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La evangelización de Asia (II)

Publicado: 21/11/2016: 2313

En China y en el lejano siglo XIII, Juan de Montecorvino había predicado el Evangelio, pero en el siglo XVII no quedaban vestigios de aquellas misiones franciscanas.

Al establecerse los portugueses en Macao, se inició una nueva evangelización. En 1583, llegó a Pekín
el P. Mateo Ricci. Este célebre jesuita poseía una cultura sorprendente; era matemático y astrónomo, sabía construir relojes y calendarios. 

Estudió a fondo la lengua y la cultura china; vestía como un ciudadano más y se puso en contacto con
sabios y mandarines del país. Fue plenamente aceptado por los sabios chinos. Tradujo la Biblia a su lengua y trató siempre de armonizar el saber oriental con el cristianismo; para él, los honores atribuidos a Confucio ni eran idolátricos ni supersticiosos. Al morir, en 1610, había convertido a cerca de 2.000 cristianos pertenecientes a las clases más cultas y prestigiosas de China.

En la misma línea, prosiguieron sus sucesores. El resultado fue que, en 1650, los cristianos eran más de 150.000 en China. El papa Alejandro VII creó las diócesis de Pekín y de Nankín, como sufragáneas de Goa. Con la llegada de dominicos y franciscanos comenzó la célebre discordia conocida con el nombre de “Controversia de los ritos chinos”, cuyo resultado final fue catastrófico para las misiones en China.

En Indochina, el jesuita P. Rhodes fue el gran misionero que siguió un método parecido de acomodación y de adaptación. Estudió el vietnamita, creó un cuerpo de catequistas nativos. Imprimió un catecismo adaptado a la mentalidad del país.

Presentó la religión cristiana por el lado más razonable: hablaba primero de la moral, de los diez mandamientos, de la inmortalidad del alma, de Dios y, finalmente, de la Redención y de la Trinidad. Se sirvió del culto a los muertos, tradicional en el país, para celebrar solemnes ceremonias fúnebres.

La actualización de Nobili, Ricci y Rhodes son un ejemplo del método que ha de utilizar la Iglesia a la hora de anunciar el Evangelio a países de cultura milenaria tan diferente a la occidental.

Santiago Correa

Sacerdote Diocesano

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