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Pentecostés. Día del apostolado seglar asociado (Catedral-Málaga)

Publicado: 08/06/2014: 431

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de Pentecostés. Día del apostolado seglar asociado en la Catedra de Málaga el 8 de junio de 2014.

PENTECOSTÉS.

DÍA DEL APOSTOLADO SEGLAR ASOCIADO

(Catedral-Málaga, 8 junio 2014)

Lecturas: Hch 2, 1-11; Sal 103, 1.24.29-34; 1 Co 12, 3-7.12-13; Jn 20, 19-23.

Unidad en la diversidad

1.- Los apóstoles estaban reunidos en oración

Un saludo fraternal al Cabildo Catedral que nos acoge, al Vicario episcopal que coordina los distintos Movimientos asociados y a los Consiliarios presentes de varias de esas Asociaciones y Movimientos.

Y a todos vosotros, no quiero enumerar para no dejarme a nadie pero aquí están presentes los Movimientos familiares, Carismáticos, Neocatecumenales, jóvenes... todos ellos de distintos tipos y carismas.

También hacer una mención especial de un grupo de representantes de ciegos y sordos que también participa de esta Eucaristía.

                Hemos escuchado, en esta Solemnidad de Pentecostés, el texto de los Hechos de los Apóstoles cuando narra que ellos estaban reunidos en el mismo lugar, rezando con María, la Virgen (cf. Hch 2, 1). Esa es la estampa de Pentecostés.

Y hoy la Iglesia se reúne con María para rezar y pedir al Señor que nos envíe su Espíritu. Esta es la nueva estampa de Pentecostés. No somos los Apóstoles, somos sucesores de los Apóstoles y diversos ministerios sacerdotales, laicales, los que, todos, nos hemos reunidos con un mismo objetivo: pedir el don del Espíritu, pedir al Espíritu que vaya transformando su Iglesia.

Estoy convencido de que el Espíritu sigue derramándose a raudales. En la época apostólica sale Pedro, después de Pentecostés, y con su predicación se convierten tres mil (cf. Hch 2, 37-41); predica otro Apóstol y se convierte una gran cantidad de gente. Y da la impresión que celebramos Pentecostés y aquí somos cada día menos. ¿Es que el Espíritu no derrama sus dones o es que nos ponemos unos paraguas impermeables que no permiten que el don del Espíritu nos trasforme por dentro?

El Espíritu Santo se posa sobre la comunidad de los discípulos, reunidos en oración con María, la Madre de Jesús. La comunión es un signo de la presencia del Espíritu; la mutua colaboración es fruto del Espíritu. Y ese mismo Espíritu se posa hoy sobre la Iglesia, no solamente el día de Pentecostés, todos los días, en todo momento. Hemos de abrir nuestros corazones para que dejemos que penetre el Espíritu, que nos ilumine, que sane lo que está herido, que fecunde lo que está árido, que allane lo escabroso, que caliente lo que está frío, que vaya atemperándonos para estar en sintonía con el amor de Dios, como hemos rezado en la oración de la Secuencia del Espíritu.

2.- Diversidad de lenguas, pero un mismo lenguaje.

En Pentecostés suceden tres acontecimientos: uno de ellos cuando reciben el don del Espíritu y hay diversidad de lenguas, pero son capaces de entenderse todos. Me atrevería a decir que hay diversidad de lenguas, pero un mismo lenguaje, el lenguaje del amor y de la comunión. «Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse» (Hch 2, 4).

                Entre la gente había partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, judíos y prosélitos, cretenses y árabes (cf. Hch 2, 9-11). Se enumeran los pueblos que se encuentran representados en Jerusalén; se trata de una lista que incluye la totalidad de los pueblos entonces conocidos. Es como decir que la universalidad del ser humano, el mundo entero en su diversidad de lenguas, estaba presente allí. La totalidad de los pueblos estaba en ese lugar.

Hay una unidad en esa diversidad de lenguas. Pedro habla su lengua, que seguramente fuera el arameo, y le entienden todos. Y los Apóstoles y discípulos van hablando en su lengua y entienden ese lenguaje de amor, de luz: el lenguaje del Espíritu, el lenguaje de la comunión, de la paz.

El Espíritu Santo no tiene fronteras, las atraviesa todas; lo reciben incluso personas de otras religiones, no solamente de lenguas extranjeras.

