DiócesisHomilías

Visita Pastoral a la parroquia de San Patricio (Málaga)

Publicado: 28/06/2018: 1784

Homilía pronunciada en la Misa Estacional celebrada con motivo de la Visita Pastoral a la parroquia de San Patricio.

VISITA PASTORAL

A LA PARROQUIA DE SAN PATRICIO

(Málaga, 28 junio 2018)

 

Lecturas: Hch 12,1-11; Sal 33,2-9; 2 Tm 4,6-8.17-18; Mt 16,13-19.

1.- Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia

Estamos en la víspera de la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo. Esto nos ayuda a contemplar los inicios de la Iglesia. Es una nueva oportunidad para acercarnos a los orígenes de nuestra fe y volver a escuchar la palabra de quienes fueron testigos de la resurrección del Señor.

Pedro es un pescador de Galilea; y Pablo, oriundo de Tarso, provincia romana, es un fariseo convertido en apóstol de los gentiles. Ambos se convirtieron en columnas apostólicas de la Iglesia y lo fueron de modo distinto. Pedro conoció personalmente a Jesús de Nazaret: convivió con él, comió con él, subió a la barca con él, presenció milagros, escuchó de viva voz las enseñanzas del Maestro, fue testigo presencial de la crucifixión del Señor, entró en el sepulcro vacío; y Jesús resucitado se le apareció. La experiencia de Pedro con Jesús fue de manera presencial.

Pablo no conoció físicamente a Jesús: no comió con él, no convivió con él, no caminó con él, no escuchó directamente sus enseñanzas. Pablo escuchó el testimonio de otros, como nos ha sucedido también a nosotros. Pero el mismo Jesús “resucitado” se aparece a Pedro y a Pablo. Por caminos distintos, con experiencias distintas, desde lugares distintos, y desde profesiones distintas el Señor se les aparece a cada uno con un encuentro personal.

¿Habéis tenido ya ese encuentro personal con el Señor resucitado? El encuentro personal con Cristo es primordial; nos cautiva, nos atrae y se inicia una relación personal que lleva hasta el final de la vida. Esa experiencia es similar a la del enamoramiento; cuando alguien se enamora de otra persona y ha quedado prendado de ella, esa relación no se acaba ni se rompe. Pero cuando una relación se basa en el simple gusto, cuando se acaba el gusto se acaba también la relación; pero eso no es amor.

La fe se puede comparar con el amor: cuando existe verdadero amor, es eterno; y si no es eterno, no es amor. Cuando Cristo entra en la vida de una persona mediante la fe esa experiencia es para siempre; de lo contrario tampoco es fe; ha podido ser un deseo interior, un gusto o un buen deseo.

La fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo nos enseña de manera clara que Pedro y Pablo, aunque de maneras distintas, se encontraron con Jesús. Ambos, como columnas de la Iglesia, la sirvieron de modo distinto. Pedro fue la cabeza de los Doce Apóstoles, ejerciendo el servicio de la caridad y ofreciendo su vida como testigo en Roma; por eso, la sede donde muere Pedro asume la capitalidad de la Iglesia, aunque él haya estado anteriormente

rigiendo otras iglesias como la de Antioquía. Roma fue testigo del martirio de su sangre y se convirtió en el centro de la fe cristiana que irradia a todo el mundo. Quien sucede a Pedro como Obispo de Roma se convierte en cabeza de la Iglesia; actualmente el papa Francisco es la cabeza visible de la Iglesia. Pablo también va a Roma. Desde orígenes distintos ambos apóstoles dan testimonio de su fe en Roma, proclamando que Jesús de Nazaret es el Salvador del mundo.

Ambos mueren en Roma en años muy cercanos. Pedro muere crucificado boca abajo en el circo de Nerón y es enterrado en la colina vaticana, hoy la Basílica de San Pedro; y Pablo muere decapitado a las afueras de Roma en la actual Basílica de San Pablo. A ambos les une el mismo testimonio de fe y les unió la misma experiencia del encuentro con Jesús resucitado.

Como recuerda el Concilio Vaticano II, el Papa es el “principio visible y perpetuo fundamento de la unidad de la fe y de comunión” (Lumen gentium, 18). Hoy vamos a renovar nuestra adhesión al Sucesor de Pedro y nuestra fidelidad a sus enseñanzas, además de nuestro afecto y veneración. Hoy vamos a rezar por el Sucesor de Pedro, Francisco, que asume la capitalidad de la Iglesia universal.

También vamos a rezar hoy por los nuevos Cardenales, que el Papa ha nombrado para que le ayuden en el gobierno de la Iglesia. Los miembros del Colegio cardenalicio, estando en diversas partes del mundo, ayudan al Papa en el ejercicio de su ministerio petrino. Pedimos por ellos, para que sepan ayudar y aconsejar al Papa en la difícil tarea de regentar la Iglesia.

2.- Persecución contra la Iglesia

Vamos a retroceder ahora a los inicios de la Iglesia primitiva en Jerusalén. El rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos e hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan (cf. Hch 12,1-2). Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener también a Pedro y presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua (cf. Hch 12,3-4).

Los cristianos han sufrido persecuciones en todas las épocas de la historia. Quienes detentan el poder siempre han temido los cristianos, porque éstos pregonan la verdad, que hace libres (cf. Jn 8,32). El que miente no quiere saber nada del que dice la verdad; el que vive en la tiniebla no quiere la luz, ni soporta a los testigos de la luz; el que odia y no ama, rechaza a quien ama. Los cristianos, al vivir la fe en Jesucristo, que es «el camino y la verdad y la vida» (Jn 14,6), viven libres. Cuando el cristiano rompe las cadenas del pecado, vive con mayor libertad. Cuando Dios nos perdona, saltan los cepos que nos atan y quedamos libres.

