Cuando el mundo que conocíamos se desmorona a nuestros pies, sólo nos queda mirar hacia nuestro interior y llevar de nuevo equilibrio y armonía a nuestras vidas.

La modernidad ha ido de la mano de grandes avances para la humanidad. La ciencia ha impulsado y promovido el desarrollo de múltiples disciplinas. Sin embargo, estos avances no siempre se han correspondido con una sociedad más madura desde el punto de vista emocional, incluso a veces se podría pensar lo contrario, que se ha descuidado el cultivo del alma y de las relaciones humanas. Lo que indudablemente nos hace encontrarnos en una situación crítica aunque, cargada de posibilidades.

En este sentido, el estudio de la inteligencia emocional ha jugado un papel importante. Desde su aparición ha perseguido conectar lógica y emoción en el ser humano: conocer nuestras emociones y las de otros individuos, comprenderlas, integrarlas y regularlas de manera eficaz es un requisito indispensable para alcanzar una madurez emocional que redundará en una mejora de nuestra vida personal y social.