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Semblanza: «Padre, me pongo en tus manos»

Publicado: 22/11/2011: 4450

"Padre, me pongo en tus manos", con esta frase con la que se inicia la oracion de entrega a Dios de Carlos de Foucauld es con la que Reme ha querido que recordemos a su esposo rotulando una de las coronas de flores con las que adornamos hoy ese sagrario vacío que es el cuerpo de nuestro amigo Emilio.

Y estoy seguro de que él, que va a compartir con nosotros, ahora desde el cielo, esta celebración de la Eucaristía, se alegrará con cada uno de los presentes, si salimos de aquí con estas palabras marcadas en nuestro corazón: "Padre, me pongo en tus manos".

Emilio nació el 2 de octubre de 1940 y me cuenta su hermano Rafael que ya desde pequeño gozaba de poca salud de cuerpo pero de una gran fortaleza de Espíritu. "Toda su vida era buscar a Dios y tratar de agradarlo en todo", recuerda admirado su hermano  mayor. Los demás hermanos: Loli y Pilar (que ya están también con el Señor) Mª Carmen y Jesús, aquí presentes, coincidían siempre en admirar su enorme amor a la Iglesia.

Su padre murió muy joven, con 54 años, y me cuenta su hermano Jesús que, entre los dos, tuvieron que ocupar el hueco que había dejado en la familia en años muy difíciles, donde no se le temía a la prima de riesgo, sino al hambre. Más adelante sintió la llamada tardía al sacerdocio, pero tras 5 años en el Seminario, el mismo Señor a quien se abandonó, lo llevó por otros caminos. El matrimonio como vocación cristiana al lado de Reme, ése ha sido su camino de salvación.

Estudió Graduado Social, trabajó en el patronato Santa María de la Victoria, que fundara el Cardenal Herrera Oria y Don Emilio Benavent, y que fue asumida posteriormente por la Caja de Ahorros de Ronda. A partir de ahí, toda su vida profesional estuvo ligada a la banca, pasando por diversas entidades, hasta que se jubiló en la actual Unicaja. Su trabajo profesional lo compatibilizaba, como podía con múltiples tareas pastorales.

Perdonadme los que lo hayáis conocido bien, pero hasta aquí llega mi recuerdo, quizá confuso, de lo que me contaban sobre su juventud y su madurez. Yo sólo puedo hablaros con seguridad de los últimos años de su paso por la tierra. Y es que a mí, el Señor me regaló a Emilio hace tan sólo 15 años.

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Juan Antonio Paredes, delegado de medios de comunicación de la diócesis en 1996, reunió por aquel entonces a un grupo de voluntariosos cristianos de los más diversos ámbitos con el propósito de  apostar firmemente por la evangelización a través de los medios de comunicación. Por aquel entonces, la única información que llegaba a los cristianos malagueños para conocer la realidad de su Iglesia era a través de una hoja que hacían en Almería semanas antes de que llegara a las parroquias y a través del programa de los domingos de COPE.

"Padre, me pongo en tus manos". Con este espíritu de entrega y confianza en Dios, Emilio apostó firme por esta nueva iniciativa. En la parroquia de San Juan de la Cruz, en el Palo, junto al entonces párroco Tomás Pérez Juncosa, y la ayuda de su hija Reme comenzaron a grabar los primeros programas de "Vivir desde el Evangelio". Un programa religioso semanal diseñado en la Delegación, que se sigue distribuyendo entre distintas emisoras locales y cuyo sistema ha sido imitado por numerosas diócesis españolas y extranjeras.

Pronto, nació la revista "Diócesis" y Emilio se ofreció a coordinar la administración, poniendo sus talentos al servicio de la Iglesia, pero quiso también aportar su granito de arena redactando una sección que, en principio, parecía, al menos a mí, poco importante. Se trataba de la sección de "El Santo de la Semana".

La revista tuvo muy buena acogida y, desde el principio, el santo de la semana se convirtió en una de las favoritas de los fieles. Durante 742 semanas, Emilio ha ido presentándonos a sus amigos, los santos.  En los próximos números de "Diócesis" continuarán saliendo los que ha dejado escritos. En 2003 reunió algunos de ellos en su libro: "Mensajes para vivir hoy de santos de ayer" (Editorial Manantial). Y es que los santos no eran para él figuras remotas, testimonios alejados de nuestra vida, imposibles de imitar; sino personas sencillas; que un día creyeron y dijeron, como él: "Padre, me pongo en tus manos".

