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Retiro a los seminaristas (Seminario-Málaga)

Publicado: 06/12/2014: 596

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el retiro a los seminaristas celebrado el Seminario de Málaga el 6 de diciembre de 2014.

RETIRO A LOS SEMINARISTAS

(Seminario-Málaga, 6 diciembre 2014)

 

Lecturas: Is 30,19-21.23-26; Sal 146; Mt 9,35 - 10,1.6-8.

1.- Dios se apiada de su pueblo.

El Señor nos permite unirnos a su misterio pascual, porque lo estamos celebrando y nos invita a sumergirnos en él, a vivirlo desde dentro y no a ser espectadores. La Eucaristía no puede ser nunca un espectáculo, sino una invitación a meterse dentro, a identificarse con Jesús, a vivir ese misterio pascual con Él.

Las lecturas de este sábado de la I Semana de Adviento nos presentan un texto de Isaías en el que podemos ver dos acciones de Dios a su Pueblo, un Pueblo querido y escogido por Dios.

La primera acción: Dios se apiada de su pueblo; primera actitud de Dios para con su Pueblo, apiadarse de él: «Pueblo de Sión que habitas en Jerusalén, no llorarás ya más; de cierto tendrá piedad de ti, cuando oiga tu clamor; en cuanto lo oyere, te responderá» (Is 30,19).

El Señor escucha el gemido de sus hijos, el Señor ve la situación en la que se encuentran. Es un Pueblo en esos momentos asediado, oprimido, que le falta el pan, recluido dentro de las murallas. Y el Señor tiene una actitud de acercarse al Pueblo, quererle y prometerle que no va a seguir así (cf. Is 30,20).

Esa misma actitud que tiene Dios con el Pueblo de Israel la tiene con nosotros. Ya podemos estar asediados, encadenados, faltos de pan, faltos de lo principal, que el Señor nos quiere, se acerca, se apiada de nosotros.

2.- Dios colma de bienes a su pueblo.

La segunda actitud de Dios con respecto a su Pueblo es que no solamente se apiada, sino que lo colma de bienes. No es una simple intención: "voy a hacer", "te quiero", "te voy a salvar", sino que lo colma de bienes: «Él dará lluvia a tu sementera con que hayas sembrado el suelo, y la tierra te producirá pan que será pingüe y sustancioso. Pacerán tus ganados aquel día en pastizal dilatado. Los bueyes y asnos que trabajan el suelo comerán forraje salado, cribado con bieldo y con criba. Habrá sobre todo monte alto y sobre todo cerro elevado manantiales que den aguas perennes, el día de la gran matanza, cuando caigan las fortalezas» (Is 30,23-25).

            Ésta es una visión paradisíaca, no es la que tiene el Pueblo que está viviendo el asedio. El profeta está dándole una profecía, una visión de lo que el Señor está empezando a darles. El Señor los colma, no les da racionadamente, no les da una ración cortita, los colma de todo lo que necesitan.

            El Señor está dispuesto a colmarnos de sus gracias, de lo que mejor nos puede ir, que no es sólo lo físico, sino de sus gracias, de sus abundantes gracias, de su Espíritu, de los dones del Espíritu, para llenarnos como llenó a la Virgen, que la hizo llena de Gracia, llena de dones, superagraciada.

3.- Jesús siente compasión de la gente.

En el Evangelio hay un paralelismo del comportamiento de Jesús con la gente; un paralelismo entre cómo se comportó Dios con su pueblo y como también así lo hace Jesús con la gente.

            En primer lugar, fijaros que el evangelista usa un lenguaje parecido: «al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36). Jesús se apiada, tiene compasión, “padece con”, sintoniza con los necesitados porque los ve abatidos, destrozados, desorientados. Jesús se apiada, tiene compasión; es la misma actitud que tiene Dios con su pueblo.

4.- Jesús cura enfermedades y dolencias.

Y, en segundo lugar, lo mismo que hace Dios así actúa Jesús; pero en lugar de colmarles de bienes en sentido físico, como decía el profeta: llenarles de pan, darles aguas y manantiales abundantes, etc., ¿qué hace Jesús? «Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando todo enfermedad y toda dolencia» (Mt 9,35).

