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Clausura del Sexto Centenario de la proclamación de Santa Eufemia como Patrona de Antequera (Parroquia de San Sebastián-Antequera)

Publicado: 16/09/2010: 1229

CLAUSURA DEL VI CENTENARIO DE SANTA EUFEMIA

COMO PATRONA DE ANTEQUERA

(Antequera, 16 septiembre 2010)

Lecturas: Eclo 51, 1-12; Sal 43, 2-6; 1 Pe 4, 12-19; Mc 13, 44-52.

1. Muchas son las efemérides que celebramos hoy, día 16 de septiembre, en Antequera. En primer lugar, la Conmemoración de los 600 años de su recristianización; en segundo lugar, el Sexto Centenario de la proclamación de Santa Eufemia como Patrona de la ciudad; y también el 600 Aniversario de la Conquista de la Ciudad de Antequera por el Infante don Fernando, como hemos escuchado en la monición inicial. Asimismo el Sexto Centenario de la elección del primer alcaide, don Rodrigo de Narváez; también la confección del actual Escudo de armas de la ciudad; y finalmente, el 600 Aniversario de la Antequera moderna.

Damos gracias a Dios, queridos antequeranos, por todos estos motivos históricos, que nuestros antepasados vivieron con gran alegría. El libro del Eclesiástico nos ha presentado la experiencia de un creyente, que da gracias a Dios y alaba su nombre por haber sido auxiliado por el Señor, siendo rescatado de la perdición, del lazo de la lengua insidiosa, de los labios mentirosos y liberado de sus adversarios (cf. Eclo 51,1-2). Con agradecimiento podemos cantar: «Alabaré tu nombre sin cesar, te cantaré en acción de gracias» (Eclo 51,10).

Con motivo de la reconquista pudo vivirse de nuevo en Antequera la libertad del culto cristiano. Siendo realistas, no resultan ciertas algunas amañadas interpretaciones sobre la libertad de culto, donde imperaba el Islam; prueba de ello son los numerosos mártires de la fe cristiana, que dieron testimonio cruento con su sangre.

Celebramos hoy esta función votiva en la parroquia de San Sebastián, como en otras ocasiones se ha celebrado en otros templos: Santa María, El Salvador y Santa Eufemia, de manera ininterrumpida desde 1410 y usando la casulla del siglo XV, que un servidor lleva ahora como ornamento sagrado.

2. Hoy no sólo damos gracias por lo que sucedió hace seiscientos años en Antequera, sino que, con gozo, alabamos a Dios por tantos beneficios, que de Él recibimos. Además de agradecerle la vida, le damos gracias por su misericordia, siempre otorgada cuando le hemos pedido perdón. Le damos gracias por tantos dones, con que nos ha obsequiado a lo largo de nuestra vida. Le damos gracias por la fe cristiana, que nos infundió en nuestro bautismo y por la cual hemos conocido el amor de Dios.

La ciudad de Antequera agradece también al Señor la presencia del Monasterio de Santa Eufemia de las Monjas Mínimas de San Francisco de Paula, representado aquí por la Superiora de la Comunidad y por la Vice-Superiora del Monasterio vecino de Archidona. El día 1 de febrero de 1601 diez monjas venidas de dicho Monasterio, como relatan las crónicas del mismo, vino a fundar a Antequera, a condición de dedicar su iglesia a la virgen y mártir Santa Eufemia de Calcedonia y a mantener la devoción y el culto a su imagen.

Agradecemos, pues, la presencia en Antequera de esta comunidad  monástica, dedicada a la oración, a la contemplación y al culto de Santa Eufemia. Ellas nos enseñan la absoluta prioridad de Dios en la vida y nos recuerdan que “sólo Dios basta”, como dice Santa Teresa.

3. Quiero saludar fraternalmente a mis hermanos sacerdotes; al Arcipreste y al párroco de donde estamos celebrando esta Eucaristía; a los miembros de la Hermandad de Santa Eufemia; al Excmo. Ayuntamiento, aquí muy bien representado; a las autoridades locales, civiles, militares y académicas. A todos los que os unís a este solemne acto; y a los que, de una manera u otra, os sentís vinculados a Antequera por amor, por fe, por devoción y a Santa Eufemia. El Señor nos regala este espléndido día de la Clausura del Sexto Centenario.

Para la liberación del yugo musulmán o la re-cristianización de Antequera son necesarios los recursos humanos; pero, visto desde la fe, para una hazaña de ese tipo resulta patente el auxilio divino. Con el fiel creyente podemos exclamar: «No fue su espada quien conquistó la tierra, ni su brazo les dio la victoria. Sino que fueron tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque los amabas» (Sal 43,4). El cristiano sabe leer los acontecimientos de la historia desde la providencia divina.

Se trata de un hecho histórico complejo, que tiene varias dimensiones y connotaciones, propias del ser humano: política, militar, civil, religiosa, económica. Toca a los historiadores hacer un estudio profundo y serio de la situación histórica real de nuestros antepasados y de las consecuencias del evento, que hoy celebramos. Nosotros, desde la fe, damos gracias a Dios por su providencia y por la intercesión de Santa Eufemia.

Nos unimos a la oración del creyente, que hemos escuchado en el relato bíblico; y podemos repetir esta oración en nuestro corazón: «Mi oración fue escuchada, pues tú me salvaste de la perdición, y me libraste del momento malo. Por eso te daré gracias y te alabaré, bendeciré el nombre del Señor» (Eclo 51,11-12).

Dios nos ha liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna. Hay muchas personas que pretenden exprimirle a la vida sus mejores sabores; pero, en realidad, siguen vacíos sin encontrar sentido a su vida. La fe cristiana nos ofrece el verdadero sentido de nuestra vida.