Emilio siempre me decía que les estaba "haciendo la pelota" para que tiraran de él para arriba. Así que hoy me los imagino a todos, a Santa Teresita de Lisieux, al beato Carlos, a San juan de la Cruz y a tantos y tantos amigos de los que él hablaba, haciéndole el pasillo y aplaudiendo su entrada en el cielo.

Fruto de su trabajo, de su ilusión y de su buena administración, pronto llegaron nuevas formas de anunciar el Evangelio con los medios. Nuevos programas de radio, servicio a la prensa, página web, colaboraciones con diarios locales, participación de la diócesis en Popular Televisión, nacimiento de la tele y la radio diocesanas por internet, reconocimiento de la Conferencia Episcopal Española con el premio BRAVO al mejor trabajo diocesano en Medios de comunicación social... Cuánto bien has hecho, Emilio. ¡A cuántos millones de personas ha llegado el Evangelio a través de tu trabajo silencioso y humilde! Dios te lo pagará.

Emilio fue la llave para que la delegación fuera formando un equipo de jóvenes profesionales cristianos, que viven el periodismo como una auténtica vocación cristiana. Encarni Llamas, a quien conoció a través de la iniciativa vocacional Monte Horeb, con la que colaboraba; y Ana Medina, de los grupos de jóvenes de su parroquia. Su magnetismo es tal que siempre nos ha mantenido a todos unidos, como una verdadera comunidad de comunicadores al servicio de la Nueva Evangelización.

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"Un santo triste es un triste santo", dice la sabiduría popular. Y eso sí, Emilio no ha borrado nunca, ni después de muerto, la sonrisa de sus labios. Consolaba a todos y animaba a todos los que se preocupaban por su siempre delicada salud. Todos vosotros recordaréis sin duda su conocida coletilla: ¿Cómo estás Emilio? "Un poquito peor, gracias a Dios". Su toque de humor no estaba exento de una seria acción de gracias al Señor por el don de la vida y, aunque en nuestra falta de fe nos repugne, por el regalo de la enfermedad. Su enfermedad ha sido su escala hasta el cielo. El madero en el que apoyarse para saltar hasta la vida eterna. Cuando muchos de nosotros desistimos ante cualquier dificultad en el primer escalón, él nos anima ahora a seguir subiendo, peldaño a peldaño, siguiendo sus pasos.

Su configuración con Cristo ha sido tal que Reme me contaba que producía auténtica devoción mirar las profundas heridas, las múltiples llagas que cubrían su cuerpo azotado por la enfermedad y con qué alegría las aceptaba. Muerto con Él, exulta ya Emilio, resucitado, en la vida inmortal.

¡Cuánto nos habríamos perdido si él se hubiera achantado a la primera ocasión!  Tratando siempre de servir a la Iglesia de balde y con todo lo suyo, pidió la ordenación como diácono permanente, recibiendo el sacramento el 10 de noviembre de 2002 de manos de D. Antonio Dorado. Durante estos nueve años recién cumplidos como diácono colaboró en las parroquias de San Juan de la Cruz, San Antonio Mª Claret, Ntra. Sra. del Rosario de la Cala del Moral y, por último, en la parroquia donde reposarán sus restos, en Santa Mª Estrella de los Mares de Guadalmar.

Para su actual comunidad parroquial, aquí presente, ha sido una auténtica bendición disfrutar de su servicio: catequesis prematrimoniales, adoración eucarística, grupo de oración, su predicación en la Eucaristía de los sábados, pastoral de enfermos... Y ahora, me dicen algunos, una gran alegría que vaya a permanecer entre ellos. Pues la sangre de los santos y de los mártires siempre ha sido abono fecundo para las comunidades cristianas en las que se sepultaban.

Sus hijos: Pepe, Reme y Sofía, y sus nietos: Pablo, Lucía, Francisco, Álvaro y el que está en camino (Emilio decía que sería niña). Tendrán miles de historias que contarnos de él. Miles de recuerdos. Y, en todos, una sonrisa de Emilio. Esa sonrisa que siempre lo acompañaba y con la que él quiere que lo recordemos.

Emilio ¿Cómo estás? "Hoy, sí puedo deciros –responde él– un poquito no, mucho, muchísimo mejor. Acurrucado en las mismas manos del padre en las que siempre me he querido poner.

Ayúdanos tú Señor a superar su pérdida temporal y a tenerlo siempre como ejemplo en nuestras vidas para poder decir nosotros algún día, como él: "Padre, me pongo en tus manos".

 

Semblanza de Emilio Saborido Sánchez

Misa funeral. Lunes 21 de noviembre de 2011. 17:30 horas

Antonio Moreno Ruiz

Delegación Diocesana de Medios de Comunicación Social

Autor: diocesismalaga.es

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