DiócesisHomilías Bendición de la imagen del Cristo de la Humildad y Paciencia (Parroquia San Vicente de Paúl-Málaga) Publicado: 15/10/2022: 2328 Homilía de Mons. Jesús Catalá pronunciada en la parroquia de San Vicente de Paúl con motivo de la Bendición de la imagen del Cristo de la Humildad y Paciencia BENDICIÓN DE LA IMAGEN DEL CRISTO DE LA HUMILDAD Y PACIENCIA (Parroquia de San Vicente de Paúl - Málaga, 15 octubre 2022) Lecturas: Ex 17, 8-13; Sal 120, 1-8; 2 Tm 3, 14 – 4, 2; Lc 18, 1-8. (Domingo Ordinario XXIX-C) 1.- La nueva imagen del Cristo de la Humildad y Paciencia Con gran gozo y tras habernos ejercido en la paciencia en la espera de que fuera terminada la imagen, celebramos hoy la deseada bendición de la imagen del Cristo de la “Venerable Hermandad Carmelita y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, María Santísima de Dolores y Esperanza y Nuestra Señora de la Aurora”. La imagen, obra del imaginero José-María Ruiz Montes, aquí presente, representa a Jesús a la espera de ser crucificado, después de una larga vida haciendo el bien, perdonando, curando enfermos, resucitando muertos; y de tantos sufrimientos de su pasión: prendimiento en el Huerto de los Olivos, juicio sumarísimo del sanedrín con falsos testimonios, burlas, desprecios, flagelación, sentencia de Pilato y camino por la vía dolorosa cargado con su cruz. Esta imagen de Jesús de la Humildad y Paciencia expresa el momento en que, despojado de sus vestiduras y sentado en actitud humilde, espera culminar su vida de entrega y amor a toda la humanidad siendo crucificado. El evangelista Juan, testigo presencial de su muerte, escribió que Jesús nos amó hasta el extremo (cf. Jn 13, 1). Viendo la imagen que apoya su cabeza sobre su mano, parecería que está durmiendo; pero no está dormido, sino agotado y deshecho, porque ha sido vapuleado por causa de nuestros pecados. Una vez muerto y enterrado tampoco estaba dormido; descendió a los infiernos para rescatar a Adán, padre del género humano, como dice el canto de la Divina Comedia; y resucitó al tercer día. Su actitud es de completa humildad y abandono en manos del Padre, sin atisbo de resistencia ni temor. El Señor afronta su muerte con entereza, valentía y serenidad. Nadie le quita la vida, sino que la entrega con libertad y por amor, como él mismo dijo: «Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla» (Jn 10, 18). Sin embargo, nosotros no tenemos ese poder de entregar la vida y recuperarla. Me alegra que el 28 de septiembre de 2022 el papa Francisco recibiera a una representación de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia de Málaga, acompañados por el autor de la imagen; y en este encuentro se le presentasteis al Papa las nuevas potencias de la imagen de Cristo. Este es un gesto de Iglesia universal, católica, cuya cabeza visible es el Obispo de Roma. Aprecio este gesto y os felicito, porque este gesto traslada los límites de nuestra cofradía, parroquia, ciudad y diócesis. 2.- La gran lección del Maestro Jesús de Humildad y Paciencia nos da una gran lección y nunca sabremos estar a su altura; aunque lo intentaremos. ¡Ojalá aprendiéramos nosotros esta gran lección! El Hijo de Dios, el Verbo eterno encarnado, el Maestro, acepta con humildad la misión que su Padre le encomienda y la asume con paciencia y amor. ¡Cuántas veces nos inquietamos y protestamos porque las cosas no salen como deseamos! ¡Cuántas veces nos rebelamos por los sufrimientos que nos toca padecer! Nos falta humildad y paciencia; pero sabemos que el Maestro las aceptó por nosotros y nos ayuda a asumir lo que la vida nos depare. ¡No seamos tan protestones! Jesús aceptó la voluntad de Padre, a pesar de no ser agradable. Él nos da su fuerza para vivir como Él. El Santo Cristo «aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer» (Heb 5, 8). No nos gusta obedecer, sino hacer nuestra propia voluntad. También Él sufrió angustia y miedo y deseaba no tener que beber el cáliz amargo de la muerte en cruz. Sin embargo, en el Gólgota aguarda el momento definitivo de su vida con humildad y paciencia. Sabe lo que le espera y lo acepta libremente. 