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Un papa rompedor: Juan XXIII

Publicado: 10/10/2012: 7049

Angelo Giuseppe Roncalli (1881 – 1963) es uno de los personajes que marcan época. Su nombre permanecerá unido a la renovación de la Iglesia y a la historia del siglo XX. Su hecho más relevante, sin duda, la convocatoria del Concilio Vaticano II, para muchos el acontecimiento más crucial de la Iglesia católica del segundo milenio.

Juan XXIII  fue un hombre abierto al Espíritu de Jesús y al Evangelio, por lo que, a pesar de su vejez, fue el hombre más joven de su época, lleno de audacia y valentía cuando muchos de sus hermanos de mesa y altar estaban en  contra. Uno de los cardenales más célebres de entonces, el conservador Guiseppe Siri, arzobispo de Génova, se atrevió a decir: “El mal que Juan XXIII ha hecho a la Iglesia con el Concilio se necesitarán 25 años  para repararlo”. No es una frase inventada, la pronunció hace un año el anciano arzobispo  Loris Francesco Capovilla, secretario personal de Roncalli. Pero éste no se inmutaba ante semejantes comentarios,  al contrario, se mostraba siempre bueno, simpático, sonriente,  amable, esperanzado, rompedor y valiente.

El papa Juan tuvo un exquisito buen humor, con un punto de sana alegría. Son abundantes las anécdotas como la que sucedió en la visita de unas monjas que le dijeron embelesadas: “Santidad, somos las Hermanas de san José”. Y él les contestó: “Pues qué bien se han conservado ustedes”. Sus palabras conmovían a la humanidad. Su opción por los marginados y por los últimos de la sociedad nos estimula a todos. Su muerte, la más llorada por la gente sencilla. Fue el primer papa que escribió una encíclica  (Paz en la tierra) dirigida no solo a los cristianos sino a toda la humanidad. 

En este año, en que celebramos las bodas de oro del Vaticano II, Roncalli nos anima a mirar con lucidez la realidad, a analizar los signos de los tiempos para ver cual es el juicio de Dios sobre esta crisis global que tantos sufrimientos ocasiona. Seamos personas despiertas y cristianos comprometidos en la trasformación de nuestra sociedad. No hay que ser raros para ser buenos cristianos. El “cuarto de hora de locura del papa Juan”, como calificaba un monseñor romano la decisión del papa Roncalli al convocar un concilio, se convirtió en un verdadero huracán del Espíritu,  capaz de derribar los muros de incomunicación de la Iglesia con el mundo moderno, tras un desfase de tres siglos, como nos ha recordado hace unas semanas, en su testamento, otro hombre rompedor, el silenciado cardenal Martini. Porque lamentablemente hoy, a los 50 años de su comienzo, hay muchas voces que quieren silenciar el impulso de la renovación conciliar.

El  beato Juan XXIII, cuya memoria celebramos el día 11 de octubre, nos invita a todos a luchar con decisión para que el Vaticano II no se convierta en un oportunidad perdida o en un  futuro sin  esperanza. Veamos en este concilio un indiscutible reto al que hemos de responder creativamente. Alejemos de nosotros una pastoral trasnochada  que nos separa peligrosamente del común de los mortales y del mundo al que tenemos que humanizar.

Autor: diocesismalaga.es

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