Comentario en texto al Evangelio de Encarni Llamas

La profesora de los Centros Teológicos Diocesanos invita a profundizar en el Evangelio de este III Domingo de Cuaresma.
“Me arrepiento” es una expresión que se usa, a veces, sin pensar bien lo que se está diciendo, pues la hemos vaciado de contenido. Y es que si el arrepentimiento no va de la mano del cambio, es decir, de la conversión del corazón, se queda en un «me arrepiento de haber hecho esto, pero, vamos, tampoco es para tanto, seguro que alguien tuvo la culpa de mi actuación».
En el Catecismo leemos que «el movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina». Este arrepentimiento es bien distinto, porque va de la mano de la misericordia de Dios y del dolor personal de haber hecho el mal. El evangelio de este tercer domingo de Cuaresma nos habla de ello. La higuera es un símbolo de la humanidad indiferente y árida. En palabras del Papa Francisco, «la higuera que el dueño quiere erradicar representa una existencia estéril, incapaz de dar, incapaz de hacer el bien. Es un símbolo de quien vive para sí mismo, saciado y tranquilo, incapaz de dirigir su mirada y su corazón a aquellos que están cerca de él en un estado de sufrimiento, pobreza y malestar. A esta actitud de egoísmo y esterilidad espiritual se contrapone el gran amor del viñador por la higuera». Esa misericordia de Dios es la que nos espera, de manera especial en el sacramento de la reconciliación, en el que arrepentimiento y conversión se dan la mano.

Encarni Llamas Fortes
Encarni Llamas Fortes es madre de tres hijos. Periodista que desarrolla su labor profesional en la Delegación de Medios de Comunicación de la Diócesis de Málaga. Bachiller en Ciencias Religiosas por el ISCR San Pablo.
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