un gran día de fiesta para esta comunidad cristiana que peregrina en el pueblo de Algarrobo. En primer lugar, porque celebramos la fiesta del Patrono, San Sebastián. Veo desde aquí la imagen preparada para la procesión; imagen a la que más de una vez os habréis acercado para pedirle al Señor, a través de la intercesión del santo Patrono, por vuestras necesidades.

Y, en segundo lugar, el gran motivo de alegría es la restauración de este templo parroquial llevada a cabo con mucha profesionalidad, con la colaboración de todos. Después haré referencia a ello.

Estos dos motivos son para dar gracias a Dios de lo que tanto nos quiere.

2.- Dios nos ama con amor entrañable

En la lectura del profeta Isaías, ha dicho el profeta en nombre de Dios que Él ama a su pueblo Israel como algo muy especial. Dice: «Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha» (Is 62, 1).

Cada uno de nosotros es amado por Dios, de forma individual, como las madres, que, aunque tengan muchos hijos aman a cada hijo por ser ese hijo, no es un amar genérico para todos, es un amor personalizado, individualizado. Conoce hasta el detalle la forma de ser, las características de su hijo, su comportamiento. Lo aman como a la persona que es. Dios nos ama así. Dios nos ama a cada uno.

El profeta compara el amor de Dios a los hombres con el amor del esposo hacia su esposa: «Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios» (Is 62, 5). Es una imagen y las imágenes o los ejemplos no son la realidad, y no llegan a expresar todo lo que la realidad es, pero es suficiente pensar que Dios nos ama a cada uno con un amor entrañable de Padre, con un amor como si fuera el esposo a la esposa.

Ese amor de Dios en el que nos sentirnos amados, nos capacita para ser a la vez, trasmisores de ese amor hacia los demás.

3.- Las bodas de Caná de Galilea

Hoy hemos escuchado el pasaje de las bodas de Caná, en el que Jesús, sus discípulos y su madre van a una boda (cf. Jn 2, 1-2). Hay un momento en el que se acaba el vino y mucha gente de la boda no se enteró. El mismo maestresala o mayordomo no se enteró de que se había acabado el vino. ¿Quién se entera en la boda de que falta algo, de que falta vino? ¿Quién descubrió la necesidad? La Virgen María, una mujer, atenta a las necesidades de los demás y se lo dice a su Jesús (Jn 2, 3). Su hijo no acaba de ver aún que fuera la hora de manifestarse con milagros, con Dios. Hay un diálogo entre ellos en el que aparentemente parece que Jesús no quiere saber nada (cf. Jn 2, 4). Pero la Virgen insiste y al final les plantea a los sirvientes: «Haced lo que él diga» (Jn 2, 5). Entonces Jesús les dijo: «Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba» (Jn 2, 7). Un luego Jesús convirtió toda esa agua en vino (cf. Jn 2, 9).

Este es el primer símbolo que Jesús hace en su vida pública. El primer signo que manifiesta que Él es el Hijo de Dios, que Él tiene poder, nada menos que seis tinajas a unos cien litros, seiscientos libros de buen vino, la boda a partir de ese día sería una auténtica fiesta, pues sabéis que las bodas judías duraban varios días.

Jesús, su madre y sus discípulos viven la fiesta. Hoy también vosotros estáis de fiesta. La fiesta tiene una dimensión de gozo, de alegría, de compartir, de fraternidad, de música, de luz; es como la “chispa” de la vida. Y el vino alegra el corazón del hombre (cf. Sal 103,15). El Señor quiere que disfrutemos de la vida, que disfrutemos de esa “chispa”, que disfrutemos del compartir. Deseo que estos días de la fiesta de vuestro Patrón disfrutéis, que los gocéis en fraternidad, en el compartir, en la música, en la luz, con alegría, con un poco de vino bueno, si es bueno mejor, como en las bodas de Caná. Por cierto, tengo entendido que en esta zona se hace buen vino. Pues, disfrutad de estas “bodas” del patrón San Sebastián.

Esto es para que veáis que la crítica que nos hacen a la Iglesia y a los cristianos no es cierta; no somos personas rancias y tristes; eso no se lo cree nadie, ni siquiera los que así critican. Tenemos que demostrar que no es así.

Hay una cosa que es interesante. María cuando descubre una necesidad, Ella podría haber intentado resolverla, pero como se dio cuenta que no podía resolverla, ¿a quién acudió? Al que era más que Ella, a su hijo Jesús, por ser Hijo de Dios.