                «Y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua» (Hch 2, 11). Se restaura la comunión rota en la Torre de Babel. Recordemos que la Torre de Babel fue una dispersión, una confusión (cf. Gn 11, 1-9). Ahora es lo contrario, es una comunión en la diversidad, una unión en lo distinto. Y ésta es la obra del Espíritu.

3.- Diversidad de dones para un mismo bien común.

Además de esa diversidad de lenguas hay otra diversidad: la diversidad de dones para un bien común: «A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común» (1 Co 12, 7).

El Espíritu se manifiesta de manera muy diversa. Acoger esta diversidad de dones es acoger la acción providente del Espíritu. Todos los carismas, con su distinta función y misión, proceden del mismo Espíritu. Pero san Pablo nos advierte severamente, apoyado en la experiencia dolorosa de su querida comunidad de Corinto, que nadie se arrogue carismas que no ha recibido, que nadie se vanaglorie de su carisma como si le fuera concedido por méritos propios y que nadie utilice los carismas para crear división.

La división es propia del diablo. La división es diabólica. Y aquí hay una advertencia: Cuando uno pertenece a una comunidad, a un Movimiento, a una Asociación, lógicamente, desde su experiencia, ése ha sido el camino de encuentro con Cristo; pero debe pensar que para otro su encuentro con Cristo se ha realizado de otra manera. Por tanto, tenemos una tentación que es imponer a otros el don que nosotros hemos recibido, pero hemos de respetar que cada uno tiene un camino de encuentro distinto y que el Señor nos ha llamado de formas y maneras diversas. Hay diversidad de dones, hay diversidad de carismas, hay diversidad de caminos de encuentros con el Señor, hay diversidad de modos. Pero en medio de esta diversidad hemos de vivir la fraternidad de esos modos.

             Creo que se va ganando en comprensión hacia los carismas de los otros, en aceptación del otro. En nuestra Iglesia estamos dando pasos agigantados en el respeto del carisma diverso del otro, pero aún nos queda por recorrer un largo camino.

             Una cosa es ofrecer la experiencia propia, o el don que el Señor ha concedido a cada uno, y otra cosa es querer imponer; no se puede. Hemos de vivir la riqueza de la diversidad de dones.         

4.- Diversidad de actuaciones, pero un mismo Espíritu.

Hay otra diversidad, la diversidad de ministerios, diversidad de actuaciones. San Pablo en su primera carta a los Corintios nos habla de tres tipos de diversidad en esa acción:

«Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu» (1 Co12, 4).

«Hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor» (1 Co 12, 5).

«Hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos» (1 Co 12, 6).

Fijaros en la fiesta hermosa de hoy: diversidad de lenguas, un mismo lenguaje o entendimiento; diversidad de dones, una misma comunión; diversidad de actuaciones y ministerios, pero un mismo Espíritu, una misma familia, una misma Iglesia.

5.- Algunos frutos del Espíritu Santo.

Os animo a todos, desde la Acción Católica General al último Movimiento o Asociación aprobado, a ser Iglesia, vivir como Iglesia, a disfrutar de los dones del Espíritu.

Y en primer lugar disfrutad, de los grandes sietes dones, de entre ellos, del don de la paz y de la alegría, que eran los dones de Espíritu que Cristo resucitado transmitía cuando se aparecía a los Apóstoles y discípulos (cf. Jn 20, 19-23). Su saludo era: “Paz a vosotros”. Y cuando Jesús se marchaba, “los Apóstoles quedaban llenos de alegría”. Pues esa paz y esa alegría deben ser dones que gocemos todos.

Y gocemos también en una convivencia de contrarios y de diversidad, capaces de vivir juntos y de formar la misma Iglesia, de estar incluso en la misma comunidad parroquial.

Los que se mueven por el Espíritu son capaces de convivir juntos, a pesar de la diferencia; son capaces de perdonar; saben ceder la propia forma de pensar; gozan de libertad interior y se sienten libres de testimoniar la fe a la hora de convivir en medio de la adversidad; saben reconocer y valorar el don de los demás; gustan el sabor de la novedad permanente y de la fidelidad al Evangelio.

6.- La Jornada del Apostolado seglar.

Todos esos dones, ministerios, lenguas, que el Espíritu ofrece, están destinados a la evangelización.

Hoy celebramos la Jornada del Apostolado seglar y la Acción Católica. La Iglesia nos envía a evangelizar. El lema de este año dice así: “La Christifideles laici a la luz de la Evangelii gaudium”.

En esta Fiesta os animo a recuperar la doctrina de la Christifideles laici, de la que en este año se han cumplido los 25 años de su publicación.

