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Funeral del Rvdo. Jesús Muñoz Cuenca (Cementerio-Málaga)

Cementerio PARCEMASA
Publicado: 05/10/2021: 1114

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, durante el funeral del Rvdo. Jesús Muñoz Cuenca celebrado en el Cementerio de Málaga

FUNERAL DEL RVDO. JESÚS MUÑOZ CUENCA

(Cementerio-Málaga, 5 octubre 2021)

Lecturas: Dt 8, 7-18; Sal: 1Cro 29, 10-12; 2 Co 5, 17-21; Mt 7, 7-11.

(Témporas de acción de gracias y de petición)

1.- Agradecer los bienes que Dios nos regala

Hoy celebra la Iglesia católica las Témporas de acción de gracias y petición. Es una fiesta que tiene sus orígenes en el antiguo pueblo de Israel, cuando es introducido en la tierra prometida, después de la salida de Egipto y de su purificación en el desierto. 

Es una fiesta de acción de gracias. Dios ha acompañado al pueblo de Israel, le ha dado los bienes (cf. Dt 8, 7-9), le ha mantenido la vida y el pueblo agradecido bendice a Dios (cf. Dt 8, 10).

Nosotros, fieles a la invitación de la Iglesia, hoy queremos agradecer los bienes que Dios nos da: la vida, la fe, los sacramentos, la gracia, la familia y tantísimas cosas. Y, de modo especial, queremos agradecerle la persona y presencia de nuestro hermano Jesús, al que el Señor quiso darle el sacramento del orden sacerdotal para que lo representara sacramentalmente, para que hiciera las veces de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.

Nosotros, pues, para que no nos engriamos pensando que los bienes que tenemos son fruto de nuestro esfuerzo y de nuestro trabajo (cf. Dt 8, 17), hemos de dar gracias a Dios por todo, desde lo que parece más pequeño hasta lo más importante de nuestra vida. 

Damos gracias al Señor por nuestro hermano Jesús. Ha sido un regalo: para los más cercanos un regalo directo, para la Iglesia diocesana un regalo en su ministerio y para toda la Iglesia universal al ejercer su ministerio en favor de todos los hombres.

2.- Dejarnos reconciliar con Dios

San Pablo nos exhorta a dejarnos reconciliar con Dios por medio de Cristo (cf. 2 Co 5, 18); de ese modo recibimos el perdón de nuestros pecados y se restituye nuestra relación con el Señor.

Además, Cristo encargó a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (cf. 2 Co 5, 18). Lo que hizo Jesús reconciliándonos con el Padre les pide a los apóstoles que reconcilien a la humanidad con Dios, haciendo efectiva la redención que Cristo nos ha traído. Agradecemos a Dios el perdón de nuestros pecados; agradecemos que Cristo nos haya reconciliado con Dios Padre. No nos reconciliamos nosotros, no nos perdonamos nosotros, somos perdonados por la entrañable misericordia de Dios. Y eso es motivo de acción de gracias. 

También queremos dar gracias al Señor porque nuestro hermano Jesús ha sido instrumento de reconciliación, de amor, de perdón, de misericordia de Dios entre los hombres. No solo por su bondad personal, sino como sacerdote que ofreció la reconciliación a los penitentes que se acercaron a celebrar el sacramento del perdón. 

Todos los sacerdotes damos gracias al Señor que nos ha elegido para ese ministerio. Y hoy, de modo especial, damos gracias por el ministerio de nuestro hermano Jesús, fundamentalmente de cara a la reconciliación como nos pide san Pablo: dejémonos reconciliar por Dios mediante Cristo y a través de la mediación de la Iglesia (cf. 2 Co 5, 20). A veces dice la gente: “Yo me confieso directamente con Dios”; pero nadie se puede reconciliar a si mismo con Dios, pues necesitamos el perdón de la Iglesia. Aunque todos podemos pedir perdón directamente a Jesucristo, solo somos reconciliados por mediación de su Iglesia; la seguridad de que somos perdonados la tenemos solo en el sacramento de la reconciliación o de la penitencia. Solo cuando el sacerdote dice en nombre de Jesús: «Yo te absuelvo de tus pecados», estamos perdonados. 

3.- Pedir y llamar

En este día de Témporas, además de dar gracias, la Iglesia nos invita a pedir. Toda bendición tiene una dimensión de acción de gracias y otra de petición.

Nos dicho el Señor Jesús: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá» (Mt7, 7). El cristiano tiene la certeza de que: «El que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre» (Mt 7, 8).

Cuando se llama a la puerta de Dios, Él siempre nos abre. No sucede así cuando llamados a la puerta de otras personas, o acudimos a su corazón, a su la bondad o a su perdón. Siempre que pedimos perdón a Dios, Él siempre nos perdona. Y Él nos concede todo cuanto necesitamos.

El Señor pone como ejemplo el cuidado de los hijos por sus padres: «Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente?» (Mt 7, 9-10). Si vosotros lo hacéis así, ¡cómo no lo va a hacer vuestro Padre del cielo que es infinitamente más bondadoso, más misericordioso que cualquier persona humana! (cf. Mt 7, 11).

Esa es la esperanza que tenemos desde la fe de la Iglesia.

Hoy pedimos que el Señor nos siga bendiciendo en este curso pastoral que hemos comenzado. Y le pedimos, de un modo especial, que acoja a nuestro hermano Jesús, sacerdote, en el reino de la inmortalidad y de la paz.

La Iglesia lo pide en nombre de Cristo y Dios Padre lo oye. Nuestro hermano con la ayuda de nuestra oración gozará de la presencia del Señor. Empezó su camino hacia la eternidad en el bautismo. El Cirio Pascual nos lo ha recordado, la fuente bautismal, la luz de la fe, del amor y de la esperanza cristiana que se le regaló en el bautismo y que ahora completa su peregrinación. Que el Señor lo acoja en su seno y que, con creces, como sabe hacerlo, de manera infinitamente mejor que nosotros, le dé ahora la paz eterna y la vida que siempre ha soñado de felicidad con Dios, con los ángeles y los santos.

Que la Virgen María lo acompañe en este último paso a la presencia del Señor. Que así sea.

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