3.- Contemplar a Cristo Su Madre María lo contempla, junto con el apóstol Juan y algunas mujeres (cf. Jn 19, 25-27. Su corazón está en sintonía y en comunión con el corazón de Jesús; y perciben, con dolor y esperanza, el acto supremo de amor que está a punto de culminar por la salvación del género humano. Queridos fieles y cofrades, pongamos nuestro corazón, como el de la Santísima Virgen María, en comunión y en sintonía con el corazón de su Hijo y unámonos al acto de su entrega suprema. Su Amor hacia nosotros debe mover nuestros corazones hacia Él. Contemplar a Cristo nos ayuda a recorrer sus mismos pasos en la entrega generosa por los demás, en la humildad, en la aceptación paciente de la voluntad de Dios y en la paciencia ante las adversidades. En la oración de bendición de la imagen pediremos al Señor que, al venerar esta imagen, tengamos los sentimientos propios de Cristo Jesús. Cada vez que le recéis ante esta imagen suya, pedidle humildad y sencillez de corazón. Contemplar esta sagrada imagen de Cristo debe recordarnos que: «Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura» (Col 1, 15), que nos permite conocer al Padre y acceder a su compañía. El Verbo eterno de Dios se encarnó en el seno de la Virgen María y nos reveló el misterio de Dios escondido desde los siglos (cf. Ef 3, 9). Él mismo dijo: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14, 9). Al venerar esta imagen contemplemos a Cristo, que es el rostro de la misericordia del Padre (cf. Papa Francisco, Misericordiae vultus, 1). Su vida, muerte y resurrección nos alcanzan la salvación eterna. María Santísima de los Dolores y Esperanza nos enseña cómo permanecer contemplar a su Hijo, junto a ella y al discípulo amado. 4.- Testigos intrépidos del Evangelio Con el lema «Catequistas que dejan huella», celebramos hoy el Día de la Catequesis. Deseamos que la actitud y la entrega de Cristo de la Humildad y Paciencia marquen la tarea de los catequistas y la de los padres que educáis en la fe a vuestros hijos. Todos debemos quedar marcados por la mirada de Cristo, que nos contempla con amor. Su mirada nos cautiva y exige una respuesta generosa por nuestra parte para transmitir la fe y el amor a Dios. Somos testigos de Cristo, que contagian la alegría del Evangelio y el gozo de ser sus discípulos. Como dice el papa Francisco: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (Evangelii gaudium, 1). Alimentados con la oración y los sacramentos podremos proponer el mensaje de salvación en esta sociedad pagana y alejada de Dios. Pedimos a la Virgen, bajo la advocación de María Santísima de Dolores y Esperanza, María Santísima de Dolores y Nuestra Señora de la Aurora, que nos acompañen en nuestra peregrinación terrena para seguir el ejemplo de humildad y paciencia de su Hijo amado. Suplicamos hoy a Santa Teresa de Ávila, en su fiesta litúrgica, que interceda por nosotros para vivir unidos a Cristo redentor de nuestras almas. Santa Teresa tuvo una profunda conversión, siendo ya monja, al contemplar una imagen de Cristo, llagado y coronado de espinas; muy “humanado”, como solía decir. Desde ese día su corazón quedó prendido a Cristo. ¡Ojalá, al contemplar esta imagen de Cristo de Humildad y Paciencia, nos contagiemos por el corazón de Cristo y pueda cambiar nuestra vida! Amén. 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