Para ello, solicitaron al Cabildo, en la persona de su deán, la cesión de una de las reliquias más curiosas de entre las que cuenta el primer templo diocesano, para entronizarla en las andas procesionales. Se trata, nada menos, que una partícula de la vara o bastón supuestamente usada por San José, y del que sabemos por los evangelios apócrifos. Hilaridad aparte, hay que convenir que detrás hay una sugestiva historia.

Resulta que semejante reliquia está relacionada con otra insigne cuyo propietario era nada menos que Niccolò Grimaldi, uno de los más reputados castratis italianos del siglo XVIII, o sea un cantante de opera al que de niño se sometía a una amputación, entonces usual, para que conservara su voz aguda.

Convertido en una celebridad durante sus giras de conciertos por Inglaterra, allí recibió de manos de la reina Ana, la reliquia del bastón de San José que, según parece, llevaron a la isla los caballeros templarios en tiempos de las Cruzadas. De vuelta a su Nápoles natal, Grimaldi difundió su veneración al entronizar la vara en el oratorio de su palacio, imprimiendo además grabados devocionales, y repartiendo por doquier minúsculas partículas del leño; de donde debe proceder la que se conserva en la catedral malacitana y cuya teca, o receptáculo, comparte con un fragmento perteneciente a San Luis Gonzaga.

Alberto J. Palomo Cruz