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Confirmaciones (Catedral-Málaga)

Publicado: 07/11/2014: 429

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en las confirmaciones celebradas en la Catedral de Málaga el 7 de noviembre de 2014.

CONFIRMACIONES

(Catedral-Málaga, 7 noviembre 2014)

 

Lecturas: Flp 3, 17− 4, 1; Sal 121, 1-5; Lc 16, 1-8.

1.- Dos maneras de situarse ante la vida

La carta que escribió san Pablo a los cristianos de Filipo nos ayuda a replantearnos cómo vivimos los cristianos.

¿Necesitamos las cosas de la tierra? ¿Necesitáis vestiros, comer, calzaros...? ¿Estas son cosas del cielo o de la tierra?

Son para vivir en esta tierra. Los que se van de este mundo, ¿necesitan comer, vestirse? Como no viven en la tierra, ya no necesitan esos bienes.

San Pablo nos habla de las dos actitudes de situarnos ante la vida: la de aquellos que sólo piensan en los bienes de la tierra y la de aquellos que, además de necesitar de estos bienes, piensan en los bienes del cielo. De las dos actitudes a unos les dice con pena, llorando: «Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo» (Flp 3, 18), porque se miran a sí mismo. Su estilo, dice san Pablo, «es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas» (Flp 3, 19).

Para el Apóstol, sin embargo, los cristianos tienen otra actitud: «nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo» (Flp 3, 20). También somos ciudadanos de la tierra y necesitamos lo que aquí todos necesitan, pero nuestra esperanza no está puesta aquí sólo, sino que mirando hacia arriba, la ponemos en unos bienes que son eternos, que son superiores.

En la confirmación que vais a recibir, el don del Espíritu os va a ayudar a valorar más los bienes del cielo, pues somos ciudadanos del cielo, a que pensemos que nuestro Dios no son nuestros caprichos, nuestros deseos o la adquisición de los bienes de la tierra. El objetivo de nuestra vida no puede ser ese, tenemos que mirar más allá. Hay que levantar la mirada hacia la trascendencia, hacia Dios.

2.- Transformación que hace en nosotros el Espíritu Santo

El Espíritu Santo nos va a ir transformando, así nos lo dice san Pablo: «Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo» (Flp 3, 21).

El Espíritu, si lo dejamos, puede ir transformándonos según el modelo del cuerpo de Cristo resucitado. El Espíritu nos transforma a imagen de Jesucristo resucitado.

Si preguntáramos cuáles son vuestros modelos, seguro que saldrían otros nombres: nombres de la televisión, de la moda o del deporte... Pero el modelo nuestro es Cristo resucitado, Cristo glorioso. Cristo que ha padecido pero que ahora vive resucitado y glorioso, que ya no muere más. A ese es al que debemos ver, contemplar e imitar.

Este es el ánimo que nos da Pablo en esta Eucaristía en la que vais a recibir, los confirmandos, el don del Espíritu.

3.- La Iglesia como comunidad de los fieles

Todos formamos la gran comunidad de la Iglesia. Así lo hemos rezado en el Salmo: «¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!» (Sal 121, 1). Formamos una familia, una única comunidad e Iglesia.

Y nuestros pies se alegran cuando se acercan a la casa de Dios (cf. Sal 121, 2). Este Salmo es un cántico de subida a Jerusalén, hacia la morada donde Dios quiere encontrarse con nosotros. Hoy, esto se aplica a la Iglesia, no sólo al templo material en el que estamos, sino a la Iglesia creada por Jesucristo.

Somos, pues, los fieles que con alegría quieren estar dentro de la Iglesia, como Madre nuestra, como comunidad de cristianos y bautizados, como familia de hijos de Dios. Y eso es lo que quiere el Señor.

A través de la confirmación vais a recibir esta tarde el don del Espíritu que robustecerá y aumentará vuestra vinculación con Cristo y su Iglesia. A la que nacisteis en el bautismo, pero que hoy se os comunicará de una manera más plena, con mayor fuerza y plenitud.

Vamos a pedirle al Señor que realmente vivamos como hijos de la Iglesia, como hermanos entre nosotros por ser hijos de Dios y miembros de esta comunidad de fieles que profesamos la misma fe, el mismo amor y la misma esperanza.

Le pedimos al Señor que os ayude a vivir con mayor vinculación para que os sintáis cada vez más Iglesia. Y a partir de la confirmación de hoy, tenéis que vivir así, desde dentro; tenéis que percibirlo; tenéis que apreciar vuestra pertenencia a la Iglesia, vuestra vinculación estrecha como miembros de ella. No consideréis ya a la Iglesia como algo que son los otros, que es el papa, que son los pastores. No, todos somos Iglesia, todos los bautizados. Por eso, a partir del sacramento de la confirmación, hemos de vivir con mayor alegría, nuestra vinculación con Dios y la Iglesia, pues somos hijos de Dios y de ella que nos ha engendrado en la fe.

4.- Ser sagaces y saber emplear todas las energías para seguir a Cristo

El Evangelio nos ha contado la narración de un administrador. Y con ella, el Señor no quiere que tomemos ejemplo de este administrador que es injusto. Jesús no quiere que copiemos la injusticia que el administrador cometió. Él quiso ganarse la amistad de los demás con unos bienes que no eran suyos. Un administrador es el que administra los bienes, no es el dueño.

Por lo tanto, la enseñanza está en la sagacidad, dice el Señor, con la que este administrador vivió. El Señor elogió su sagacidad, con lo que nos estaba diciendo que si para las cosas buenas pusiéramos ese mismo interés que puso este administrador para conseguir las cosas terrenas, las cosas cambiarían.

Si ponemos gran interés en obtener lo que el Señor desea que obtengamos o de recibir lo que Él nos ofrece, nuestra vida cambiaría. Pero, a veces, ponemos mucho más interés en las cosas terrenas que en las que son de mayor importancia.

5.- Invitados a vivir con ilusión

Ahora tendríamos que cambiar, como decís lo jóvenes, el "chip". Hay que poner mayor fuerza, mayor energía en conseguir las cosas de Dios. Hay cosas materiales que necesitamos para vivir, pero muchas no son tan necesarias, son superfluas. Para esas cosas no hace falta poner tanta energía e interés, porque de lo contrario viviremos como los que no creen, como los paganos.

Estamos en una sociedad en la que sin darnos cuenta las actitudes de unos y de otros se copian. Cuántas veces descubrimos personas que van con la boca abierta, detrás de conseguir un objetivo o una satisfacción terrena, y resulta que nosotros hacemos lo mismo. Y a veces, para cosas más importante no hacemos casi nada.

Pues bien, con esta celebración, con este sacramento del don del Espíritu, vais a tener fuerza para saber equilibrar y decantaros y discernir las cosas que valen la pena, y la valen porque durarán, durarán después de esta vida. Mas a las que se tienen que quedar aquí, no hay que darle tanta importancia.

Le pedimos a la Virgen, que ella que supo discernir y acertar en la elección, que ella que supo renunciar a muchas cosas, siendo una chica joven, (fíjense: entre otras cosas, renunció a sus proyectos y a algo que debió resultarle muy difícil, la muerte de su hijo; no creo que eso resulte fácil a ninguna madre. Ver morir al hijo como un ajusticiado, siendo inocente…, Y ella aceptó ese camino de dolor y cruz en bien de las cosas de Dios). Pues bien, pidámosle a la Virgen, que nos enseñe como nuestra maestra. Que así sea.

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