NoticiaOpinión Una parábola de la época Publicado: 19/12/2011: 3343 No se si José Luis Rodríguez Zapatero se va con la ilusión, más o menos plena, de haber alcanzado las metas propuestas. Las que dieron sentido a su vida en el poder. Las últimas imágenes del definitivamente ex presidente tienen algo de melancolía o de frustración. De tristeza, quizá. Pero en este tiempo todo se ha vuelto difuso; difícil de analizar. Zapatero lamenta su derrota o, quizá, no haber podido desarrollar su programa inicial. Me refiero a lo que pudiéramos denominar un programa de “izquierdas”. Resulta difícil el análisis. Da la impresión de que finalmente agonizan las ideologías. En realidad ya declinaban a finales de los noventa cuando éramos jóvenes y los ejecutivos de ahora aún zascandileaban en los Institutos o en los primeros cursos de la universidad. Zapatero llegó con una propuesta supuestamente de izquierdas. Y la puso en marcha mientras las arcas del estado aguantaban la demanda. Solves, el ministro de los dineros, que estuvo en todo momento a la derecha de la izquierda, con un pragmatismo de administrador de casa grande, desapareció por la puerta de atrás cuando observó que los idearios son más atrevidos que los recursos. Y así. Zapatero se quedó ideológica y realmente desnudo. De esta manera terminó el mandato en la esquizofrenia del que quiere y no puede. Es una parábola de la época. Elocuente parábola que exige una reflexión a toda prisa. La izquierda y la derecha son proyectos heredados de las penumbras del ya lejanísimo siglo XIX. Son localizaciones espaciales antiguas que quieren sobrevivir en un espacio nuevo. Las ideologías han muerto asfixiadas por la codicia humana. Quisimos cambiar al hombre por el procedimiento de transformar su escenario. Se nos olvidó que mientras no cambie el ser humano, los lugares de su existencia, espacios existenciales y pasajeros, permanecerán inalterables. El hombre hace su camino, no al revés, o sea, el camino al hombre. El señor Jesus dijo que no lograríamos nada sin Él. Zapatero, a caballo de determinados ideales de justicia, tropezó con la inalterable codicia de los amos de la bolsa. Su cara es extraordinariamente elocuente. Este siglo inicia su andadura con un fardo de proyectos antíquisimos. Autor: José Luiz Navas