Consciente de la problemática social, el nuevo Papa trató de abrir nuevos caminos en la solución del conflicto social. El siglo XIX fue el siglo de las grandes transformaciones sociales. La Revolución Industrial fue del último cuarto del siglo XVIII, el fenómeno del capitalismo y la aparición del proletariado urbano generaron la llamada “Cuestión social”.

Toda una serie de ideologías impregnadas de un materialismo anticristiano, especialmente el marxismo y el anarquismo, intentaron resolver el problema. León XIII se decide a intervenir en el conflicto mediante un programa cristiano de actuación en el mundo laboral.

Dos factores, el técnico y el humano, intervinieron en el origen del problema social. La invención de la máquina de vapor, que aplicada a la industria textil, revoluciona la técnica de la producción. Tal técnica reduce el trabajo humano y abarata el producto. Con ello desaparece la producción artesanal (de por sí, cara) que termina por hundirse.

Los artesanos, al no vender sus productos, marchan a las ciudades industriales buscando un nuevo trabajo. En los alrededores de las ciudades empiezan a aparecer cinturones de chabolas. El hacinamiento, la falta de higiene y la miseria están a la orden del día. Las condiciones de trabajo son inhumanas: horarios de 14 ó 16 horas. No hay jubilación, ni seguridad en el empleo, ni descanso dominical, ni seguros sociales. La enfermedad era una gran desgracia: solo podía malvivir el que trabajaba.

Era necesario resolver, de una manera inmediata, la situación del proletariado obrero. El socialismo utópico, el marxismo, el anarquismo y el sindicalismo intentaron solucionarlo. El papa León XIII, con la “Rerum novarum”, intentó iluminar el camino para una eficaz solución.