            Jesús les colma de otra manera a cómo colmó Dios al Pueblo de Israel, porque necesitan esto otro.

            Nos colma Jesús si nos dejamos llenar; o mejor, si previamente estamos vacíos de otras cosas para llenarnos. La pregunta de “Perogrullo”: ¿qué hace falta para llenar un vaso? Pues que esté vacío. ¿Qué hace falta para que el Señor nos llene? Vaciarnos a nosotros mismos. ¿Por qué María fue llena de Gracia? Porque no tenía pecado, porque se vació de sí misma y la llenó el Señor a tope. A nosotros nos llena en la medida en que estemos vacíos. Por tanto, si somos vasos casi llenos de otras cosas la gracia de Dios entra y resbala.

            En la medida en que nos vaciamos, el Señor nos llena más. Todo es gracia suya, pero, en parte, depende de cómo esté nuestro vaso de lleno, de cómo esté yo.

5.- Dios concede al hombre la libertad verdadera.

Y a parte de esos dos paralelismos: Dios se apiada de su Pueblo y lo colma de bienes, Jesús siente compasión de la gente y cura enfermedades y dolencias. El Señor en esta liturgia nos enseña que, además, Él quiere liberarnos. Quiere concedernos la libertad verdadera, que es la oración colecta que hemos rezado: «Señor Dios, que para librar al hombre de la antigua esclavitud del pecado enviaste a tu Hijo a este mundo, concede a los que esperamos con devoción su venida alcanzar la gracia de la libertad verdadera».

            ¿Por qué en la oración habla de la libertad verdadera? ¿es que la libertad no es la misma siempre? Señal de que puede haber libertades falsas. Si se habla de una libertad verdadera es que cabe que haya libertades falsas, u otro tipo de libertades que llamamos, en ocasiones, libertinaje. Somos hijos cada uno de nuestra generación pero entendemos que ésta no es la libertad.

            Cristo no viene a liberarnos en el sentido que dice la gente. La libertad verdadera no es hacer lo que me da la gana, o mis caprichos, o mis deseos, o dar rienda a mí mismo, a lo que me pida el cuerpo. Esa es la libertad que entienden nuestros paisanos y también nosotros si nos descuidamos.

            Esa no es la libertad que viene a traer Jesucristo. La libertad verdadera es otra. La libertad verdadera es Él. Libertad va con Verdad y con Bondad, con los atributos del ser.

            Vamos a pedir al Señor la libertad verdadera y que nos dejemos de buscar esas libertades personales, individuales que satisfacen nuestros deseos. Y tenemos mucho de eso, desde lo más esencial hasta otras cosas.

6.- Jesús da poder a sus discípulos para curar toda enfermedad y dolencia.

Jesús, como culmen de sus bienes, da poder a sus discípulos para curar toda enfermedad y dolencia, y esto nos lo da a todos.

            Jesús llama a los doce, que es un número limitado y concreto; serán los fundamentos, después, de la Iglesia. «Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 10,1).

            Son acciones hermosísimas: «curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis» (Mt 10, 8). Y a eso estáis llamados vosotros. No todos los discípulos están llamados a eso, sólo los doce y a los que el Señor llama, a los sucesores de los doce y a los colaboradores de esos sucesores. Eso es un regalo de sobreabundancia. Eso no son los bienes para subsistir, o la gracia del perdón, o la libertad verdadera, es mucho más.

            El Señor nos da poder para expulsar demonios, para curar, para resucitar muertos, para perdonar pecados... A eso estáis llamados. Que por vuestra parte, al menos, no lo interrumpáis porque es voluntad que Dios quiere. No seáis vosotros los que impidáis con vuestra actitud o con vuestra voluntad eso que el Señor tiene previsto para vosotros.

            Vamos a pedirle a la Virgen, la llena de Gracia, la que rebosaba todos los dones del Espíritu, que nos ayude a vivir este Adviento, que ya hemos comenzado, con esa actitud de agradecimiento a Dios, que se compadece de mí, que me colma de bienes, que me perdona y me da la libertad verdadera, y, encima, me invita a compartir con Él el poder sobre los espíritus del mal. Que así sea.

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