NoticiaPentecostés Una Iglesia fiel al Espíritu Publicado: 06/06/2019: 13894 En esta fiesta de Pentecostés en la que celebramos la efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia, nos acercamos al testimonio de laicos comprometidos en la misión. Este domingo se celebra la tercera fiesta litúrgica más importante para los cristianos después de la Pascua y la Navidad, el día de Pentecostés. Su nombre proviene del griego (pentekoste –quincuagésimo–), hace referencia a su celebración 50 días después de la noche santa de la Pascua y conmemora el envío del Espíritu Santo sobre la incipiente Iglesia reunida en el cenáculo, tal y como recoge el libro de los Hechos de los Apóstoles. Esta fuerza venida desde el cielo que se manifestó en forma de lenguas de fuego sobre la cabeza de los presentes, según el Nuevo Testamento, y que les impulsó a salir a predicar la “Buena Noticia” de la resurrección de Jesús; es la que todavía hoy, como afirman los creyentes, sostiene e impulsa la misión de la Iglesia. En palabras del papa Francisco, «El Espíritu Santo es el alma de la misión. Lo que sucedió en Jerusalén hace casi dos mil años no es un hecho lejano, es algo que llega hasta nosotros, que cada uno de nosotros podemos experimentar. El Pentecostés del cenáculo de Jerusalén es el inicio, un inicio que se prolonga». Esta fuerza que “impulsa y sostiene” se concreta hoy en las parroquias, en las asociaciones y movimientos laicales, en las nuevas realidades eclesiales, en las hermandades y cofradías… Son los diversos carismas o vocaciones particulares desde las que, según la doctrina católica, el Evangelio encuentra espacio para ser comunicado según todas las sensibilidades, según el “lenguaje” que cada uno necesita para escuchar y entender el mensaje de Jesús. En el caso de Gregorio Chamorro, que desarrolla su vocación como miembro de la Asociación “Misioneros de la Esperanza” (MIES), define al Espíritu Santo como «Dios que se vuelca en cuidados y en ternura con sus hijos». Para este malagueño, es una fuerza que le impulsa a «ser las manos de Dios en el mundo. Él hace el 99 por ciento y yo el uno por ciento restante; pero sin este uno por ciento no se haría el total. En mi trabajo, barrio, familia, parroquia, etc. Donde esté, quiero ser un signo del amor de Dios al mundo, a todas las personas. Y eso con la fuerza del Espíritu se hace y te llena de felicidad». Rocío Moltó es otra seglar comprometida en la misión de la Iglesia de Málaga. Periodista de profesión y cofrade, su relación con el Espíritu Santo es muy estrecha gracias a un párroco que tuvo hace años «y que me enseñó a encomendarme a Él y, sobre todo, a confiar en Él –relata–. Concibo el Espíritu Santo como el amor de Dios que está en todo lo que nos rodea. Un impulso que Dios nos envía para todo y sin el cual nuestra vida de fe estaría incompleta». Este impulso se hizo patente, por ejemplo, el pasado 25 de mayo cuando fue la encargada de pronunciar el pregón rociero en la parroquia del Rincón de la Victoria. Esta vocación cristiana, para Moltó «es, a partes iguales, un honor y una responsabilidad cuando me doy cuenta de que hay gente que nos mira como ejemplo de qué significa ser cristiano. El verano pasado, una amiga vivió una experiencia personal muy fuerte y me dijo que ojalá ella creyese en lo que yo creía para sentirse siempre protegida y acompañada. Entonces comprendes que creer realmente es un don de Dios y que somos unos elegidos. Pero ¡qué responsabilidad tan grande ser transmisor!». Gregorio Chamorro, el misionero de la Esperanza, tiene previsto participar en la Eucaristía de Pentecostés en la Catedral, tras la cual, afirma, «saldremos a la calle y llevaremos el mensaje del Evangelio a los que nos quieran escuchar». Quien no podrá estar en la Catedral será Moltó, que celebra este año Pentecostés en la Aldea del Rocío. «Este año he podido cuadrar el calendario y volver a la Romería en honor a la Virgen del Rocío –afirma–. Los años que no puedo ir a la Romería, celebro en mi parroquia esta fiesta con gran júbilo porque, además, es mi onomástica». Y es que, aunque la festividad del Rocío que tiene lugar el lunes después de Pentecostés es mundialmente conocida, pocos advierten su estrecha relación teológica con la fiesta del Espíritu Santo, aparte de su cercanía en el calendario. La advocación de Nuestra Señora del Rocío, famosa patrona de Almonte, con miles de malagueños entre sus devotos, hace referencia a una metáfora utilizada popularmente para referirse al Espíritu Santo: el rocío que cubre la tierra durante la noche. Como recuerda la pregonera de la hermandad del Rincón: «el rocío, como el Espíritu, parece salir de la nada y fecunda el suelo y llena de vida». En el lenguaje bíblico, el Rocío es símbolo de las bendiciones de Dios. También la imagen de la paloma con la que se representa tradicionalmente al Espíritu Santo, es utilizada para referirse a la imagen mariana. El origen de esta denominación se encuentra en la pequeña imagen de una paloma que acompaña a la Virgen y al Niño. Los vítores a “esa blanca paloma” terminaron identificándose con la propia talla mariana que popularmente es invocada por sus fieles como “la blanca paloma”. Y es que, no en vano, María es la “llena de gracia”, la “esposa del Espíritu Santo”… Nadie como ella supo dejarse llevar por ese soplo divino, nadie como ella supo dejarse empapar por ese rocío que llena de vida.