Voy a poneros esto como ejemplo de la comunidad cristiana. Pido al Señor que os de ojos y corazón sensibles, delicados, finos, para que descubráis las necesidades de los demás: del vecino, del anciano, del niño, de la parroquia. Cuando podáis resolverlo vosotros, hacedlo. Cuando no podáis, acudid a quien pueda hacerlo. Hay necesidades que no podéis resolver, pues acudid al párroco o las instituciones, al Ayuntamiento, a quien sea, pues entre todos se puede resolver. Si yo la veo y me callo esa necesidad queda sin resolver. La Virgen, sabiendo que no podía resolverlo sola, acude a quién lo puede hacer. Haced lo mismo también vosotros.

Pero esto no es para quitarse la responsabilidad, eso es para compartirlo con los demás.

4.- La restauración del templo parroquial

El otro motivo grande, a parte de la fiesta del Patrón San Sebastián, es la restauración del templo, del cual me he quedado maravillado, porque he seguido las obras más bien desde las fotografías que me iba facilitando el arquitecto-técnico, pero al verla me he quedado maravillado. Desde el pavimento, todo el interior, el techo, el artesonado que es precioso y ha mantenido la identidad de lo que tenía.

Tengo que deciros que no pocas veces he ido a restauraciones de iglesias donde los fieles me han dicho: “Sr.Obispo, ésta no es nuestra iglesia, nos la han cambiado”, porque han hecho cosas nuevas que no se correspondían con la original.

Pero vosotros no podéis decir lo mismo; al contrario, todos podemos decir: “Esta es nuestra iglesia renovada, pero es la misa”. Todo ha conservado el estilo anterior. Es cierto, que al retirar el retablo se descubrió una novedad, sobre todo para los más jóvenes, aunque lo más ancianos ya conocían este frontis del altar conforme está ahora, con los nichos en los que están ahora los santos relacionados con Santa Ana y las demás imágenes. Salvo esas cosas que ha sido rescatar lo que había, el templo ha mantenido su identidad y ha sido totalmente renovado.

Esto que hemos hecho en el templo es a lo que nos invita el Señor a hacer ahora en cada uno de nosotros. Hemos restaurado en el templo parroquial, somos templos del Espíritu y el Señor nos anima a que restauremos por dentro la imagen de Jesucristo que se nos dio en el bautismo.

Esa imagen con el pecado la hemos emborronado, la hemos desfigurado, hace falta limpiarla. Hemos de limpiar nuestra alma como hemos limpiado el templo. Hemos de restaurar la imagen inicial de Jesús dentro de nosotros como la recibimos en el bautismo.

Esa tarea la haremos, de modo especial, en la próxima Cuaresma que próximamente entraremos. Para resucitar con Él, para disfrutar como lo estamos haciendo ahora de la belleza y de la luz de este templo. Es una tarea que el Señor nos pone, ya que habéis restaurado el templo parroquial, ahora restaurad mejor el templo espiritual interior.

5.- La colaboración de todos

Quiero agradecer la colaboración de todos, cada uno dentro de sus posibilidades, porque esta obra ha sido un trabajo en equipo, un trabajo de familia. La Iglesia somos todos, no es que exista el Obispado por allá y la parroquia por aquí. La parroquia forma parte del Obispado. Vosotros sois diócesis de Málaga, no solo fieles de Algarrobo. Sois diócesis, sois Iglesia católica allá donde estéis. Por tanto, es una obra de la comunidad cristiana, la que vive en Algarrobo y la que comparte con otros.

Aquí se ha puesto esfuerzo y colaboración de fieles que viven muy lejos de aquí, que cuando los domingos ponen la cesta, como ponéis vosotros, parte de esa limosna ha venido a ser puesta aquí para la reconstrucción. Aquí hay dinero puesto de Estepona, de Ronda, de Marbella, de Nerja, de Vélez, de Málaga, de todos los sitios. Esa es una imagen que conviene que la vivamos. Todos formamos una misma familia.

Por supuesto, además de como Iglesia, ha habido otras instituciones distintas, como el Ayuntamiento, aquí muy bien representado, que también ha colaborado. La misma Cofradía es Iglesia, es parroquia, no es otra cosa distinta, forma parte. Es como en una familia, está el párroco y los fieles, todos somos la misma familia.

¡Enhorabuena a todos! ¡Gracias por la participación y colaboración!

En la lectura de la primera Carta a los Corintios nos ha dicho Pablo que «hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos» (1 Co 12, 4-6).

Cada uno, según los dones que ha recibido de Dios, ponedlos al servicio de la comunidad cristiana o de la comunidad política-social. De los dones y los bienes que el Señor nos ha regalado no somos dueños absolutos, necesitamos compartirlos. Y no porque nos creamos generosos y mejor que los demás, sino por exigencia, lo que Dios me ha regalado no es para mí solo y exclusivamente; es un bien que se da para compartir. Y la restauración del templo es un ejemplo que hemos vivido y compartido entre todos.