Jesús, yendo camino del calvario se dirigió a las mujeres de Jerusalén, que lloraban al verle pasar, y les dijo: «Si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?» (Lc 23,31). Si a Jesús lo persiguieron por decir la verdad, como a Juan Bautista, como a Pedro, como a Pablo, también los que rechazan la verdad perseguirán a los cristianos de hoy.

Queridos fieles, no esperéis honores ni poder en este mundo; más bien estad dispuestos a sufrir persecución por seguir a Cristo. Esta es una verdad en toda la historia de la Iglesia, desde el primer Mártir o Testigo, que fue Jesucristo, y hasta todos sus seguidores que dieron su vida en testimonio de la verdad.

La Visita pastoral nos anima a reforzar esta fe, que el Señor nos ha regalado; y a pedirle la fuerza y la luz para ser testigos en pleno siglo XXI en esta sociedad de Málaga, o donde a cada cual le toque vivir; para ser testigos de la verdad y del encuentro personal, que hemos tenido con Jesús y que nos ha hecho cambiar la vida. El encuentro con el Señor nos enriquece, nos fortalece, nos ilumina y nos cambia por dentro. Y ese es el testimonio que el Señor nos pide que demos actualmente.

3.- Liberación milagrosa de Pedro

Cuando apresaron a san Pedro en Jerusalén «la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5). La Iglesia ha orado siempre por Pedro y sus sucesores.

El libro de Hechos narra la liberación milagrosa de Pedro en la cárcel: «Se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: “Date prisa, levántate”. Las cadenas se le cayeron de las manos» (Hch 12,7). La Iglesia oraba insistentemente por él; y el Señor lo liberó «de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos» (Hch 12,11).

Años después tendrá que dar testimonio de la fe con su vida en Roma; pero en este momento el Señor lo libera, porque corresponden a su providencia los momentos de nuestra vida. No nos toca a nosotros decidir cuándo debemos hacer algo; hemos de estar atentos a la voluntad de Dios en nuestra vida y descubrir lo que tenemos que hacer en cada momento.

El Señor cuida de su Iglesia. Y si bien es cierto que es perseguida, también es cierto que todo ocurre para mayor gloria de Dios. Pedimos al Señor que, como hemos rezado con el Salmo 33, nos libre de todas nuestras preocupaciones, temores y ansias. Estamos en las manos de Dios, que son las mejores manos. Hay muchos momentos de persecución en la historia en que la Iglesia parecía que iba a ser aniquilada. Pero queda claro que la promesa del Señor a Pedro en Cesarea de Filipo se cumple siempre: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16,18).

La última persecución cruenta contra la Iglesia en España empezó en mayo de 1931, al inicio de la Segunda República: quema de iglesias y conventos, asesinatos de sacerdotes, religiosos y laicos, destrucción de mucho patrimonio artístico. Los historiadores cuentan que durante esta persecución un diplomático ruso escribió al Gobierno soviético: “Misión cumplida, hemos destruido por completo la Iglesia en España”. A un servidor le gustaría que ese diplomático estuviera ahora con nosotros en este templo, para verificar con sus propios ojos que no había destruido la Iglesia. Estamos en manos del Señor. Después de la cruel persecución que hubo en esos años, aquí seguimos celebrando la fe católica. Los enemigos de Cristo no aniquilarán jamás a su Iglesia, porque Jesús prometió a Pedro que el poder del infierno no la derrotará. La Iglesia se mantendrá hasta el final de los tiempos, por mucho de algunos se empeñen en hacerla desaparecer.

La fiesta de san Pedro y san Pablo nos recuerda cada año que el Obispo de Roma, que preside en la comunión de la caridad a todas las iglesias del mundo, es sostenido por la oración del mismo Cristo, quien rezó por Pedro y por nosotros. Y Cristo sigue rezando en intercediendo ante Dios-Padre por el Sucesor de Pedro. El actual papa Francisco suele decir al final de sus intervenciones: “No os olvidéis de rezar por mí”.

En esta fiesta de san Pedro y san Pablo rezamos por el papa Francisco, para que el Señor lo sostenga, cumpliendo su deseo de que recemos por él; un servidor reza todos los días por el Papa, y no solo en la Eucaristía, sino en diversos momentos.

¡Queridos fieles, que esta Visita pastoral, que culmina con esta celebración, sea al mismo tiempo el broche de este día y el punto de partida de una renovación de la comunidad parroquial, compuesta por comunidades neo-catecumenales, grupos y fieles diversos! En la asamblea parroquial decía que, si es necesario, hay que rectificar la dirección para llegar a buen destino. El timonel de un barco debe rectificar el rumbo, para que el barco pueda llegar el puerto deseado. La parroquia, con motivo de la Visita pastoral, también debe rectificar su rumbo en algunas cosas, para ser más fiel al Señor y sintonizar con los criterios pastorales de la Diócesis; rectificar para seguir el rumbo que nos marca el Maestro.

Tenemos unos retos que no tenían los cristianos del Siglo XX, como hemos comentado antes en la asamblea. Los retos que plantean hoy algunas leyes y modas no existían hace cuarenta años. Pero hemos de dar respuesta a estos retos, porque estamos en esta sociedad.

Vamos a pedir por la renovación de la parroquia con motivo de la Visita pastoral y confiamos nuestra plegaria por el papa Francisco a la intercesión de la Santísima Virgen María, que siempre ha cuidado, como Madre, de la Iglesia y del sucesor de Pedro. Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo