NoticiaEl santo de la semana San Bernardo de Claraval, el doctor boca de miel Cristo abrazando a San Bernardo/MUSEO DEL PRADO Publicado: 20/08/2021: 16214 Nacido en Francia en 1090, el santo de este 20 de agosto, san Bernardo de Claraval, es considerado por muchos como “el último de los Padres” de la Iglesia por haber renovado y hecho presente en el siglo XII la gran teología de los Padres. Las chicas tenían terror de sus predicaciones pues los novios de muchas, tras escucharlo a él, terminaban abandonándolas para dedicarse a la vida contemplativa IGLESIA NOTICIA 15/08/2021. El santo de la semana: san Bernardo de Claraval De joven, estudió en profundidad las llamadas artes liberales (gramática, retórica y dialéctica) y entró en la recién creada Orden del Císter a los 20 años. Con solo 25, fue enviado a fundar un nuevo monasterio en Claraval. Allí modeló su propia concepción de la vida monástica, reclamando una mayor disciplina y sobriedad en la práctica de la vida religiosa. Esta comunidad crecería generosamente y sería, a la vez, madre de otras muchas. Lo llamaban “El Doctor boca de miel” (doctor melifluo) por la dulzura de sus palabras, que convertían a muchos. Cuentan la anécdota de que las chicas tenían terror de sus predicaciones pues los novios de muchas, tras escucharlo a él, terminaban abandonándolas para dedicarse a la vida contemplativa. El papa, los obispos y los gobernantes acudían a él solicitando su ayuda ante problemas de cualquier tipo a lo que él respondía siempre con gran espíritu de servicio. Murió el 20 de agosto de 1153. Un referente, hoy, para el Císter San Bernardo de Claraval sigue siendo un referente espiritual para la comunidad cisterciense de Málaga, que lo tiene muy presente en la cotidianidad de la vida monástica, y de forma especial, en la celebración litúrgica que cada año se celebra el 20 de agosto. Como explican desde el monasterio de la Asunción de Ntra. Sra., en la barriada malagueña de El Atabal, «con anterioridad a ese día, toda la comunidad se prepara para celebrar la fiesta tanto a nivel espiritual, como recreativo y festivo. Es un día al que anteceden tiempos de profundización en este santo cisterciense, que tanto impulsó a nuestra orden y tanto bien hizo a la Iglesia de su época. Toda la jornada de ese día gira en torno a los actos litúrgicos que en nuestro monasterio son celebrados con gran solemnidad. Tras la Eucaristía, se procede a la bendición del pan y del agua, como una simbología de los milagros que san Bernardo realizó a través de ellos. Es un día también en el que la devoción a María adquiere particular relevancia, todo ello fruto del amor que san Bernardo tenía a nuestra Madre».