4. La celebración del Sexto Centenario de la proclamación de Santa Eufemia como Patrona de Antequera nos puede ayudar a profundizar en nuestra vida cristiana. La providencia hizo que fuera elegida ella como Patrona entre otros santos, cuya fiesta se celebraba en el mismo día.

Ella ofreció su sangre como testimonio de su fe, siendo martirizada con crueles tormentos, pero alegrándose de participar en los sufrimientos de Cristo, como nos ha dicho san Pedro en su primera carta: «Alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria» (1 Pe 4,13).

Sus reliquias se conservan en un sarcófago en la Catedral de Rovigno d´Istria (Croacia) y reciben veneración; sin embargo, ¿quién se acuerda ahora de quienes la condenaron y le dieron tormento y muerte?

La Biblia llama dichosos a quienes sufren por Cristo: «Dichosos de vosotros, si sois injuriados por el nombre de Cristo, pues el Espíritu de gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros» (1 Pe 4,14).

No tengamos miedo, queridos hermanos, a dar testimonio de nuestra fe en esta sociedad tan necesitada de Dios, pero que tan poco caso le hace, viviendo paganamente como si Dios no existiera.

5. Santa Eufemia nos da un testimonio de fe y de amor. Según el martirologio romano, procede de una familia noble, en la zona de Bitinia, hoy Turquía, de finales del siglo III y primeros del siglo IV, cuando el emperador Diocleciano dictó una orden de cruel persecución contra los cristianos. Muchos mártires de aquella época han sido reconocidos como santos por la Iglesia.

Los cristianos de entonces, que se mantuvieron fieles, se negaron a adorar al emperador como si fuera un dios; y pagaron con su vida este testimonio de fe. Eufemia se presentó ante el pretor romano, llamado Prisco, para declarar su condición de cristiana. La sentencia que dictó el pretor fue la pena de muerte. Diversos tormentos debían acabar con su vida: primero, una rueda de cuchillos, aplicada sin resultado; después, una rueda de fuego, que tampoco acabó con su vida; a continuación, unos leones hambrientos; al final muere decapitada.

Pero lo más importante no es cómo muere Eufemia, sino cómo da testimonio de la fe en su época. Eufemia enseña y anima a cada antequerano, a cada cristiano, a cada uno de nosotros, a dar testimonio de la fe en esta sociedad casi pagana. Hoy veneramos a Santa Eufemia; hoy agradecemos su patronazgo y su intercesión durante estos seiscientos años. Y como reconocimiento, toda Antequera, representada por el Sr. Alcalde, le ha ofrecido la Medalla de Oro de la Ciudad; ha sido un gesto de amor y de cariño a la Santa, agradeciéndole su presencia y su intercesión. ¡Os felicito, antequeranos! Es de bien nacidos, ser agradecidos. No es el valor material de la Medalla de Oro lo que cuenta; es el oro de amor, que expresa lo que lleváis en vuestro corazón. ¡Felicidades!

6. El año pasado, al inaugurar el Centenario en la parroquia de San Pedro, os pedí dos cosas, aunque no esperabais que os lo recordara hoy. Primero, profundizar en vuestra formación cristiana; y segundo, ser testigos de la fe, como Santa Eufemia. Tengo entendido que ambos objetivos, ambos “deberes”, los habéis ido realizando en este año: la formación en la fe y el dar testimonio. ¡Enhorabuena! Pero no pueden terminar hoy esas dos tareas; hemos de seguir profundizando en la fe, para dar razón de nuestra esperanza, como dice san Pedro (1 Pe 3,14-16); y hemos de seguir siendo testigos de esta misma fe en nuestro mundo.

Eufemia hizo como el personaje que nos narra el Evangelio de hoy: «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra aquel campo» (Mc 13,44). Ella encontró en Jesucristo a su gran amor, su tesoro. El encuentro con Jesús provoca un verdadero cambio en la vida del hombre y le ofrece el sentido profundo de su vida. Nuestra relación con Él debe permear y transformar todas las dimensiones de nuestra vida.

Tengamos nosotros cuidado en saber distinguir las perlas de gran valor de las que no lo tienen. Dice el Evangelio de hoy: «También es semejante el Reino de los cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra» (Mc 13,45).

Muchos coetáneos nuestros, por ignorancia, van detrás de perlas sin valor y las muestran con orgullo, pensando que son ricos. La felicidad que nuestra sociedad presenta es muchas veces engañosa y vacía. Con nuestra vida y nuestro testimonio podemos ayudarles a descubrir la perla preciosa del Evangelio.

7. Deseo expresar mi agradecimiento a cuantos habéis hecho posible, con vuestro esfuerzo y colaboración, la celebración del Sexto Centenario. Sobre todo las instituciones: la Hermandad de Santa Eufemia, la Comunidad monástica de Santa Eufemia, la Comisión del Centenario, el Ayuntamiento, las parroquias, la Agrupación de Cofradías, las comunidades de especial consagración y otras instituciones; y a cuantos, de modo personal, también han contribuido. A todos, mis sentidas gracias y que Dios os lo recompense, como Él suele hacerlo.

Damos gracias a Dios por todos los bienes materiales y espirituales, que ha concedido a Antequera en estos seiscientos años. Le damos gracias por el regalo que nos ha concedido de celebrar este Año Centenario, que hoy culmina con broche de oro.

Pedimos a Santa Eufemia que ayude a los antequeranos a vivir con mayor profundidad la fe católica y a ser mejores testigos del Evangelio.

Pedimos también la intercesión de la Virgen María, que tanta devoción le profesa Antequera, sobre todo en su advocación de Nuestra Señora de los Remedios. Amén.

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