Quiero agradecer ahora, en este momento, toda la tarea de coordinación que el párroco, D. Luis-Miguel, ha hecho y sigue haciendo, en esta tarea de restauración. Y decir que el momento en que vivimos ha sido antecedente preparado por la historia. Y por ello, quiero agradecer la presencia en esta celebración de dos párrocos anteriores, D. Antonio y D. Salvador, que están aquí en el Presbiterio. Cada uno en su etapa hizo lo que el Señor le pedía. Me comentaba antes D. Antonio que en su tiempo de párroco hicisteis los bancos, el retablo del altar y la parte superior del campanario. Esto hace cincuenta años. Y durante cincuenta años la comunidad parroquial ha disfrutado de eso.

Hoy en otra etapa, se hace una remodelación una restauración muy completa. Espero que esta dure quinientos años. En la Iglesia debemos de hacer las cosas a quinientos años, no a cuatro años, como les pasa a los grupos políticos. Nosotros tenemos vocación de eternidad. La comunidad cristiana de Algarrobo tiene que estar aquí hasta el día del fin del mundo.

Bueno, pues a todos muchas gracias y le pido al Señor que os pague con creces esta generosidad vuestra.

6.- Fiesta de san Sebastián

Y san Sebastián hoy, no tiene que decir también una palabra. A san Sebastián lo conocéis mucho porque todos los años escucháis cosas de san Sebastián; por tanto, no voy a deciros nada nuevo, pero sí un flash de lo que fue su vida.

Ya sabéis que en san Sebastián hay dos fuentes por las cuales le hemos conocido: uno es un gran santo, obispo de Milán, san Ambrosio, siglos V-VI hacia delante. Y otra fuente es la Passio, que es cuando morían los cristianos siempre había alguien de la comunidad que se encargaba de redactar las actas, cómo había muerto, cómo había vivido.

Estas dos fuentes, aunque no coinciden en el lugar de origen, sí coinciden que vivió en Milán, que pasó a Roma y que fue un soldado, además de alta graduación. El emperador le confió la defensa de sus regiones, porque era un buen hombre, un hombre íntegro. Por tanto, no era un soldado raso cualquiera.

Y él desde esa situación ayudó a muchos cristianos encarcelados, a muchos. A algunos le pudo evitar la muerte; en otros casos no la pudo impedir. Pero a todos le prestó su servicio y su apoyo siendo soldado.

Obró así hasta que fue denunciado. Aún si no renegó de la fe, diciendo que era cristiano. Y ya sabéis que lo condenaron a morir acribillado, pero no murió. Parece ser que una buena cristiana lo logró cuidar y salvarlo.

Pero él, en realidad, no quería ganar la vida terrena para perder la vida eterna. Y volvió para confesar la fe. Moriría después por infección de sus heridas, como un segundo martirio. Esa es la razón por la que se le tiene devoción y se le pide, sobre todo, en momentos de epidemia.

Lo que nos enseña san Sebastián es a ser un hombre auténtico e íntegro, un buen ciudadano y un cristiano testigo de la fe en Jesucristo; sin miedo a decir: “soy cristiano”. ¡Cuántas personas en nuestra sociedad no quieren decir que son cristianos! Porque le señalarán con el dedo, porque perderá el trabajo o por otras cosas. San Sebastián nos da firmeza en la fe y compromiso en el testimonio de esa misma fe.

Vamos a pedir su intercesión, para que nos ayude a vivir la fe. Estamos en el Año de la Fe, y hay que profundizar en ella, y hay que vivirla, celebrarla y dar testimonio de la misma.

Y la fe fundamentalmente no es sólo conocer cosas. Hay gente atea que sabe muchas cosas de la Iglesia, pero no son creyentes. La fe fundamentalmente es una relación personalísima del hombre con Dios, como hemos escuchado en el profeta Isaías. Dios nos ama a cada uno de nosotros, mantiene una relación personalísima conmigo. Y la fe es la respuesta personal a ese amor. Si no hay una respuesta personal no hay fe.

Como tampoco habría amor en una relación entre los esposos, -el ejemplo que hemos visto con anterioridad-, si no es una respuesta personal. No se ama en general, se ama con una concreción, a una persona concreta. Hay una donación y hay una respuesta.

La fe es una respuesta al amor de Dios y no se reduce a las formas externas de manifestación. Esas formas externas las puede hacer incluso un no-creyente. Como no haya por dentro esa aceptación de Dios, no existe fe.

Pedimos, pues, a san Sebastián, que nos ayude a vivir la fe en este Año de la Fe. También a la titular de la parroquia, la Santísima Virgen María, con a su madre, Santa Ana, que nos ayuden en este caminar. Amén.

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