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Fiesta de la Virgen del Carmen (Parroquia de Santiago el Mayor - El Morche)

Publicado: 15/08/2010: 1257

FIESTA DE LA VIRGEN DEL CARMEN

(Parroquia de Santiago el Mayor)

(El Morche-Torrox, 15 agosto 2010)

Lecturas: Ap 11, 19; 12, 1-6.10; Sal 44; 1 Co 15, 20-27; Lc 1, 39-56.

María, la mujer vestida del sol

1. El libro del Apocalipsis, que hemos escuchado, nos ha presentado la figura de una extraordinaria mujer; la más importante de la historia: «Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap  12, 1).

Esta mujer está nimbada de resplandor; una luz, que sale de dentro, la envuelve y la reviste; es hermosa y lleva el sol en sus entrañas. Al resto de los humanos el sol nos acaricia por fuera; a esta mujer le sale el sol desde su interior. La veta poética del Salmo responsorial, que hemos cantado, ha descrito a la Virgen como una reina enjoyada con oro de ofir; su figura resplandece al estar vestida con ese hermoso traje de oro.

El Hijo de Dios, queridos fieles, ha querido encarnarse en las entrañas purísimas de esta Virgen, la doncella de Nazaret. Jesucristo, el sol que no se pone nunca y que alumbra el mundo entero, desde oriente a occidente, ha querido habitar en las entrañas de esta Madre.

2. María aceptó la voluntad a Dios y se ofreció totalmente a su plan de salvación universal de la humanidad. La Virgen pronunció su “fiat” y respondió afirmativamente al ángel, que le anunciaba la maternidad divina: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).

Hoy damos gracias por la disponibilidad que María manifestó al proyecto divino. Toda su persona se puso en manos de Dios, a pesar de la gran exigencia que ello significaba. Renunció a sus planes personales, cuando  le manifestaron los planes de Dios. No se reservó nada para sí; se entregó por completo a la misión que se le pedía. Por ello, Dios la enalteció y hoy celebramos su Asunción al cielo.

La Virgen María aceptó sin condiciones la presencia de Dios en su vida; Ella concibió por obra del Espíritu Santo y se convirtió en la Madre del Redentor, la Virgen fecunda, la puerta del cielo siempre abierta, la estrella del mar, que los pescadores honoráis y a la que pedís protección.

3. Esta es la Virgen del Carmen, que hoy queremos honrar, como Madre de Jesucristo y madre nuestra. En este día espléndido de verano, los fieles de la comunidad cristiana de El Morche (Torrox) queréis venerar a la Madre, que cuida de vosotros con maternal solicitud; a Ella acudís, para confiarle vuestras preocupaciones; a Ella os aclamáis en los momentos de de dificultad; pero también a Ella os dirigís en los momentos de bonanza y bienestar.

María estuvo en permanente escucha y acogida de la Palabra de Dios, que la alimentaba y la transformaba; por eso resplandece desde dentro. Ella meditaba la Palabra, haciéndola suya. Ella acogía la acción del Espíritu y se dejaba moldear, como el barro en manos del alfarero. Ella reproducía en su interior la imagen de su Hijo y la ofrecía como modelo.

4. A ejemplo de María, la Virgen del Carmen, también nosotros estamos llamados a escuchar y a meditar la Palabra de Dios, que nos transformará por dentro, si nos dejamos.

También nosotros debemos aceptar, sin condiciones, el plan de Dios en nuestras vidas; pero nos cuesta hacerlo; y muchas veces protestamos por lo que nos sucede. Por una parte decimos, en el Padrenuestro, que se haga en nosotros su voluntad; pero, por otra, nos rebelamos, cuando las cosas no suceden como desearíamos.

La Virgen del Carmen nos invita, en su fiesta, a dejarnos iluminar por Jesucristo, el Sol invicto; de este modo, podremos ver las cosas como las ve Dios, superando nuestra mirada miope.

Hemos de ser capaces de dejarnos transformar, poco a poco, hasta quedar, como Ella, revestidos de la luz de Jesucristo, el verdadero Sol de justicia.

También debemos dejarnos moldear por la acción del Espíritu, para que reproduzca en nosotros la imagen del Hijo de Dios, que recibimos en el bautismo. Seamos como blando barro en manos del Espíritu (cf. Jr 18, 6) y permitamos que nos configure, haciéndonos cada día mejores hijos de Dios.

