Hace unos días  una eminente pensadora alemana, entrevistada por un  periódico valenciano,  venía a decir que el gran capital europeo está  tomando a la clase obrera  europea como ratas de laboratorio. Nos están poniendo a prueba, recortando cada día más derechos, para ver hasta donde llega nuestra capacidad de aguante.   La HOAC, como Iglesia en el mundo obrero empobrecido, no puede permanecer sorda a los gritos de los que sufren porque para ella la persona (y más aún la persona del pobre) es lo primero. Unidos  al papa Benedicto  afirmamos con valentía que “el primer capital que hay que salvaguardar es la persona humanan en su integridad”. Con Juan Pablo II defendemos que “las necesidades de los pobres deben tener preferencia sobre los deseos de los ricos, los derechos de los trabajadores, sobre el incremento del beneficio”.

En este 50 aniversario del  concilio Vaticano II  que celebramos en este año recordamos unas palabras del mismo en  su Constitución dogmática sobre la Iglesia (nº 8)  “Nos comprometemos para que la Iglesia abrace con amor a todos los que sufren el peso de la fragilidad humana; más aún descubra en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador pobre y sufriente, y se preocupe por aliviar su miseria…”.  Trabajar por una sociedad más solidaria es tarea de todos: creyentes y no creyentes. Unamos nuestras manos y nuestros corazones: es posible un mundo más justo y más fraterno donde la persona sea lo primero.