Estuve presente en ese Sínodo, celebrado en el año 1987, y los colaboradores del Papa, que trabajamos directamente en la elaboración de esta Exhortación y que formábamos un equipo de cardenales, obispos y sacerdotes de todo el mundo, tardamos dos años en redactarla; y creo que, aún, está por estrenar.

La Christifideles laici, que ha dado unas pautas para la tarea de los laicos en la Iglesia, –hemos hechos muchas cosas, pero aún queda mucho por hacer–, está casi por estrenar y han pasado ya 25 años.

En esta Exhortación se tocan los criterios de eclesialidad. ¿Cuándo un Movimiento, una Asociación está en sintonía con la Iglesia? Hay unos criterios, un barómetro, un termómetro, que indican la temperatura de eclesialidad o no eclesialidad de un Movimiento. Os animo a que los releáis en este 25 aniversario.

Juan Pablo II, al terminar su exhortación, nos decía: «Una grande, comprometedora y magnífica empresa ha sido confiada a la Iglesia: la de una nueva evangelización, de la que el mundo actual tiene una gran necesidad. Los fieles laicos han de sentirse parte viva y responsable de esta empresa, llamados como están a anunciar y a vivir el Evangelio en el servicio a los valores y a las exigencias de las personas y de la sociedad» (Christifideles laici, 64).

Pedimos al Espíritu Santo, en la Solemnidad de Pentecostés, que nos dé fortaleza, sabiduría, creatividad y audacia para adentrarnos en esta nueva etapa evangelizadora, que nos lleve a encontrar caminos para anunciar el Evangelio al hombre de hoy.

7.- Enviados a evangelizar.

Los obispos de la Comisión del apostolado seglar y de la Acción Católica nos han dado un mensaje que os animo también a que releáis. Nos recuerdan que el Espíritu Santo es el protagonista de esta fiesta de Pentecostés y es el protagonista de la evangelización.

Como el Padre ha enviado al Hijo, así también él nos envía a nosotros. «Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 22).

El Espíritu Santo es el verdadero protagonista de la solemnidad de Pentecostés. Su presencia y acción sobre cada uno de nosotros es decisiva para la vida de la Iglesia.

Pentecostés debe convertirnos en evangelizadores, como dice el papa Francisco: «Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no solo con palabras, sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios» (Francisco, Evangelii gaudium, 259).

El Espíritu, pues, nos empuja hacia la evangelización.

Queridos fieles laicos de nuestra Diócesis, de nuestras parroquias, movimientos y asociaciones, quiero agradecer vuestra entrega generosa y comprometida en la tarea evangelizadora. Y quiero seguir animándoos, junto a los obispos españoles a que no desfallezcáis en esta tarea. El mundo de hoy necesita recibir de nuevo esa noticia del Evangelio. El papa Benedicto XVI también nos lo recordaba. La gente tiene derecho a escuchar la Palabra de Dios, tiene derecho a que se le anuncie el Evangelio y nosotros tenemos la obligación de hacerlo.

Como dice el texto de la carta de San Pablo a los romanos: «¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? y ¿cómo anunciarán si no los envían?» (Rom 10, 14-15) Pues vosotros sois los enviados de la Iglesia, realizad esta tarea de la evangelización.

La Iglesia hoy tiene grandes retos, nos dice el papa Francisco. Seamos conscientes de esos retos y estemos dispuestos a afrontarlos y llevarlos adelante.

8.- Oración por la paz.

Con motivo de su viaje a Tierra Santa, el papa Francisco ha invitado a Shimon Peres y a Mahmoud Abbas, Presidentes de Israel y Palestina respectivamente, a un encuentro de oración por la paz, que tiene lugar hoy en el Vaticano. Estará también presente el Patriarca de Constantinopla, Bartolomeo.

           El papa Francisco nos ha invitado a todos los fieles cristianos a participar espiritualmente en este encuentro de oración. Nos unimos a este encuentro de oración, pidiendo por la paz en el mundo y, de modo especial, en Oriente Medio.

           Pedimos a la Santísima Virgen María, con la que se reunieron los Apóstoles en Pentecostés, en el Cenáculo, que siga estando con nosotros, que nos acompañe en nuestra oración, en nuestro camino, que no nos deje. Necesitamos su presencia materna.

           Y con Ella nos unimos a todos los fieles y a todos los grupos asociados o movimientos, todos somos la misma familia. Que así sea.

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