Según explican desde la parroquia, «en la presentación de ofrendas se llevaron ante el altar velas, haciendo referencia a la luz que hemos recibido, que se queda en nuestros corazones y que estamos dispuestos a compartir y recibir de los demás; flores como representación de la alegría de los encuentros y su gratuidad; una tetera y dátiles como símbolo de la reciprocidad de la hospitalidad recíproca entre Carlos de Foucauld y sus amigos musulmanes, que nos recuerdan la vida de Nazaret, que es la nuestra hoy, con su sencillez y su solidaridad en el trabajo de nuestros barrios; y, finalmente, el agua, el pan y el vino, con los que se pusieron ante el Señor el hambre y la sed del mundo, así como el hambre y la sed de justicia».

En su homilía, Gabriel Leal destacó que «la celebración de hoy nos invita a acercarnos al hermano Carlos, no para imitarle sino para contemplar en él lo que él contempló y vivió de Jesús, para aprovechar su ejemplo en la imitación de Jesús, el verdadero modelo. Contemplar a los santos no es para imitarlos sino para ver en ellos el reflejo de Jesús. Y como son personas pobres, débiles y pecadoras, como todos nosotros, ver que es posible. Porque si ellos pudieron vivir así, nosotros, que estamos hechos de la misma pasta, también podremos hacerlo en la medida en que nos dejemos conducir por el amor de Jesús. No era Carlos de Foucauld especial; era un hombre débil como cada uno de nosotros».