La Virgen María estuvo, en la anunciación, abierta totalmente a la acción del Espíritu y se puso en las manos de Dios. En la Asunción, al final de su vida terrena, fiesta litúrgica que hoy celebramos, se nos presenta como mujer madura, animada y transfigurada por el Sol eterno, Jesús, a quien ha llevado en su seno. ¿No os gustaría ser como Ella; crecer y madurar como Ella; y permitir que el mismo Sol, que transformó a la Virgen, nos transforme a nosotros, poco a poco?

5. La Iglesia profesa el dogma de la Asunción de la Virgen María a los cielos. La declaración dogmática, que hizo el Papa Pío XII en la constitución Munificentisimus Deus, decía: «La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste». María está en la gloria del cielo; Ella goza ya de la vida eterna, junto a la Trinidad.

Queridos fieles de El Morche: María, asunta al cielo, es signo de esperanza para el pueblo cristiano. Esta fiesta pone de manifiesto el “destino de plenitud y de bienaventuranza de la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Cristo resucitado; una fiesta que propone a la Iglesia y a la humanidad la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Cristo ha hechos hermanos teniendo "en común con ellos la carne y la sangre" (Hb 2, 14; cf. Gal 4, 4)” (Pablo VI, Marialis cultus, 6).

La fiesta de la Asunción de María, elevada en cuerpo y alma al cielo, es la síntesis de todas las fiestas marianas; todas ellas confluyen en la fiesta de hoy, como un broche de oro; es la fiesta de la Pascua de María, la mujer rodeada de signos cósmicos y vencedora de la fuerza del mal.

6. Meditando este misterio glorioso del santo Rosario, de la Asunción, le pedimos a la Virgen que nos tienda su mano, para llevarnos con Ella a la gloria del cielo.

Podemos hacer en nuestro interior esta oración: María, tu Hijo Jesucristo quiso tenerte en el cielo a ti, que habías sido la puerta, por la que Él entró en nuestro mundo. Acompáñanos hasta las puertas de las moradas celestes.

¡Santa María, Virgen del Carmen, tú eres nuestra esperanza, en este mundo nuestro, marcado por los sinsabores! Nos encontramos con enfermedades, convivencia difícil, violencias, desprecio de las personas, maltratos, avaricia, abusos de varios tipos, guerras, muertes. En medio de este valle de lágrimas, tu persona pone en nuestra vida un rayo de esperanza. María, Madre de la esperanza, mantén en nosotros el anhelo de mejorar nuestra vida cristiana, nuestras familias, nuestra Iglesia y nuestro mundo.

7. María, Virgen del Carmen, tú fuiste la mujer humilde y sencilla; ayúdanos a vencer todo engreimiento y todo orgullo; y que, por el contrario, adoptemos la actitud del servicio, como tu hijo Jesús, que no vino a ser servido sino a servir (cf. Mt 20, 26-28).

María, tú estuviste plenamente disponible a la voluntad de Dios. Haz que siempre estemos disponibles a lo que Dios quiera de nosotros; que sepamos cooperar con el proyecto de Dios, como tú lo hiciste.

María, tú gozas ya de la bienaventuranza eterna. Intercede al Señor por todos nosotros, para que un día lleguemos a gozar de la misma bienaventuranza.

María, Virgen del Carmen, tú aceptaste ser la esclava del Señor. Pide a Dios que sepamos estar al servicio del Evangelio con generosidad y alegría.

8. En esta fiesta de la Virgen del Carmen, queridos fieles de El Morche, María nos invita a vivir como Ella el misterio divino en nuestras vidas.

¡Dejemos que Dios se haga presente en nuestro corazón y fecunde nuestra alma con los dones de su Espíritu, a ejemplo de María!

Ella alabó al Señor por las maravillas, que había obrado en su humilde esclava y a favor de su pueblo, como hemos escuchado en el Evangelio (cf. Lc 1, 46-49).

Toda la humanidad pro­clama Bienaventurada a la Virgen, por las gestas de salvación que, a través de María, ha obrado el Señor. El Señor quiere también obrar maravillas en nosotros; pero debemos permitirle que entre en nuestra alma y la transforme a su imagen. ¿Estáis dispuestos a que el Espíritu os moldee y os transforme, como lo hizo con la Virgen?

Pedimos hoy a la Virgen del Carmen su maternal intercesión, para vivir en fidelidad a su voluntad y ser testigos fieles de las maravillas, que Dios hace a favor de los hombres.

¡Santa María, Virgen del Carmen, ruega por nosotros al Señor! Amén.

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