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El caudaloso río de la misericordia

El Papa abraza a un joven durante el Encuentro de las Familias de Filadelfia · Autor: NEWS.VA
Publicado: 05/12/2015: 13946

«Hoy comienza, aquí en Bangui, el Año Santo de la Misericordia. Bangui es la capital espiritual de la Misericordia». Con estas firmes y decididas palabras, el papa Francisco inició el Jubileo Extraordinario de la Misericordia en la capital Centroafricana el pasado domingo. De la mano del sacerdote malagueño Alfonso Crespo, párroco de San Pedro en Málaga capital, nos sumergimos en el significado de este Año Jubilar cuya apertura oficial tuvo lugar en Roma el día 8, Solemnidad de la Inmaculada Concepción.

Con la hermosa Bula "Misericordiae vultus" (El rostro de la misericordia), el Papa Francisco nos ha convocado  a celebrar el Año Jubilar de la misericordia: «Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes» (MV, 3).

Misericordia, el Papa ha querido fijar bien el significado de esta palabra, que recorre las páginas de la Biblia: «Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que a la esperanza de encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón ser amados no obstante el límite de nuestro pecado» (MV, 2).

Un Año Jubilar
El Año Santo de la misericordia se abrirá el 8 de diciembre de 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción. Fecha en la que se celebra el 50 Aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II. El Papa ha querido así homenajear las enseñanzas de este Concilio y subrayar la necesidad de mantener vivo un espíritu. El domingo siguiente, III de Adviento (13 de diciembre de 2015), se abrirá la Puerta Santa, Puerta de la misericordia, en la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán.

Este mismo domingo, se abrirá también en cada diócesis. Señala el Papa: «en la Catedral que es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en una iglesia de significado especial se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. Cada Iglesia particular, entonces, estará directamente comprometida a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual» (MV, 3). El Año Jubilar se clausurará en la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, el 20 de noviembre de 2016.

Guiados por un lema: «misericordiosos como el Padre»
Misericordiosos como el Padre es el lema del Año Santo. Subraya el Papa: «En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio… Día tras día, tocados por su compasión, también nosotros llegaremos a ser compasivos con todos» (MV, 14).  Haber recibido nosotros la misericordia del Padre, que se acerca hasta besarnos en su Hijo Jesucristo, nos invita a ser testigos de esta experiencia. Por ello, el Maestro nos susurra, como  una exhortación cariñosa: sed misericordiosos como mi Padre. Ojalá que, como hoy se dice en las redes sociales, se convierta en trending topic: #misericordiosos como el Padre.

El caudaloso río de la  misericordia
Con estas hermosas palabras describe el Papa el sentido de este Jubileo: «La Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo. Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se acerquen… La Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos (Sal 25,6)» (MV, 25). La Sagrada Escritura nos va presentando la misericordia como manera de ser del mismo Dios, como punto central de la vida y predicación de Jesús y como vocación para la Iglesia y para cada uno de sus miembros, guiados por el Espíritu.

La misericordia es como un inmenso y caudaloso río; su fuente es la Santísima Trinidad; la Iglesia es el lago donde se remansas sus aguas para que todos podamos beber; pero no basta con satisfacer nuestra sed: todos estamos llamados a llevar esta agua a los que nos rodean y la necesitan, estamos enviados como misioneros de la misericordia.

Mirar a Jesucristo rostro de la misericordia del Padre
La misericordia de Dios se ha hecho personal y conmovedoramente cercana en la vida, en los gestos, en la enseñanza, en la muerte y en la resurrección de Jesucristo: «Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret» (MV 1). El Jubileo de la misericordia nos invita especialmente a volver nuestra mirada a Cristo: a convertirnos a su amor, a pedir perdón de nuestros pecados y a sentirnos alcanzadas por la entrañable misericordia de nuestro Dios. Y esta experiencia nos empuja a vivir en plenitud el auténtico sentido de la caridad: el amor a Dios que se desborda en amor a los hermanos.

Los signos del Jubileo
El hombre necesita de signos cuando se agotan las palabras. Por ello, para adentrarnos en la vivencia de este Jubileo, la Iglesia nos ofrece y acompaña en una serie de signos jubilares: la peregrinación, que nos recuerda nuestra condición de hombres en camino hacia la eternidad; la entrada por la Puerta Santa, que nos recuerda las palabras de Jesús Yo soy la puerta, quien entra por mí se salvará; la profesión de fe, que actualiza la gracia recibida en el Bautismo; la caridad y la limosna, que nos urge a la práctica del mandamiento nuevo; y la indulgencia, que nos abraza con el amor de Dios que perdona y borra cualquier rastro de pecado.

Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos
En el Jubileo, invocaremos con devoción filiar a María: «vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos». Y sintiendo su cálida mano sobre nuestro hombre, saldremos por los caminos de la vida como misionero de la misericordia para que, como Ella profetizó, «la misericordia de Dios llegue a sus hijos de generación en generación».

Alfonso Crespo

Párroco de San Pedro Apóstol de Málaga

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